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“En Feelgood se explica cómo se ha renunciado a las ideas en favor del capital”
La obra de Alistair Beaton vuelve a Madrid después de más de un año de gira y se podrá ver en el teatro Infanta Isabel desde el 20 de agosto hasta el 28 de septiembre.
MADRID// Fran Perea (Málaga, 1978) compartió cartel, entre otros, con Jorge Bosch, Manuela Velasco, Alberto Castrillo-Ferrer y Ainhoa Santamaría en la versión de Todos eran mis hijos (Arthur Miller) que dirigió Claudio Tolcachir en el año 2010. Se sintieron tan cómodos trabajando juntos que decidieron montar la compañía enTRAMAdos Teatro. De este proyecto nació Feelgood, una obra escrita por Alistair Beaton, que vuelve a Madrid después de más de un año de gira y que se podrá ver en el teatro Infanta Isabel desde el 20 de agosto hasta el 28 de septiembre.
El reparto lo completan Javi Coll (que reemplaza a Jorge Bosch), Javier Márquez y Jorge Usón, a quienes dirige Castrillo-Ferrer. Todos ellos se encargan de llevar a la escena la historia de las horas previas a la comparecencia del presidente de un Gobierno ante el Congreso. Censura, protestas sociales y un secreto que se revelará del mandatario son algunos de los ingredientes de esta obra, donde Perea interpreta el papel del director de comunicación del presidente encargado de elaborar sus discursos. Un tema que Beaton, escritor satírico-político escocés, conoce muy bien, ya que durante un tiempo trabajó escribiendo los discursos de Gordon Brown, primer ministro británico entre 2007 y 2010.
A pesar de que a un sector del público pueda sorprenderle, la relación de Fran Perea con el teatro nació con su vocación de actor. “Fue donde me crié y soy actor por el teatro, nunca pensé que fuera a tener éxito en la televisión –explica-. Cuando empecé a estudiar no existía el boom televisivo y el cine era algo de ciencia ficción para alguien de Málaga, como yo”. Las obras en las que ha participado hasta el momento se caracterizan por su complejidad: a la obra de Miller, hay que sumarle dos clásicos griegos dirigidos por Juan Carlos Plaza (Fedra, en 2007, y Electra, en 2012) y el clásico de Tirso de Molina El Burlador de Sevilla, en 2008, donde además de recitar en verso tenía que cantar en algunas de las escenas.
¿Feelgood también es un proyecto complicado?
Es, quizás, el proyecto más complicado en el que me he embarcado por toda la dimensión que tiene. Primero porque, si hablamos de la parte interpretativa, mi personaje en otros países lo han hecho actores de más edad. Era un hándicap que había que valorar, pero fueron mis compañeros los que dijeron que querían que lo hiciera porque pensaron que podía. En ese sentido es un reto. Después está el proceso que vivimos hasta que conseguir encontrar un texto que fuese comedia, porque era un género que nos apetecía, pero que tuviese un lugar de reflexión.
Y por otro lado está la parte de la organización. No era la primera vez que me metía en producción pero no habían sido de la envergadura de este, con tantas personas, con un modelo cooperativo basado en una estructura horizontal… Veníamos de trabajar con una productora como contratados y de pronto todos éramos compañeros para todo, que igual hacemos las funciones que cargamos y descargamos los camiones… Todo eso, en el período de dos años y pico que llevamos con este proyecto, lo convierte el algo muy complejo pero muy satisfactorio por lo que hemos logrado.
En alguna entrevista ha comentado que desde que se estrenó la obra, hace un año y medio, hasta el día de hoy ha ido creciendo mucho. ¿Qué quiere decir que una obra crece?
Yo creo que tiene que ver con este grupo, ya pasó en Todos eran mis hijos. Lejos de confiarnos, de pensar que como tenemos la función dominada no había nada más que trabajar, cada vez que terminaba una representación nos preguntábamos cosas sobre ella. Salíamos al escenario al día siguiente y volvían a pasar cosas nuevas y esto hace que una función vaya para arriba. Y luego el director también venía y proponía nuevas cosas, etc. Por eso decidimos seguir trabajando juntos, porque somos un grupo con un compromiso muy fuerte con el trabajo.
