Opinión
Unos minutos con Froi
El autor fantasea en tono de humor con un encuentro imposible
Me llega al buzón de casa una carta. La abro. Es un folio en blanco con letras pegadas. Parecen recortadas del periódico, como en las películas. Junto a la misiva, una foto, también recortada de un periódico, en este caso antiguo, de un niño pegándole una patada a una niña en una conocida boda de estado. Se me cita cierto día, a cierta hora en un parque de Madrid, “para hablar y contar mis movidas”.
Llega el día señalado y acudo a ese parque. Un chaval de unos 16 años que se presenta como El Yoni, se acerca hacia mí subido en una moto. Me explica que “me tiene que cachear antes de llevarme ante él”. La cosa está muy chunga en España, me dice El Yoni, ya no nos fiamos de nadie. Yo acepto y me someto al cacheo. Pasado el trámite, soy conducido hasta un banco, en el que me espera sentado el autor de la carta. Extiendo mi mano para saludarlo y me la choca como el príncipe de Bel Air se la chocaría a su amigo Jazz. No es una serie de su época, así que ha debido de ver las reposiciones. Después de rechazar varias veces su propuesta de “prueba esto, me lo ha traído el yayo de Marruecos”, y recibir de su mano un flyer de una conocida sala de Madrid, comienzo mi trabajo.
Bueno, si te apetece empezamos. ¿Cómo ves el tema de la sucesión?
Me he quedado bastante jodido, la verdad. Cuando salió el yayo por la tele diciendo que se piraba y se ponía Felipe, pensé que hablaba de mí, claro. Tengo muchos nombres, y a la peña le gusta llamarme por el más feo, pero en casa me llaman Felipe. Aunque yo siempre les digo que me llamen Flipe. De flipar, ¿sabes? Y nada, cuando me enteré de que no era yo, sino el calzonazos, me cabreé mucho. Y cuando digo mucho, es mucho, en plan ponerme bastante loco, ¿sabes? Lo que pasa es que esta vez la prensa no se enteró, pero ya te digo, hubo movida gorda. Pinchos morunos, ambulancias en la puerta del palacio y toda la pesca, ¿sabes? Me han dejado sin paga hasta 2023. Así que hazte una idea.
¿El calzonazos?
No me tires de la lengua, sabes de quién te hablo.
Entiendo que te refieres a tu tío…
La sosa lo tiene acojonado. Está todo el día que si cari para arriba, que si cari para abajo. No sé. Lo tiene mangoneado al imbécil, como dice el yayo. A mí no me gusta ella. Dicen que era republicana, ¿sabes? Yo no la trago. Y creo que ella a mí tampoco. El verano pasado, por ejemplo, estábamos en Mallorca todos, y digo, tita, me llevo a las primas un momento en la barca para una movida de una cosa mía, ya si eso, luego te las traigo. No veas cómo se puso. Las agarró del brazo y me miraba en plan, éste va a hacerles algo a las niñas. Se cree que me quiero colar en la lista de espera. ¿De qué va la tipa? No la soporto. Y a mi abuela le pasa lo mismo.
¿Sofía no se lleva bien con ella?
Ni la abuela, ni Sofía tampoco. Es que es normal. Es una pedante. A lo mejor estamos comiendo toda la familia un domingo y yo qué sé, yo estoy aburrido, porque el yayo siempre tiene puesto el telediario a esa hora, ya sabes, para ir apuntando los nombres de los periodistas a los que en un momento dado hay que darles un susto y tal, y yo que sé, igual le suelto una colleja a mi hermana mientras se está metiendo la cuchara en la boca, para que la cuchara toque campanilla, ya sabes… y dice mi madre: “Felipe, no la pegues”. Y salta la canija: “Eso es un laísmo, se dice no le pegues”. Y ya se monta la de dios, porque mi madre se pone a llorar y a gritar, en plan, “Papa, dila que no me corrija”, y ella: “Dile que no me corrija. Dila no: dile”. Como era periodista, va de intelectual, ¿sabes? Y mi madre, pues peor se pone. Y al yayo, pues le tocan los huevos estas cosas y deja la sopa o lo que se esté comiendo, se levanta de la mesa y dice, mira, aquí os quedáis, me voy a… yo qué sé, a Botsuana, por ejemplo.
¿Así comenzó el famoso viaje del elefante y la cadera rota?
Ya te digo. Todo empezó por culpa de la sosa corrigiendo. Hablando de ese viaje, te tengo que decir que ahí me decepcionó el yayo. Oye, ¿de verdad no quieres una calada?
No, de verdad, te lo agradezco pero no quiero.
Pero si tienes pinta de perroflauta… Bueno, da igual. A lo que íbamos. Cuando pasó lo de Botsuana y salió a pedir perdón, para mí cayó un mito, ¿sabes? Y además se lo dije. Le dije, yayo, tú para mí eras el puto amo, con tus amigas, tus movidas, tus yates, tus escopetas, y tus cosas. La has cagado pidiendo perdón. No tenías por qué pedirle perdón a los mierdas éstos.
