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“El público español está muy despistado en cuanto a la misión del teatro en la sociedad”
El actor Emilio Gutiérrez Caba interpreta y dirige la obra de teatro 'La mujer de negro'
MARID// En abril de 2014, Emilio Gutiérrez Caba (Valladolid, 1942) se subió a los escenarios por tercera vez con La Mujer de Negro, de nuevo en el papel de Arthur Kipps, aunque en esta ocasión también ha querido dirigirla. “Creí interesante reconsiderar una obra que ya había hecho antes y que siempre había resultado muy exitosa. Dados los tiempos que atraviesa el teatro español, era necesario volver a un montaje que ya tuviese probada su eficacia y, sobre todo, que no me costara un presupuesto elevado”, explica. A pesar de tener que interrumpir las representaciones por haber adquirido otros compromisos laborales, Gutiérrez Caba continuará la gira en octubre. Visitará Torrejón de Ardoz, Puerto de Santa María, Granada, Alicante, Ponferrada y Gijón junto con Iván Massagué, el coprotagonista que ha elegido para la nueva puesta en escena de esta función.
¿Hay diferencias entre los montajes que dirigieron Rafael Calatayud y Eduardo Bazo y el suyo?
Sí, hay diferencias sustanciales. La línea que siguió Bazo, al igual que la que llevó Calatayud en su momento, fueron muy acertadas. En ese sentido, lo único que he hecho ha sido incidir sobre ellas. Pero los años han hecho que, desde que se montó por primera vez La Mujer de Negro, en incluso la segunda vez que se hizo, la técnica haya evolucionado a favor. Hay muchas más posibilidades técnicas, por lo que me parecía que era un momento adecuado para utilizarlas, sobre todo en lo relativo a la luz y al sonido, que son las que he aplicado a la obra. Y luego el hecho de enfrentarme con un intérprete mucho más joven, Iván Massagué, al que estoy muy agradecido porque ha aportado lo mejor que tenía dentro de sí y, sobre todo, me ha ayudado muchísimo.
¿En qué tiene que fijarse un espectador que va al teatro para saber si una obra está bien o mal dirigida?
Si el texto llega al público como considera que tiene que ser y, sobre todo, si percibe que lo que está escrito es lo que le está llegando en escena, si le resulta convincente, es cuando se ve si la labor de un director es buena o mala. No obstante, es muy difícil apreciar cuándo al público le gusta o no una obra porque creo que está bastante despistado en cuanto a lo que es el teatro, la labor de un director e, incluso, la de los actores. Pero lo que es más importante, en cuanto a la misión que tiene el teatro en la sociedad. En España no se tiene muy asimilado porque se supone que es un elemento de diversión, para pasar el rato. A partir de ese planteamiento, creo que erróneo, es cuando se producen la mayoría de las confusiones con respecto al teatro, incluida la dirección, claro.
Si le asignaran la misión de elegir una obra con la que atraer y educar al público en lo que debería de ser el teatro, ¿qué obra elegiría?
Pues la verdad es que en este momento elegiría La Mujer de Negro, aunque hay otras muchas que pueden cumplir con esa tarea. Pero es una labor muy compleja. El teatro no está aislado, forma parte de un entramado general de la Cultura; de la pintura, de la fotografía, de la escultura, de la música… Y si no hay una visión general, social, sobre lo que es la Cultura, es muy difícil que el teatro por sí solo pueda incidir sobre la cultura de la gente. Durante años se ha dicho que la televisión había servido para que el teatro tuviese una amplia acogida por parte del público. Pero eso no sirvió de nada porque la gente no fue más al teatro y sigue sin ir. Es decir, hay gente que va, pero no la cantidad que puede ir en Inglaterra o en países como Alemania, lo que lleva a que la diferencia social sea enorme.
¿Es un problema que se genera porque no se nos educa en las Artes?