Ahora en Feelgood está pasando lo mismo. Es una función muy técnica, una comedia en la que si un personaje no hace un giro de cuerpo en un momento dado o no hay una respuesta que se monta con la otra, por ejemplo, el gag no funciona. Y todo eso se ha ido puliendo. También los actores estamos muy pendientes de que la función no se dispare; muchas veces, al ser comedia, tiendes a hacer la gracia y esto hay que atarlo. Y Alberto (Castrillo-Ferrer, el director) ha estado viniendo a muchas funciones, apuntando notas… Creo que al final eso ha hecho que la obra vaya evolucionando hacia bien, hacia un terreno en el que nos podemos permitir disfrutar mucho.
Al inicio del proyecto dijo que el hecho de ser productores les había permitido embarcarse en una obra que reflejara de algún modo su forma de concebir la política o la realidad. ¿Tan mal está la producción teatral que no se puede ni hacer crítica social?
(Piensa durante un momento). Bueno, creo que hay productores que sí lo hacen y otros que no, lo que sí que hay es miedo. Y está justificado. Parece que dentro del mundo de la Cultura hay una mayoría de pensamiento hacia la izquierda, un pensamiento crítico, y eso se ha castigado o maltratado. Y fíjate que el teatro es eso, siempre ha sido un lugar de entretenimiento, sí, pero que refleja lo que estamos viviendo. Sin embargo hoy hay una especie de miedo a que no haya contrataciones, a que te echen para atrás por ser crítico… Hay una tendencia a que el teatro comercial solo vaya hacia un entretenimiento vacío de contenido.
En cambio, están surgiendo otras corrientes de teatro alternativo que tienden hacia la crítica precisamente por esto, porque si no, no se hace. Nosotros, con esta función, no encontramos coproducción. Al final sí, con el Teatro Español, pero cuando ya teníamos la obra hecha. En estos momentos de crisis también hay mucho cuidado para ver dónde te metes. Antes a lo mejor te podías permitir arriesgar más pero ahora no; el dinero lo pones en un proyecto que sabes que va a tener éxito o intuyes que tiene muchas probabilidades.
También parece haber una cierta censura hacia los actores, a los que se castiga si se posicionan políticamente, especialmente si ese posicionamiento es de izquierdas. ¿Viene por parte de la profesión, por los medios o son los mismos actores los que se controlan para evitar tener problemas?
Creo que sí, que hay una parte profiláctica que tiene que ver con creer que si no hablas de tus ideas no vas a tener problemas con las contrataciones. Luego es verdad que yo, por ejemplo, que en algún momento de mi vida me he posicionado, he recibido hostias de todos los colores. Por parte de la profesión, porque sé de sitios en los que no me han contratado por tener ciertas ideas, pero también por parte de ciertos medios que no han querido entrevistarme por lo mismo. Y no solo ha llegado a eso; yo he sufrido un ataque directo por parte de la prensa, hacia mí y hacia mi familia. En algún momento he vivido una especie de caza de brujas, por decirlo de alguna manera.
Creo que es educacional, que eso la gente lo ve. Piensan que si se posicionan en un lado le van a dar hasta en el DNI, y eso provoca que nadie quiera hacerlo. En otros países creo que hay mucha más libertad. En Estados Unidos, por ejemplo, la gente ha manifestado sus ideas, ha apoyado campañas políticas, y luego ha seguido trabajando igual. Es decir que en España no hay demasiada libertad para que uno como persona exprese sus ideas y luego interprete a un personaje, que puede tener otras muchas.
En la obra interpreta al director de comunicación del presidente de un Gobierno, cuya función es deformar el lenguaje para manipular la realidad que les llega a los ciudadanos. ¿Cree que en esto hay también una parte de responsabilidad de los medios de comunicación que asumen ese lenguaje sin cuestionarlo?
Yo creo que sí, que los medios forman parte del juego. Al fin y al cabo las líneas editoriales también entran dentro de este juego porque el soporte de los medios es la publicidad. El que pone dinero para que una radio o un periódico funcione no quiere que se hable mal de los lugares donde tienen inversiones. Entonces claro, constantemente son acotados, no hay libertad de prensa.
