Economía social
Un aceite que nace de la tierra y sus intérpretes
La cooperativa L’Olivera integra a personas con discapacidad psíquica y elabora productos de valor añadido estrechamente vinculados al territorio
Año 1974. Un escolapio de Barcelona y tres chicas jóvenes deciden trasladarse al campo para iniciar una experiencia de vida en comunidad mediante un proyecto productivo que aunase integración social y revitalización del entorno rural. Hacía pocos años que habían comenzado a impulsarse proyectos educativos y laborales para personas con discapacidades psíquicas, fundamentalmente por parte de las familias. El grupo se instaló en Vallbona de les Monges (Lleida), y se propuso sumar a su aventura a personas con discapacidad intelectual que no gozaban de un apoyo familiar.
Este fue el germen de la cooperativa L’Olivera, que en la actualidad produce 160.000 botellas de hasta 17 tipos distintos de vino y cerca de 15.000 litros de cinco especialidades de aceites. Fue en los años 80 cuando se decidió impulsar un proyecto económico basado en el valor añadido: fabricar productos de alta calidad, respetuosos con el medio ambiente y que permitiesen a los trabajadores ganarse el pan.
«Vallbona es de relieve montañoso, clima de secano, un clima extremo… o vas por la calidad, el valor añadido, el trabajo bien hecho, o no podíamos llevarlo adelante. Comenzamos con el vino, y vimos que una buena manera de ser viables era pasar de ser productores a hacernos también envasadores y comercializadores», explica Pau Moragas, responsable de campo y del molino de aceite y miembro de la Junta Directiva de la cooperativa.
Actualmente, esta empresa da trabajo a cerca de 50 personas en Vallbona, la mitad de ellas con algún tipo de discapacidad intelectual, que también pueden ser socias de la cooperativa. “Intentamos que no sea un servicio social, sino que sea su lugar de vida, de trabajo, donde desarrollar sus capacidades y habilidades”, explica Moragas. Desde 2010, L’Olivera gestiona la viña del Ayuntamiento de Barcelona en la sierra de Collserola, que emplea a 25 personas más.
Los productos de l’Olivera, muy ligados a la tierra en la que se producen, se comercializan principalmente en bares, restaurantes, y pequeños comercios de Cataluña. “Pensamos que el producto es fruto de la tierra (un clima, las variedades que utilizas…) y de la gente que lo hace, que lo interpreta. Cuando haces un producto bueno, con carácter, muy ligado a su origen, nunca se podrá deslocalizar”, sostiene.
Agrónomo y enólogo de formación, Moragas explica: “Estamos continuamente repensándonos. Probamos, discutimos, hablamos con los clientes… No son productos que salen por casualidad. Solemos decir que no hacemos vinos y aceites de cooperativa, sino vinos y aceites cooperativos”.