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“Evitar que la temperatura aumente 1,5 grados a final de siglo está fuera de nuestro alcance”
El catedrático de Ecología José Manuel Moreno, integrante del Panel Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático, advierte de que si no se toman medidas el incremento llegará a ser de 4 grados
MADRID // La ONU, la Unión Europea y Estados Unidos. Parece que la comunidad internacional se ha puesto de acuerdo para incluir, en los últimos meses, el cambio climático en sus agendas. La gravedad de las consecuencias que traería un aumento de temperaturas por encima de los dos grados para finales de este siglo, así como los efectos que el calentamiento global ya ha comenzado a generar, ha provocado que los diferentes líderes políticos hayan comenzado a plantearse en serio qué medidas deben de tomar para mitigarlo.
A pesar de este repentino interés, las advertencias sobre lo que podría ocurrir en el planeta si se continua promoviendo una emisión de gases contaminantes descontrolada no son nuevas. Según explica el vicepresidente de la mesa del Grupo de Trabajo II del Panel Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC) y revisor editorial del capítulo referido a ecosistemas terrestres, José Manuel Moreno, “ya desde el siglo XIX, diferentes científicos afamados hicieron unos cálculos preliminares y concluyeron que si se emitía mucho CO2 se iba a producir un calentamiento”. El IPCC se fundó a finales de los años 80 y ya en el primer informe que se elaboró, en 1991, empezó a hacer las llamadas de atención respecto a este problema.
Pero fue en 2007 cuando se aprobó en Valencia el informe de síntesis del cuarto informe del IPCC (el recientemente publicado es el quinto). “Ya en aquel entonces –cuenta el catedrático de Ecología de la Universidad de Castilla-La Mancha- se dio el visto bueno, por todos los países de la ONU sin excepción, a que el cambio climático era inequívoco. No me estoy inventando la palabra; eso fue lo que se aprobó”. En este último informe, además de reiterar que la existencia de este problema es incuestionable, “decimos que es extremadamente probable, es decir, con más del 95% de probabilidades, que la mayor parte del calentamiento observado en los últimos 50 años sea debido al efecto antropógeno (o sea, por causa humana). Es decir que la comunidad científica no lo duda y todos los gobiernos, sin excepción, tampoco”, afirma tajante.
Evitar que la temperatura aumente por encima de los dos grados a final de siglo “requiere de unas acciones inmediatas y de unos cambios en la forma de utilizar el carbono de una magnitud realmente considerable, que se tienen que tomar ya y de forma efectiva”. Una de las peores noticias que contiene el quinto informe del IPCC es que “el hecho de que la temperatura no exceda de 1,5 grados de aquí a final de siglo prácticamente ya no está a nuestro alcance –afirma Moreno-. Tendríamos que estar en una senda de reducción de emisiones muy importante y, salvo que inventemos algo que ahora mismo no existe, no vamos a poder evitarlo”. Por lo tanto, el objetivo es intentar que no se superen los dos grados, aunque, tal y como asevera Moreno, “si no hay acuerdos en breve, probablemente ocurrirá lo mismo. Es decir, que tampoco estará a nuestro alcance evitar este incremento”.
“Qué pasaría si…”
El informe sobre el cambio climático del IPCC plantea diferentes escenarios que podrían darse en función del grado de gases contaminantes que se emitan en todo el mundo en los próximos años, y, como explica José Manuel Moreno, responde a la pregunta ‘Qué pasaría si…’. “El inicio de estos escenarios es un ejercicio de imaginar qué ocurriría si las emisiones siguieran de una determinada manera. No hay probabilidades asociadas a ninguno de ellos porque no tenemos ninguna opción de saber cuál es el escenario más probable”. Lo que sí afirma este experto es que “si no se decide nada y las cosas continúan más o menos como hasta ahora, nos colocamos en una senda que nos conduciría a un calentamiento del orden de 4 grados para finales de siglo”.
Respecto a las medidas que es necesario tomar, los expertos del IPCC no recomiendan ninguna. “Nosotros –explica Moreno- analizamos qué cosas son posibles y qué tendría que pasar para que los aspectos más indeseados no terminen verificándose». Además, en algunos casos, los científicos analizan qué opciones hay para reducir ciertos riesgos. “Por ejemplo, en el capítulo de ecosistemas, se valora cuál sería el riesgo de que las zonas boreales, de la tundra, y por tanto, los sumideros de carbono que hay, se movilizasen como consecuencia del incremento de las temperaturas”.
