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África se reivindica por medio de su cultura
El arte moderno, la literatura, la música y el cine son las herramientas que los africanos están utilizando para expresarse, denunciar las desigualdades, el machismo o las injusticias que sufren.
MADRID// El arte moderno, la literatura, la música y el cine son las herramientas que los africanos están utilizando para expresarse, denunciar las desigualdades, el machismo o las injusticias que sufren. Así quisieron reflejarlo las participantes de una de las ponencias enmarcadas en el encuentro sobre Activismos Africanos organizado por la Coordinadora ONG para el Desarrollo en España que se celebró a finales de junio en Madrid.
La redactora y coordinadora de publicaciones de Afribuku, Ángela Rodríguez, fue la encargada de relatar cómo durante la Primavera Árabe explotó en las calles el arte urbano, especialmente los grafitis, como medio para unir a la gente de la calle y los artistas en sus denuncias socio-políticas. “No solo sirvieron como herramienta de protesta social, sino que también fueron muy útiles como crónica de las diferentes revoluciones que se fueron sucediendo”, contaba.
Rodríguez se centró en Egipto –“el arte urbano es tan extenso que no podrían abarcarse todos sus ejemplos ni en una semana”- para contar que los grafitis sirvieron, por un lado, como vía de diálogo directo entre los ciudadanos y los artistas ya que no tenían que pasar por el filtro de los medios de comunicación ni había ninguna posibilidad de censura previa. Este modo de expresión cultural pudo trascender de lo meramente local gracias, por otro lado, a las redes sociales, medio por el que se difundieron las denuncias procedentes de los países que formaron parte de la Primavera Árabe.
Como características principales de este tipo de arte, Ángela Rodríguez destacó la influencia de la caligrafía árabe y de los murales faraónicos, así como la presencia de la mujer, tanto desde el punto de vista de la creación (con figuras tan relevantes como Mira Shimadeh, El Zeft o Aya Tarek) como por ser objeto de homenaje por su lucha constante por parte del resto de los artistas. También destacó que las nuevas formas de creación se encuentran experimentando caminos que tienen que ver con el aquí y ahora, la globalización o la emigración, a diferencia de lo que se venía haciendo hasta el momento, ya que se ponía el foco en cuestiones como la historia del país, la identidad de los pueblos o su folklore.
Otra de las herramientas más potentes que han encontrado los artistas africanos mediante la que articular el descontento social y la denuncia de la corrupción o los abusos políticos es la música. Fue Tania Safura, gestora cultural especializada en el ámbito de la interculturalidad, inmigración y sociedades africanas y fundadora del proyecto “Radio África. Sonidos Urbanos” , la encargada de hacer un breve repaso de los cantantes más relevantes del continente en este ámbito. Nombres como el de Bi Kidube, Miriam Makeba, Oumá Sangaré o Eyuphuru avivaron las ganas de participar de los asistentes quienes, junto con Safura, destacaron el riesgo al que estos artistas están expuestos al asumir el papel de representantes del pueblo.
Identificarse con los problemas de las clases menos pudientes, denunciar una cultura basada en el machismo que tolera tradiciones como los matrimonios forzados, dejar en evidencia la corrupción de los dirigentes actuales y la rebelión contra la pobreza endémica y las profundas desigualdades que asolan a diferentes regiones del continente, son algunas de las constantes que han marcado los estilos musicales más utilizados por los artistas africanos desde hace varias décadas, como el Hip Hop o el Afrobeat. Sin embargo, todos estos problemas se diluyen cuando los artistas se ven obligados a emigrar a otros países. Primero porque “los africanos en la diáspora dejan un poco de lado el contexto en el que vivían hasta ese momento y se centran en cuestiones relacionadas con el racismo o las dificultades para sobrevivir en países como España o Francia”. Es decir, “la denuncia de los problemas que asolan África pueden diluirse mientras los artistas están preocupados por su propia supervivencia”.
Es entonces cuando los migrantes recuperan asuntos vinculados con su propia identidad o sus raíces. Por otro, los artistas que son hijos de personas procedentes de países africanos, que Safura definió como de “segunda generación”, se centran en denunciar la exclusión que sufren. A esto hay que añadirle el problema de los tópicos de los que son víctimas los artistas africanos que abandonan su tierra para tratar buscarse la vida. Suele ser habitual que la sociedad a la que llegan los ignore si se dedican a un estilo de música contemporáneo o moderno, por lo que muchos de ellos se ven obligados a dedicarse a la música o la danza folklórica para encontrar un trabajo que les permita llegar a fin de mes.
El papel de la mujer como creadora
Respecto a la producción cinematográfica, Beatriz Leal, programadora del African Film Festival de Nueva York, destacó que la presencia de África en el cine suele estar relacionada bien con la ficción desde el prisma de la mirada occidental o bien con los documentales vinculados a la cooperación al desarrollo, lo educativo o lo exótico, siempre desde el punto de vista del extranjero. “Se da una visión falsamente humanitaria que, en realidad, solamente reproduce ciertas ideas desde la supremacía de Occidente”, lamentó.
A pesar de que estos sean los ejemplos que más se conocen, Leal relató que el cine africano comenzó a surgir en los años 60, cuando se comenzaron a elaborar películas que pretendían oponerse al eurocentrismo y la anulación de la identidad de este continente por lo que, en los inicios, la temática más habitual estaba relacionada con el quién soy y de dónde vengo de sus autores. Cincuenta años más tarde, la industria africana ha evolucionado hasta desarrollar una “gran variedad de estilos que ofrecen un amplio conjunto de imágenes alternativas a lo hecho hasta desde Occidente tanto sobre el continente como sobre su gente”.
Tal y como explicó Leal, “los directores africanos están abiertos a la escucha de las realidades sociales en las que viven, por lo que sus películas son una radiografía histórico-social de la hechos contemporáneos” donde además tienen cabida el folklore o las tradiciones de cada región. Respecto a las directoras, muy presentes en el proceso de creación del cine africano, Leal habló de productos muy diversos en cuanto al formato (ruedan films para la gran pantalla pero también para televisión o Internet) en los que destacan la libertad y la reapropiación en el uso de los llamados géneros menores así como su interés por recuperar la memoria de las mujeres en la historia de cada país.
Las mujeres fueron también protagonistas en la charla ofrecida por la escritora y traductora togolesa Hortense Djomeda, quien aseveró que, desde los años 90, “la evolución de las escritoras africanas ha sido tal que ha hecho que se coloquen en un lugar preferente, tanto en la literatura contemporánea” de este continente “como en la universal”. La crítica socio-política, el uso del espacio privado para denunciar los males de las sociedades en las que viven así como la necesidad de empoderamiento de la mujer, son los temas fundamentales en los que se centran.
Tras enumerar una serie de ejemplos que pueden encontrarse en los libros escritos por la ghanesa Amna Darko, la nigeriana Chimamanda Adichie o la senegalesa Fatou Diome, Hortense Djomeda puso de relevancia cómo las protagonistas se rebelan contra la opresión gracias a la solidaridad y la complicidad entre mujeres; una situación angustiosa que, en la ficción, suele resolverse con el asesinato del opresor. También se utiliza mucho el cuerpo femenino como espacio de apropiación por medio de la prostitución así como medio para “protestar contra los valores y la miseria moral africana”.