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Estados Unidos apuesta por el fracking para combatir el cambio climático
El gobierno de Obama se propone reducir un 30% las emisiones de carbono hasta 2030. Un informe de Bloomberg, sin embargo, confirma la reducción de la inversión en renovables y la apuesta por el fracking
MADRID// Barack Obama está decidido a encabezar la lucha contra el calentamiento global. A principios de mayo se publicó un informe elaborado por diversos expertos bajo la supervisión de la Casa Blanca, titulado Evaluación Nacional del Clima, en el que afirmaban que “el cambio climático (…) se ha instalado firmemente en el presente”. Según el asesor de Ciencia y Tecnología del presidente estadounidense, John Holdren, este estudio suponía la “llamada a despertar más clara y contundente hasta la fecha”, ya que señalaba “la necesidad de tomar acciones urgentes para combatir las amenazas del cambio climático”.
Apenas un mes más tarde, el gobierno de Estados Unidos anunció que habían puesto en marcha un “ambicioso plan” para reducir un 30% las emisiones de carbono hasta 2030 en las centrales termoeléctricas del país, que no se hará efectivo hasta junio de 2016. Para facilitar su puesta en marcha en los diferentes Estados del país y no obligar a cerrar inmediatamente estas centrales, su proyecto contempla la posibilidad aumentar paulatinamente la inversión en “energías alternativas”, así como la de intercambiar permisos de emisiones con otros Estados, una opción similar a la que se propuso en el tratado de Kyoto y que George W. Bush se negó a firmar en 2005.
Además de para combatir el cambio climático, Barak Obama argumentó que su plan de reducción de emisiones de carbono también contribuirá a mejorar la salud pública. El 40% de la contaminación de Estados Unidos proviene de las plantas de energía que actualmente están en funcionamiento. Según las estimaciones de la Agencia de Protección de Medioambiente (EPA) estadounidense, reducirlas un 30% podría evitar alrededor de 6.600 muertes prematuras y hasta 150.000 ataques de asma en niños, lo que supondrá un ahorro de 93.000 millones de dólares, tanto en el ámbito de la Salud como en el medioambiental.
Qué esconde Estados Unidos
A pesar de las declaraciones de Obama en las que asegura que Estados Unidos quiere liderar la lucha contra el cambio climático, si se analizan los datos recabados hasta el momento, no parece que este objetivo esté tan claro. Ya en marzo de 2013, desde la Casa Blanca anunciaron que iban a realizar una fuerte inversión en “energías alternativas” para promover la soberanía energética estadounidense mediante un proyecto que priorizaría las energías renovables y la industria del gas. Un año después de estas declaraciones, Bloomberg publicó un informe en el que constataba que Estados Unidos había reducido la inversión en energías limpias casi 20.000 millones de dólares desde 2011 y que, durante 2013, destinó un 10% menos a este sector que el año anterior. Además, confirmó que la nueva política energética anunciada por la Casa Blanca se basaba en fomentar la técnica para extraer gas natural de yacimientos no convencionales, conocida como fracking.
Tal y como explica el responsable de Clima y Energía de Amigos de la Tierra, Héctor de Prado, “las renovables para Obama han quedado en un segundo nivel. Lo que le interesa es vender las bondades de esta técnica extractiva para exportarla a cuantas más zonas del mundo, mejor”. Esto implica que los países que quieran utilizar el gas de esquisto que se extrae mediante el fracking tengan que pagar una serie de derechos, “a través de empresas estadounidenses, empiecen a comprar patentes, maquinaria, etc.”, señala. De hecho, actualmente Estados Unidos “tiene tanto gas de esquisto que ya lo está vendiendo al exterior, lo que supone un volumen de negocio muy importante. Y las empresas que hasta ahora estaban más centradas en otro tipo de combustibles fósiles pueden sumarse y garantizar, así, que el lobby de empresas de las ‘energías sucias’ puedan tener más recorrido”.
Según el responsable de Clima y Energía de la ONG, en Estados Unidos se está hablando de este tipo de gas “como una especie de combustible de transición; es decir, como un paso intermedio antes de llegar a una sociedad 100% limpia”. Para De Prado, Estados Unidos “ha parapetado esta energía detrás de una falsa ilusión de soberanía y seguridad energéticas, pero no se está arreglando el principal problema, que es la lucha contra el cambio climático”, ya que “cualquier técnica que sirva para seguir extrayendo los combustibles fósiles que estén en el subsuelo aportará nuevas emisiones contaminantes”.
