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El campo teme por el fin de las cajas rurales

El Gobierno quiere reestructurar a las cooperativas de crédito que son lasúnicas entidades en muchos pueblos

[Artículo publicado en el número 18 de la revista La Marea ya a la venta en quioscos]

Montejo de Arévalo es una mota en el amplio mar amarillo y verde de los campos de cereales de la campiña segoviana. El trigo llega prácticamente al lado de las primeras casas, frente a las que grandes tractores parecen esperar un nuevo día y una nueva faena. Las manchas en la ropa de los  lugareños que descansan en el bar y las reivindicaciones agrarias que se agarran al oxidado cartel que da la bienvenida al pueblo delatan que, para los alrededor de 200 habitantes de Montejo, el campo es mucho más que un paisaje: es su principal forma de ganarse la vida.

A pocos metros, se encuentra la oficina de la Caja Rural de Segovia, convertida ahora en Cajaviva tras fusionarse con la Caja de Burgos, la de Fuentepelayo y la de Castelldans. La caja ha sido hasta hace pocos años el único servicio financiero con el que contaba Montejo, desde que fue fundada en 1951 para satisfacer las necesidades de sus vecinos, en especial de los agricultores. Todos en Montejo tienen buenas palabras para la entidad pero pocos saben que su caja, como todas las cooperativas de crédito del país, está en la diana del Gobierno, el Banco de España y las instituciones europeas.

“Como último eslabón de la reforma de las entidades, les anuncio que el Gobierno realizará en los próximos meses una actualización del régimen jurídico de las cooperativas de crédito”, anunció el ministro de Economía, Luis de Guindos, en una intervención en el Congreso en enero. Desde entonces poco más se ha sabido; sólo que, para el Gobierno, la Comisión Europea y el Banco Central Europeo, el principal problema es que el sector está demasiado atomizado, es decir, hay demasiadas cooperativas de crédito y son demasiado pequeñas.

Este argumento choca frontalmente con el que el mismo ministerio utilizó a finales del año pasado para justificar la ley que suponía la práctica desaparición de las cajas de ahorro y su conversión en fundaciones bancarias. En el preámbulo de la norma se recordaba que las cajas de ahorro, que habían nacido para dar servicio a “las clases sociales más desfavorecidas”, habían acabado comportándose igual que los bancos. Además, el Gobierno se quejaba de que se habían convertido en entidades demasiado grandes, lo que les había hecho olvidar su “preferencia natural por la actividad financiera más básica, de menor riesgo y sofisticación y más próxima al interés del ciudadano”. Las cajas rurales se podrían describir usando los adjetivos contrarios: son pequeñas, cercanas y no suponen muchos riesgos. La muestra es que ninguna de ellas ha tenido que recibir ni un euro de ayudas públicas para sobrevivir durante el desierto de la crisis.

“Esto es lo que hay con este Gobierno, tienen entre ceja y ceja cargarse el medio rural y esto de eliminar las cajas es otro pasito más”, critica el alcalde de Montejo de Arévalo. Cualquiera diría que es un militante del PSOE o Izquierda Unida, pero no, era el logo del PP el que acompañaba el nombre de José Arroyo en la papeleta electoral. Arroyo pasa inadvertido entre aquellos trabajadores que apuran su copa en el bar, no solo por la estética, sino también por su forma de hablar y su conocimiento de la realidad del pueblo y del campo. “Las cajas son imprescindibles aquí, nos lo facilitan todo y están mucho más acostumbradas que los bancos a trabajar con las subvenciones que vienen de la Diputación, de la Junta de Castilla y León o desde la Política Agraria Comunitaria”, sentencia el regidor.

La Caja Rural de Segovia sigue siendo la única entidad financiera que tiene una oficina en Montejo, pero desde hace unos años, un antiguo trabajador de la caja que durante 15 años había sido el puente entre los vecinos y sus ahorros, decidió establecerse como agente comercial del Banco Santander en el pueblo. “Mucha gente se cambió porque el comercial era su persona de confianza de toda la vida, con el que habían estado trabajando muchos años”, explica el alcalde. “Pero los problemas no tardaron en llegar. En lo del día a día todo iba normal, pero cuando algunos fueron a pedir dinero para hacer naves para los cerdos o cualquier otro proyecto del campo, en el Santander sólo se encontraron con impedimentos”, asegura Arroyo. El comercial del banco de Botín conocía más que de sobra a los vecinos de Montejo, también sabía cómo funciona la economía de la zona, pero la dinámica del Santander no es la misma que la de las cooperativas de crédito.