En este caso, según han constatado, “lo que se ve es que el riesgo de una movilización del carbono acumulado en esas zonas es bajo, pero conforme aumenten las temperaturas a lo largo del siglo el riesgo va aumentando de manera que, al final, termina siendo muy alto”. En ese caso se analiza cuál es la capacidad de adaptación que tenemos para que eso no ocurra. “Y lo que vemos es que para este caso no tenemos capacidad de adaptación, es decir, que no podemos hacer nada”, asevera Moreno. Sin embargo, si bien es cierto que en la Amazonía el riesgo sube con el aumento de la temperatura, también lo es que afectan otros factores como las transformaciones del terreno o los incendios. “Y allí, la capacidad de adaptación es mayor porque el hombre sí puede evitar la desforestación y los incendios”, por lo que, en esta zona, el peor de los escenarios y su consecuente riesgo elevado no tendrían por qué verificarse.
Desastres naturales y migraciones
El retroceso de los glaciares alpinos, escandinavos e islandeses, el incremento de las masas forestales quemadas durante las últimas décadas en Portugal y Grecia, el estancamiento de las cosechas de trigo en determinados países o el cambio en la distribución de especies marinas marítimas son algunos de los impactos que, según el último informe del IPCC, ha causado el cambio climático en Europa. Sin embargo, no se ha podido constatar que el calentamiento global sea el responsable de algunos de los fenómenos climáticos extremos que se han vivido recientemente en todo el planeta, tales como la congelación de las cataratas del Niágara en enero, las recurrentes sequías en el Cuerno de África o el tifón que arrasó las Filipinas en noviembre del año pasado.
Según afirma José Manuel Moreno, “un punto muy importante en este tipo de informes es ver en qué medida fenómenos ligados con los sistemas naturales o con los humanos que hayan ocurrido han sido atribuidos al cambio climático”. Para poder hacerlo, son necesarias varias “series de datos temporales largas y que los factores que contribuyen a eso no sean muchos, porque si hay demasiado factores que pueden provocar que ocurra algo, va a ser muy difícil señalar a cuál de ellos se debe concretamente”. Para el catedrático de Ecología de la Universidad de Castilla-La Mancha, “es muy complicado aseverar si un evento extremo se ha producido como consecuencia del calentamiento o no, ya que no tenemos un modelo alternativo”. De hecho, “es la cuestión más complicada de responder adecuadamente y será casi imposible de hacerlo porque no hay otro planeta con el que comparar los resultados”.
Algo similar sucede respecto a las migraciones ocurridas como consecuencia del calentamiento global. Por un lado, según un reciente informe elaborado conjuntamente por la Universidad de Naciones Unidas y el Centro Noruego para los Refugiados, más de 144 millones de personas han abandonado sus hogares entre 2008 y 2012. Según este estudio, los diversos efectos meteorológicos extremos que han obligado a determinadas poblaciones a emigrar, como inundaciones, tormentas o incendios, son consecuencia del cambio climático. Sin embargo, para el vicepresidente de la mesa del Grupo de Trabajo II del IPCC, tampoco es un fenómeno que tenga una clara relación causa-efecto: “Cuando el lago Chad se seca y el sustento de sus habitantes comienza a peligrar, qué hace que se vaya la gente a otras zonas, ¿que la población empiece a pelearse o la falta de agua?”. Y prosigue: “Si hubiera habido una gobernabilidad diferente, ¿la gente se habría visto obligada a abandonar sus hogares?”
De lo que sí que se alertaba en el último informe del IPCC era de que si no se toman medidas para luchar contra este fenómeno en poco tiempo, es probable que durante el siglo XXI aumenten los desplazamiento de poblaciones, las inundaciones o las sequías, desciendan tanto la calidad como la cantidad de las cosechas y asistamos a nuevas extinciones de especies animales, lo que traerá consigo el riesgo de que se produzcan conflictos violentos o guerras civiles. Un argumento con el que coincide José Manuel Moreno: “Históricamente, cuando fallan esos sustentos como consecuencia de que las cosechas no se producen y se pasa hambre, nos metemos en sendas de conflictos. Ese nexo de causalidad está ahí y nos ha acompañado durante toda la vida. No se sabe si en el futuro seremos capaces de resolver estos problemas amistosamente, pero sí que en el pasado, cuando se han dado situaciones de esta naturaleza, siempre han sido proclives al conflicto”, concluye.