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La madre que parió a agosto
La minoría ha logrado abandonar el zoo humano por unos días. La minoría se ha recreado, ha fantaseado con vivir otras vidas
¿No ha notado usted que agosto es un mes embarazado? Es un mes preñado de otro mes, como si de un agosto grande naciera un agostito. Se lo explico: usted se pasa el año creyendo vivir en los mismos meses que el resto de la gente (las estrellas de la tele, los políticos, su jefe –si tiene usted la suerte de tener un empleo–, los funcionarios, los rentistas y, también, mucha gente ‘normal’…); pero resulta que llega el mes de agosto y éste se desgaja como el brazo de una estrella de mar del que crecerá otra estrella de mar. Usted queda atrapado en el mes de agosto grande y reseco (la muda de un lagarto) y ellos, los menos, los afortunados, se alejan en ese agosto reluciente y lubricado; charlando jovialmente rumbo a otro tiempo, a otra época: aquella en la que lo mismo da martes que jueves, aquella en la que los grillos cantan bajo un cielo cuajado de estrellas, aquella en la que la brisa nocturna está cargada de promesas audaces.
Pero usted se ha quedado en este agosto, rodeado de otras personas que, como usted, ponen cara de incredulidad. Usted forma parte de la mayoría -ésta sí- silenciosa. Su tiempo no ha cambiado. Su agosto no se diferencia nada de ningún otro mes, salvo por los 36 grados de temperatura, a la sombra.
En el agosto de la mayoría, en su agosto, paciente lector, la rutina no se rompe. El rodillo de la vida pasa con la misma cadencia que en cualquier otra época del año. Suena el teléfono fijo a las tres de la tarde ofreciendo tarjetas de crédito, la lavadora decide no volver a centrifugar, se muere un laurel en el tiesto. Sin embargo, hay ciertas disfuncionalidades irritantes. La panadería habitual cierra hasta el día 24. También el único bar donde le fiarían. Y uno de los dos kioscos de la plaza. Sus dueños se han ido al agosto desgajado, a otro tiempo.
A veces sucede que se establece una conversación telefónica entre los dos agostos. Siempre será una conversación precaria (al fin y al cabo estos dos agostos son madre e hijo). Imposible entenderse del todo. La visión de un escupitajo viscoso en el andén del metro no es comparable con la del mar lamiendo zalameramente unos tobillos. Son magnitudes inconmensurables. Cosas de la física.
Quizá durante un fin de semana, o durante el puente de la Virgen, usted logre fugazmente visitar el agosto de la minoría y convertirse así en minoría. Esas incursiones en una temporalidad paralela (que son como rebañar una alita de pollo que se ha comido antes otra persona) pueden tener efectos secundarios devastadores, le advierto. Le puede pasar a usted como al protagonista de la película La mosca, y volver al presente con cuerpo de mayoría y mente de minoría. Algo, por otra parte, muy español.
En fin. Apenas nos queda hacer notar una última peculiaridad de la minoría: tiende a pensar que todo el mundo es como ella. En septiembre, compruébelo, la minoría entrará rozagante por esa puerta y lo hará pensando que todo el mundo ‘ha cargado las pilas’. La minoría regresará con entusiasmo renovado, con ganas de otoño y de complementos de moda. Es probable que la minoría quiera forzarlo a usted a que se entusiasme. Si la minoría es su jefe, considerará como pereza lo que no es sino cansancio. Pero, ¿por qué iba usted a estar cansado si ‘hemos cargado las pilas’?
Qué buena cara trae la minoría. Entre ella y nosotros hay la misma (y notable) diferencia que la que se da entre un tigre en libertad y un tigre en cautividad. La minoría ha logrado abandonar el zoo humano por unos días. La minoría se ha recreado, ha fantaseado con vivir otras vidas (‘¿y si nos quedáramos a vivir aquí?’), ha podido concluir que merecen la pena los sacrificios de todo el año porque ha tenido una recompensa. La minoría se ha reencontrado consigo misma, e incluso ha hecho propósitos para el nuevo curso que empieza.
Y empezará un nuevo curso que en realidad, usted lo sabe, es viejo. Cada año en septiembre, como ya es tradición, algunos medios publicarán resúmenes informativos titulados ‘Lo que usted se perdió durante el verano’. Y lo harán a sabiendas de que usted, que es la mayoría silenciosa, no se perdió nada, porque estaba donde ha estado siempre.
Es esclarecedor ese momento en el que uno se da cuenta de que, en realidad, los medios mayoritarios sólo se dirigen a la minoría.
«humor», dice la etiqueta, y parece Isaac Rosa (que me gusta cómo escribe, pero siempre me deja hecho polvo).