Opinión
La entrevista que no le hice a Hsiao-Hung Pai o sobre las urgencias perifálicas
El autor se pregunta si hay diferencia entre quienes se hallan en situación de prostitución actualmente y la clase obrera en el s. XIX en Inglaterra.
En el verano de 2013 encontré en una librería cercana al British Museum el libro de Hsiao-Hung Pai Invisible. Tardé tres días en terminarlo. Este libro es un reportaje de investigación sobre la prostitución emigrante en el Reino Unido. Una opción tomada ‘libremente’, una vez que han sido desprovistas de cualquier oportunidad de sustento económico para ellas, sus hijos y otros familiares, en sus países de origen, China, Polonia, Rumanía, etc.
El trabajo que realizan estas mujeres –si es que se puede llamar así- es sórdido, extenuante y mal pagado (¿que estuviera bien pagado cambiaría las cosas?), tal como lo retrata Pai en el libro.
Decidí hacerle una entrevista a Hsiao-Hung para publicarla en La Marea y dar así la oportunidad de difundir su obra en España (tiene otros libros de periodismo de investigación).
Lo primero que le mencionaba en el borrador de entrevista que le envié era la correspondencia entre sus datos empíricos y la caracterización analítica que había hecho, unos años antes, Peter de Marneffe:
«Hay varios tipos de prostitución, algunos de los cuales son menos dañinos y arriesgados que otros. Hay un tipo, sin embargo, sobre el que hay un amplio consenso, que causa daño psicológico permanente. Este es el tipo en el que la trabajadora del sexo proporciona servicios sexuales a lo largo del día o de la semana a cierto número de hombres, a muchos de los cuales no conoce en absoluto, la mayoría no los conoce apenas. Este trabajo se vive como humillante y abusivo y produce sentimientos duraderos de menosprecio propio, vergüenza y aborrecimiento. Esta clase de trabajo es también altamente estresante, tanto que algunos investigadores han señalado que produce el síndrome del stress postraumático similar al que se encuentra en veteranos de guerra.»
En el libro de Pai, hay observaciones que refuerzan lo anterior (“las necesidades de las trabajadoras eran irrelevantes para el negocio”, “estaban allí para ser usadas al máximo, como animales – hasta las 2:00 de la madrugada cada día (16 horas al día)”. Por ello, le preguntaba si había diferencia entre esta situación y la que caracterizaba F. Engels en su clásico del s. XIX La situación de la clase obrera en Inglaterra.
Sin habilidades (skills, que dicen los ingleses) periodísticas, mis preguntas eran torpes y mal encadenadas. Pero el núcleo de la cuestión estaba presente en todas ellas: ¿hay razones para la complacencia actual con la prostitución?
Le comentaba en la entrevista, el caso de aquel Premio Nobel de Medicina invitado a dar unas conferencias en España que exigió a los organizadores –además de una cantidad significativa de dinero- una callgirl 24 horas durante su estancia en Madrid. Mirando su página web unos años después, me ‘conmovía’ por sus ‘apasionadas declaraciones de amor a su esposa, apoyo durante toda su vida”. Aun ignorando si existen cifras contrastables, me parece que una proporción apreciable de la clientela de las prostitutas son hombres casados, un hecho que cuestiona el supuesto ‘servicio social’ que prestan estas trabajadoras ‘a los hombres sin pareja.’
Estas y otras preguntas eran la excusa para dar a conocer a Pai y señalar que hay actividades –y ahora ya no lo llamo trabajo- que son degradantes, contribuyen a mantener la diferencia de género, fomentan el muro de incomunicación entre mujer y hombre, refuerza tópicos y roles sociales con todo su conjunto atrabiliario de contenidos justificativos, argumentos pseudoprogresistas y demás pensamientos de cloaca.
Mientras una mujer pueda ser reducida a ‘una bacinilla de esperma’, como es el 99% del contenido de la pornografía en Internet, y esa sea la invitación al sexo por dinero, mientras eso, ‘Houston, tenemos un problema.’
Lean el libro de Pai, o si no tienen fluidez con el inglés, pidan que lo publiquen en castellano.
(Thanks due to L. Vaticon, Guillermo V.V. y M. Bandera)
Se me olvidó explicar el por qué de ‘urgencias perifálicas’.
En su sentido más literal:
– peri : alrededor
– fálicas: del pene
– urgencias: premura
La referencia es a lo que cuenta Pai en su libro de investigación: algunos clientes regulares, en vez de tomar un café a la hora del desayuno, tiene una ‘urgencia perifálica’ y van a aliviarse con la emigrante de turno.
Aprovecho para mencionar el trabajo de la investigadora Rae Langton (MIT), que en su ‘Sexual Solipsism’ deja muy claro que de la misma manera que hay ‘actos del habla’ que incitan al racismo y a la desigualdad social, hay otros ‘actos del habla’ como la pornografía que promueven la consideración de las mujeres como objetos, su uso, manipulación, humillación, etc. Extiéndalo a la prostitución y hablamos a continuación de empoderamiento o del precio de las zanahorias.