“Nosotros nacimos por la necesidad de los agricultores del pueblo de acceder al crédito, y ahí hemos seguido, siempre cercanos a ellos y a los vecinos”.  Carlos Gallego habla en primera persona al referirse a la caja porque durante muchos años fue su consejero y el enlace entre el pueblo y la entidad. Cuando en Montejo se pregunta por cómo funciona la caja rural, todo el mundo apunta a Gallego como la persona más adecuada para hablar. “Desde que nació la caja los que han estado al frente y los propios socios han tenido claro que su misión era la de dar el servicio que necesitaba la gente de aquí y nunca nos hemos salido de ese camino”, explica Gallego. “También pudimos habernos metido en lo de la construcción –continúa el antiguo consejero– como hicieron los bancos y algunas cajas de ahorro, pero menos mal que seguimos a lo nuestro porque hubiéramos acabado hasta el cuello”.

Gracias a su manera de trabajar como cooperativas de crédito, propiedad de sus socios, centrados en el bajo riesgo y en las actividades que conocen, las cajas rurales tienen sus balances equilibrados y pueden seguir otorgando crédito, mientras que la mayoría del sistema financiero español ha cerrado el grifo para poder sanear primero sus propios balances. “No vamos a volver a dar crédito”, reza en letras grandes un cartel de la Caja Rural de Salamanca en la vecina Arévalo; “porque nunca hemos dejado de darlo”, continúa en letras más pequeñas. No perder su fuente de financiación ha permitido que muchos negocios que trabajan con las cooperativas de crédito hayan podido capear la crisis económica con menos dificultades.

Esto es lo que le ocurrió a Los Joaquines, una empresa familiar que lleva cuatro generaciones elaborando, entre otros, el famoso chorizo de Cantimpalos (Segovia). Bustar ha sido una de las encargadas de timonear el negocio frente a las turbulencias de los últimos años, un tiempo durante el cual la empresa ha vivido “momentos difíciles” y en los que, según ella, “hemos encontrado siempre el apoyo de la caja [Cajaviva], mientras los bancos nos cerraban las puertas”.

El spot promocional de Los Joaquines muestra las enormes transformaciones que se han producido en su negocio y en el sector a lo largo de los años. De las imágenes en blanco y negro de las matanzas sobre mesas de madera se pasa al vídeo de la cadena de producción mecanizada de sus embutidos, un cambio en el que el apoyo de la caja ha sido fundamental. “Según nuestra experiencia, la caja rural ha contribuido a que en Cantimpalos muchas empresas puedan seguir trabajando en este oficio tan popular como es la chacinería”, concluye Bustar.

Además de la cercanía en el trato, de haberse limitado a trabajar en su zona, e incluso de haberse convertido en fuentes de desarrollo local, las cajas rurales han arrojado un pequeño hilo de luz sobre uno de los pasajes más turbios de la crisis, los desahucios. En marzo de 2012, 23 cooperativas de crédito se adhirieron al código de buenas prácticas sobre desahucios que puso en marcha el Gobierno, con el que se comprometieron a aplicar daciones en pago, reestructuraciones de la deuda y otras medidas que permitieran que las personas no tuvieran que abandonar sus hogares. Entre esta medida y la presión de colectivos sociales como Stop Desahucios, ya se ha llegado a varios acuerdos entre cajas y deudores en diferentes lugares como Almería, Granada, Burgos o Salamanca.

Martín García es uno de los socios de la caja de Montejo de Arévalo. Está muy orgulloso de pertenecer a la cooperativa, pero también recuerda algún momento difícil. “Hombre, lo de la caja no han sido sólo historias bonitas. Yo hace unos años estuve a punto de no poder pagar un par de letras que tenía y… vaya que es una caja en vez de un banco pero también se pasa miedo”, asegura. “Pero es verdad que hace mucha falta, si nos la quitaran lo íbamos a notar mucho en nuestro pueblo y en los de alrededor, en Donhierro y Tolocirio, que también usan esta oficina”, explica Martín.

