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Nuestra lamentable imagen en el exterior
Un lector denuncia el lamentable trato que sufren los españoles a través del consulado de este país en Ecuador
José Prada* // Ya había escuchado, en foros de españoles emigrantes, o había visto, en las larga y madrugadoras filas que se forman delante de las oficinas, la mala imagen de que gozan algunos de nuestros consulados. Desgraciadamente, tuve que vivirlo la semana pasada en carne propia como español que trabaja para el gobierno de Ecuador, tiene una novia ecuatoriana y deseaba ir 10 días a España este verano para presentársela a sus padres.
En primera instancia, el consulado español en Guayaquil tiene privatizado el servicio de solicitud de visados hacia una oficina (inaugurada por el propio cónsul según la placa de la entrada) en la que te cobran la friolera de 109 dólares (más otros 80 dólares extra por tramitación “VIP”) por presentar la documentación en el consulado. Lo más interesante de todo es que después de adjuntar los billetes de avión, la carta de invitación de mis padres (80 euros más), el seguro de viaje (otros 70 dólares a pagar en la oficina que trabaja con el consulado), varias fotos (12 dólares más en la susodicha oficina), documentos acreditativos de que tienes trabajo, has solicitado esos días como vacaciones en el mismo, posees vivienda en propiedad, ahorros en el país, dinero para ir y regresar, etc. te pueden denegar el visado aduciendo “que la información presentada y las condiciones de la estancia no resultan fiables” un motivo realmente vago.
Si esto no fuera poco, una vez recibes la denegación puedes reclamar, no con el cónsul, sino por e-mail o entregando una carta en una ventanilla de atención al público en plena calle y la respuesta puede tardar hasta 30 días, eliminando cualquier posibilidad de viajar si tu tiempo es ajustado. Lo más lamentable de esta situación no es que te denieguen el visado, sino que te exijan pagar tanto dinero por adelantado, en empresas privadas y después puedan darse el lujo de rechazar tu petición aduciendo unos motivos tan fútiles. No albergo esperanzas de que esta carta cambie nada, pero quiero hacer constar cómo la imagen del país está siendo dañada impunemente por quienes trabajan para el Estado.