En parte sí, en parte es una cuestión de educación. La gente no está dispuesta a “perder el tiempo” en que sus hijos sepan pintar, bailar, cantar o hacer teatro. Estamos en una sociedad que, en este momento, tiene un rumbo muy difícil de enderezar y en los años futuros, aunque creo que ya no lo veré, va a ser una sociedad bastante castigada y bastante hundida.
Durante todo su vida ha visto usted muchísimas obras, además de otras tantas en las que ha participado. ¿Hay alguna que le haya dejado algo, emocionalmente, que todavía no haya podido olvidar?
Hay bastantes obras que me han dejado emocionalmente muchas cosas. Recuerdo una que interpretaba Fernando Fernán Gómez que se llamaba El pensamiento, de Iván Turguénev, cuyo montaje me maravilló. También me acuerdo de un Enemigo del pueblo… Y luego una serie de montajes de obras, sobre todo de autores ingleses y de autores franceses, hechas aquí por compañías de esos países que realmente me hicieron ver que el teatro tenía una dimensión y una perspectiva espléndida. En alguna medida, han marcado mucho mi forma de ver el teatro.
¿Hay algún personaje que se haya escrito o algún perfil de personaje que aún no haya interpretado y por el que sienta un especial deseo de hacerlo?
No. Mis deseos se remiten al día a día. No tengo una perspectiva a largo plazo porque estoy en una edad en la que ese tipo de perspectivas se han pasado, ahora vivo más el presente. Si surge un personaje interesante en una obra lo hago, pero no estoy loco por hacer el King Lear o por hacer Titus Adronicus… No tengo esa ambición, sobre todo porque es complicado, son obras muy agotadoras y, según está el panorama actualmente, bastante inviables de poder hacerse.
¿Y algún teatro que le haya parecido mágico, en España o fuera de aquí?
En España hay muchos que son mágicos. Está el Calderón de la Barca, en Valladolid, el Pérez Galdós de Las Palmas… Muchísimos. El Teatro de la Comedia, cuando funcionaba, o el María Guerrero, de Madrid, el Olympia de Valencia… Desprenden algo especial para los actores, y son teatros cálidos tanto para nosotros, cuando salimos a escena, como para el público. Son lugares llenos de calidez y de vida.
Para esta temporada de teatro que va a comenzar ahora, ¿recomienda al público que vaya a ver alguna obra?
No, es muy complicado, depende mucho de los espectadores, no estaría dispuesto a recomendar a nadie nada en concreto. Además, no conozco los montajes que se van a llevar a escena la próxima temporada. Sé que en este momento hay un despegue enorme entre lo que nosotros entendíamos por teatro y lo que en algún momento se está empezando a representar y eso me obliga evitar aconsejar nada a nadie. Hay que tener perspectiva personal y tener criterio para elegir. Igual que se elige bien un restaurante o se elige bien un vestido, la gente debería tener sensibilidad para elegir una obra. Si no la tienen, difícil es que se enseñe, y si no la quieren aprender, pero para ellos.
Pero esa sensibilidad para elegir bien una obra tiene que orientarse hacia el texto, hacia el elenco…
El texto, el elenco, el teatro donde se representa, el empresario que lo hace… Son unos conocimientos básicos. La gente sabe mucho de fútbol, de tenis, de golf… ¿Por qué no de teatro? Porque no le da la gana. Yo lo he intentado con muy buena voluntad, pero… Hay otra gente a la que sí le interesa, que sabe muchísimo y a la que yo no solamente le estoy muy agradecido, sino que además me parece muy positiva para la sociedad. Pero hay otra que, igual que sabe sobre deportes, podría saber sobre autores, directores o actores que tienen prestigio… Si no lo saben es porque no les interesa y, en estos casos, no se les puede estar metiendo nada por los ojos.
MUERTOS DE HAMBRE.
En estos tiempos que vivimos cada vez más deshumanizados, que sólo cuenta la economía que ya no sabemos mirarnos a los ojos, ahora, más que nunca, son imprescindibles esos muertos de hambre.:
http://www.youtube.com/watch?v=6X08zzXWzag&feature=youtu.be