La especulación de la banca

Gallego, el antiguo consejero de Caja Segovia, también tiene claro que perder las cajas rurales sería dar un paso atrás. “Si nos quitan las cajas ¿qué es lo que nos queda? Sólo la especulación de la banca”, asevera. “Mira la alternativa que tenemos en el pueblo, sólo un agente comercial del Santander, el Santander… –vuelve a repetir el nombre del banco mientras hace una mueca con la cara– es que es una vergüenza. Pienso en cuando hace poco ampliaron capital y salió Botín prometiendo el oro y el moro a la gente para acabar engañándolos con sus preferentes” [en referencia a los conocidos como Valores Santander]. “Pues así han acabado perdiendo sus ahorros muchas personas, sobre todo mayores, que metieron su dinero y ahora sólo tienen un puñado de papeles”, se lamenta Gallego.

El antiguo cargo de Caja Segovia tiene claro que en las cooperativas de crédito semejante fraude nunca ocurriría. Pero ésta no es la única diferencia que cree importante entre bancos y cajas. Para Gallego, una de las grandes ventajas de las cajas es su transparencia: los socios pueden acceder a la información de la entidad y las juntas  de socios dan buena cuenta de ello. Pero es el trato cercano, el conocimiento de las personas y el medio lo que siempre destaca de las cajas por encima de todo. “Lo digo como consejero, porque yo lo he hecho, no dábamos un crédito a cualquiera, lo estudiábamos mucho y sobre todo lo conocíamos del día a día”, explica Gallego.

Ahora el modelo de las cooperativas de crédito está en peligro, ya no sólo por la intención declarada del Gobierno de reestructurar el sector, sino también por la concentración de los últimos años, que ha reducido el número de entidades independientes  a 65. “En las cajas queremos concentrarnos porque es una forma de tener más facilidades y seguir existiendo en estos tiempos, pero es muy difícil seguir siendo lo que somos si al unirnos varias cajas, como hemos hecho en Cajaviva, no se aumentan los consejeros”, advierte Gallego. “Con la fusión de Caja Rural de Segovia y la de Burgos hemos perdido consejeros aquí, porque casi todos están en Burgos y eso se va notando”, se lamenta el alcalde Arroyo. “Si quieren quitar las cajas lo harán, no creo que podamos hacer mucho, pero va a ser una faena para las personas mayores que son mayoría en pueblos como éste y que lo tienen difícil para ir a las oficinas de otros pueblos y tener el dinero de su pensión a la vista”, añade.

La historia de las cooperativas de crédito apenas ha conocido altibajos, por lo menos hasta ahora. Sus socios y órganos rectores las han mantenido alejadas de los suculentos negocios que más tarde se convirtieron en estocadas fatales para bancos y cajas. Carlos Gallego sólo recuerda una vez en la que vieron en serio peligro la vida de su entidad: durante la crisis financiera a principios de la década de 1980, cuando los socios tuvieron que recapitalizar la caja con su propio dinero y decidieron mantener una oficina que no era casi rentable como la de Montejo de Arévalo. A Gallego le asaltan preguntas que parecen tener una respuesta más que clara: “¿Qué hubieran hecho ahí los bancos?, ¿se hubieran esforzado en mantener su oficina con vida? Nosotros lo teníamos claro, había que mantenerla, porque la caja la sentíamos como nuestra, y así la seguimos viendo”.

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Comentarios
  1. Las Cajas Rurales son el caramelito dulce que queda en la Banca: saneadas, con confianza de sus clientes, sin agujeros negros… Así que toca repartirlas entre la gran Banca para que ganen un poquito más y muchos pueblos se queden aún más desatendidos

  2. Llevo meses diciendo que quieren eliminar las cajas rurales. En mi libro «La Banca Que Necesitamos» se explica toda la evolución que han seguido cajas de ahorros y cooperativas de crédito en España durante las dos últimas decadas hasta llegar la crisis financiera y como las medidas que se están tomando estan acabando con la banca socialmente responsable que teníamos.

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