Disculpa. Con lo de los mierdas estos, te referías a…
Sí, a vosotros.
Perfecto, continúa.
Gracias. Pues eso, que a mí no me gustó. Eso es de maricas. A mí me llega a pasar lo que al yayo y salgo con la escopeta en la tele y digo: “Pues sí, me he roto la cadera cazando un bicho, me han operado y parezco Robocop, ¿qué pasa? Al que se queje o se le ocurra hacer alguna bromita le pego un tiro en los huevos, como al puto elefante”. Verás cómo se quedan todos calladitos. Perdona, pero es que me caliento bastante con este tema. Para mí el yayo era top hasta ese día, ¿sabes? Y yo soy su nieto favorito, y me dolió más que a nadie. Y es que soy su ojito derecho. Cuando quedamos toda la familia para comer, por ejemplo, a veces me pone en la mano, así a escondidas, un cheque, y me dice: “Toma, para que te abras una cuenta en Suiza, pero que no se enteren los primos”.
Esos primos son…
Los de la ETA.
¿Tienes primos en ETA?
Son medio vascos, medio catalanes, tú me dirás. Por eso la movida de lo del pincho moruno. Le digo al primo: “Tú, etarra, tu padre Ignacio es un chorizo”. Así se lo solté, sin venir a cuento, la verdad. Y me dice: “Vale, pero mi padre no se llama Ignacio, se llama Iñaki”. Y yo: “¿Cómo que Iñaki? Habla español, puto etarra”. Y la cosa se fue calentando, y bueno, ya sabes más o menos, ¿no? Se lió una bastante parda. Y además fue mala suerte porque coincidió en la época con lo del disparo en el pie, y claro, ya cogí fama, pero para nada.
Háblame de lo del disparo. ¿Cómo sucedió?
¿De verdad que no quieres ni la chusta?
No, de verdad. Te lo agradezco.
Bueno. Pues estábamos mi padre y yo, los dos, en el campo pegando unos tiros y disparando con la escopeta, y en una de estas lo vi distraído y le escondí el foulard. Es una broma que le hago mucho porque sé que le jode. Mi viejo es una fashion victim de esas. Tú a mi padre le quitas el foulard y es como si a ti te pellizcan un pezón, ¿sabes? Le jode muchísimo. Y ya se puso nervioso, y me dice, pues o me das el foulard o te quito la escopeta. Y yo me agarré los huevos, a lo Michael Jackson, y le digo, me vas a quitar ésta. Y claro, mi padre, que es de colegio de pago de toda la vida, que yo también, pero nunca atiendo, a él esas cosas de agarrarse los huevos y eso le suenan muy bastas, muy de súbditos albañiles, como decimos en casa. Y se cabreó, me quiso quitar la escopeta por la fuerza, forcejeamos, y pum, directo al puto pie. Lo único bueno fue que estuve unos días sin ir al colegio. Odio el colegio. Voy porque me obligan hasta que empiece con mi carrera de DJ. Es por culpa de Zapatero, que puso lo de la ESO. y me tiene desmotivado.
Disculpa, pero creo que la ESO no fue cosa de Zapatero.
No jodas. Pues verás qué chasco cuando lo cuente en casa. Llevan años echándole la culpa a Zapatero el día de las notas. Pero vamos, si tú lo dices te creo, en casa no se sabe ni se habla mucho de política. Y eso que el yayo conoce a un montón de políticos. Bueno, conoce o hace como que los conoce. El otro día, por ejemplo, vino el calvito comunista de las barbas, el Rubalcaba, a no sé qué de arreglarle unos papeles al yayo con todo el jaleo éste, para taparle unos negocios de no sé qué, y le dice al verlo: “¡Hombre, Antonio!”. Y yo: “Yayo, que el comunista no se llama Antonio”. Yo no sabía cómo se llamaba, pero Antonio no me sonaba. Pero al yayo se la suda. O como cuando va a dar un discurso. Se sube al coche y le dice al que se los escribe: “Paco, ¿hoy de qué va la cosa?”, y el que le escribe los discursos tampoco se llama Paco. Pero es que a él se la suda. Y así con todo. Pasa de todo, y de política igual. El yayo siempre me dice: “El mejor consejo me lo dio la persona a la que más admiro en este mundo. Me dijo: Haz como yo y no te metas en política”.
De repente, un ruido de moto acelerando. El Yoni se acerca hasta nuestro lugar gritando “agua, agua, maderos”. El entrevistado se esconde algo en el calcetín, se sube de un salto en la moto colocándose de paquete, y se despide de mí haciéndome el saludo militar. Lo veo desaparecer a lo lejos. Saco de mi bolsillo el flyer y pienso que lo guardaré de recuerdo. Abandono el parque caminando despacio, pensando en lo corta que ha sido la entrevista, en cuántas preguntas me han quedado por hacerle y en que nadie me va a creer si cuento lo que me ha sucedido.
La verdad es que me ha hecho sonreir, y se agradece. Digno de aparecer en el ex-jueves, ya sabes, el de antes de la censura puesta por la propia editorial.