En la función se refleja muy bien porque este director de comunicación es un tipo muy inteligente que sabe cómo aprovechar eso. Yo tengo una información, tú tienes otra, y como no quiero que tú saques la tuya te presiono para que no lo hagas, porque sé dónde tengo que tocar. Creo que esto es algo muy actual, muy real; se ha renunciado a las ideas en favor del capital, cosa que en Feelgood se explica perfectamente. Ahora parece que en España hay corrientes que se están empezando a separar de eso. Ojalá triunfen.
¿Cómo ha trabajado el personaje?
A ver, primero he intentado entenderlo. No es que tuviera un referente claro, supongo que de manera inconsciente, sí, pero nada concreto. Maite, que es mi hermana, trabaja en comunicación y la he escuchado hablar muchas veces o contar ciertas cosas y de ahí vas cogiendo pequeñas referencias. Y luego, soy un tipo de actor que confío mucho en el texto y en el director. Me gusta hacer un buen análisis del texto, leerlo muy bien.
Este, en concreto, está muy bien escrito porque el autor, Alistair Beaton, trabajó haciendo los discursos políticos de Gordon Brown, que fue primer ministro del Reino Unido, y conoce muy bien este ámbito. Es muy importante leer; entender por qué se dice una cosa y no otra, y hemos trabajado mucho en la adaptación también… Y después te pones en las manos del director para dejarte impregnar por lo que él piensa y por lo que él ve desde fuera. Y eso ha sido el 60% del trabajo. El otro 40% son los compañeros; también me gusta mucho trabajar con la gente. Normalmente encuentras mucho en el otro.
La mayoría de la gente lo conoce por sus trabajos en televisión. Según ha dicho en algún momento, por un lado es malo porque lo reducen a ser “el de Los Serrano”, pero por otro es bueno porque eso permite que se sorprendan si van a verlo al teatro. ¿Qué sorpresa es esa?
Yo creo que la sorpresa está en la diferencia de personajes. Si a la gente le das todo el rato lo mismo, se aburre. Creo que ir a ver a un actor al teatro haciendo un trabajo diferente del que hace la tele… A mí me pasa, cuando voy a ver a un actor que trabaja mucho en televisión, me sorprendo y lo agradezco. Y creo que mi trabajo es todo lo que hemos hablado antes de ponerte a disposición del director, etc. pero también transmitir un mensaje, que una obra comunique algo. Y luego cambiar de rol, claro. Además, me parece que ver a un actor en el teatro es muy bonito, muy interesante.
¿Qué evolución ha notado desde que empezó a trabajar?
Pues creo que (dice antes de reflexionar durante un momento)… Este trabajo tiene mucho de lo que te va dejando la gente con la que trabajas, los procesos. Muchas veces no me gustan los resultados, las series las veo pero tampoco soy un enfermo, o las pelis que hago si las repiten tampoco me gusta verlas. Prefiero quedarme con el proceso que he vivido mientras estaba trabajando que con el resultado.
Hombre, yo he tenido mucha suerte y he coincidido con gente que ha dejado en mí cosas muy interesantes o puntos de vista diferentes. José Carlos Plaza, Antonio Banderas, Claudio Tolcachir, Belén Rueda… Es gente que te va dejando cosas y creo que eso hace que vayas madurando, creciendo. Además siempre he tratado de ser muy observador y creo que ahora tengo más herramientas que he aprendido de la gente que ha pasado por mi vida. Es lo que tengo; no sé si es mejor o peor. La inseguridad sigue siendo mucha siempre, los miedos o la incertidumbre están ahí, pero también la ilusión, que no la he perdido.
Casi todxs lxs artistas suelen ser personas sensibles y por tanto, permeables al sufrimiento ajeno.
El intelecto busca pero el que encuentra es el corazón. El mundo no funciona por la economía sino por el corazón.
«Pobre del cantor de nuestros días, que no arriesgue su cuerda, por no arriesgar su vida….(Pablo Milanés)