Se emplea el concepto ‘bacinilla de esperma’ en el marco de la pornografía en internet; y no es original mío, sino de una militante feminista, aunque esa verbalización concreta sí. Deriva de aspectos práctico-teóricos del cine pornográfico (como queda expuesto con claridad en obras como “Raw Talent” o “How to make love like a porn star” de los actores porno, Jerry Butler y Jenna Jameson, respectivamente) por el que, el final del acto pornográfico debe ser público, es decir, la eyaculación debe ser externa. Fallar en este apartado, es decir correrse dentro, implica repetir la escena, pues se pierde un elemento esencial de la pornografía, que es externalizar el sexo. Que ese esperma se arroje sobre la mujer cual bacinilla (podría tirarse a una puerta, u cualquier otro lugar,…), es lo que ha llevado a esa asociación y de ahí al concepto. Si se lee bien la frase que he escrito, me limito a reflejar lo que hay en Internet, nos guste o no.
En cuanto al comentario de que el texto tiene moralina, también se podría decir que tiene óxido nitroso u cualquier otra cosa. Se puede afirmar lo que se quiera, otra cosa es que se fundamente. Y hablando de fundamentar, ¿quién se desempodera y porqué?
Con todo el respeto se lo digo, y que vea que no le voy a llamar h d p, precisamente también porque tengo un gran respeto por dichas mujeres, su comentario y articulo rezuma moralina por todos lados, pero moralina de la mala, casi de la misma en la que nos enseñaron los curas. Su acepción de «bacinillas de esperma» hacia las mujeres que se dedican a prostitución es sencillamente vomitiva, además de estigmatizante y lo más desempoderador que he visto en mucho tiempo.
¿Podría explicarnos el sentido de la expresión «urgencia perifálica», y el motivo de usarla para hacer su denuncia?
Agradezco el tono correcto en que están escritos los comentarios anteriores, sobre todo en un tiempo en el que, lo normal es que te llamen h. de p. a poco que estén en desacuerdo contigo.
Dicho lo cual, no basta con reclamarse de un colectivo, para tener legitimidad y autoridad para hablar de un determinado problema. Lo importante son los argumentos y las razones, y eso no le pertenecen a ningún colectivo. Faltaría más, que no pudiéramos defender el derecho al aborto porque hay un colectivo antiabortista. O que yo, que no soy verdugo, ni he matado a nadie, no pueda opinar sobre la pena de muerte.
Obviamente, hay gente dispuesta a defender cualquier cosa, incluso solapadamente, como ese obispo que acusaba a niños/as de provocar, y justificar así la pederastia. Puestos a ellos, estoy convencido de que hay defensores de la lucha de gladiadores y otras actividades extremas. ¿Porque haya gente dispuesta debe la sociedad permitirlo?
Por otro lado, yo no me lamento de la situación de las mujeres que tienen que ejercer esa actividad. Los lamentos en el desierto y los golpes de pecho cuadran muy bien a los cristianos de farolillo. Yo estoy en contra de que exista esa actividad, porque como hombre me denigra a MI. Y hago mía lo que dijo el enviado especial para la prostitución de la ONU, hace ya algunos años, en su visita a los prostíbulos de Calcuta: Me avergüenzo de ser hombre.
El artículo es muy certero y sumamente respetuoso. Llevamos años declarando que todos los seres humanos deben considerarse como iguales morales.…eso implica posicionarse frente a esa prostitución sórdida, de la que se habla en el artículo, como un tipo de esclavitud y de violencia -simbólica y real- contra las mujeres.
Como feminista, no deja de sorprenderme la respuesta irritada de grupos de mujeres “trabajadoras del sexo”, su testimonio refuerza y oxigena el discurso patriarcal de manera impecable. Como diría la valerosa Antígona, la prostitución podrá ser legal, pero nunca será legítima.
la próxima vez que se lamente de que una trabajadora sexual tenga condiciones laborales propias del siglo XIX recuerde que usted, y la gente que como usted aún duda si el trabajo sexual es o no un trabajo, son la causa directa de la indefensión jurídica de lxs trabajadorxs del sexo frente a la explotación laboral.
¿Y cómo es que ponen una fotografía de «trabajadoras del sexo» manifestándose para exigir sus derechos?
Somos trabajadoras del sexo, no «bacinillas», oiga.
Si Vd. dice que me respeta pero se niega a que tenga los mismos derechos que Vd., perdone, pero Vd. no me respeta». Hetaira, colectivo en defensa de los derechos de las prostitutas.
Muy bueno el artículo. Muestra la sórdida realidad de ese mundo de explotación y vejación de las mujeres, en pocas palabras, claras y sin concesiones. Y todavía pretenden «dignificarlo» diciendo que es «un trabajo» como otro cualquiera… ¡Abolición de la prostitución ya! Y penalización a proxenetas y mal llamados «clientes»