Perjuicios del fracking
Uno de los principales objetivos de Estados Unidos con su nuevo plan energético pasa por reducir las emisiones de carbono un 30% para 2030, lo que no significa que al usar la inyección hidráulica para obtener combustible se vayan a reducir las emisiones contaminantes. Según un informe elaborado por Greenpeace, en cada pozo se necesitan entre 4.300 y 6.600 viajes con camiones para transportar la maquinaria o realizar tareas de limpieza, además de que “las operaciones de la propia planta también pueden causar una contaminación atmosférica significativa si tenemos en cuenta los gases ácidos, hidrocarburos y partículas finas”. A esto hay que sumarle, tal y como apunta Héctor de Prado, “las emisiones asociadas al transporte de este combustible, que se suele realizar desde Estados Unidos en barcos”.
Pero las más graves son las relacionadas con las tasas de fuga de gas metano (con una capacidad contaminante 25 veces superior a la del dióxido de carbono) asociadas a esta técnica. Por un lado, las empresas pertenecientes a la industria del fracking aseguran que son inferiores al 2%, umbral a partir del cual se comienza a contaminar el medio ambiente. Sin embargo, un informe elaborado por la National Oceanic and Atmospheric Administration (NOAA) y la Universidad de Colorado, al que hacen referencia desde Greenpeace, determinó que en la cuenca Denver-Julesburg, en EEUU, “las fugas son del 4%, sin incluir las pérdidas adicionales en el sistema de tuberías y distribución”. Otro estudio más, publicado en febrero de este año en la revista Sciencie, que sintetizaba los diferentes hallazgos obtenidos en más de 200 estudios mediante pruebas atmosféricas que cubrían tanto Estados Unidos como Canadá, indicaba que las emisiones son un 50% más elevadas de lo que la Agencia de Protección de Medioambiente estadounidense había estimado, que también las situaba por debajo del 2%.
Para la extracción del gas de esquisto, acumulado en los poros y fisuras de ciertas rocas sedimentarias estratificadas de grano fino o muy fino, es necesario realizar cientos de pozos, ocupar amplias áreas e inyectar en ellos millones de litros de agua cargados con un cóctel químico y tóxico. Las empresas de la industria del fracking en todo el mundo se han negado a publicar un listado en el que se indique qué sustancias son esas. Sin embargo, un informe elaborado por el Comité de Energía y Comercio de la Cámara de Representantes de EEUU determinó que, en total, había 750 componentes químicos en este cóctel, del que 650 contenían elementos clasificados como cancerígenos o contaminantes para el agua o el aire.
Además, tras analizar 362 sustancias claramente identificadas, The Endocrine Disruption Exchange publicó otro informe en el que advirtió de que el 25% de ellas podía provocar cáncer, el 37% podía afectar al sistema endocrino, otro 40% más provocaba diversas alergias y más de la mitad producía daños en el sistema nervioso. Unas cifras que se podrían sumar a las que aportaba Barak Obama y con las que pretendía señalar la salud pública como uno de los principales motivos para impulsar una nueva política energética en su país.
A pesar de todos estos informes o estudios contrarios a la utilización del fracking, tanto Estados Unidos como la Unión Europea parecen querer seguir fomentando este tipo de técnicas en lugar de utilizar el dinero de esos fondos para investigar y desarrollar las energías renovables. Y es que, según publicó el pasado 19 de mayo The Huffington Post, en septiembre de 2013 la Unión Europea envió a Estados Unidos un borrador sobre las políticas energéticas que esperan que se adopten para poder firmar el acuerdo de libre comercio de la Asociación Transatlántica para el Comercio y la Inversión (TTIP), que negocian actualmente. Según el documento al que tuvo acceso esta publicación, la UE quiere que la Casa Blanca expanda su fractura hidráulica, además de las perforaciones de petróleo mar adentro y las extracciones de gas.
Para el responsable de Clima y Energía de Amigos de la Tierra, esto podría responder al hecho de que tanto en Estados Unidos como en el resto de los países dependientes de la energía exterior, su principal ambición es “cubrir las necesidades energéticas con recursos que estén dentro de su territorio, también porque la cuestión de la seguridad energética es muy importante; sobre todo si hubiera grandes cambios geopolíticos en los países exportadores de petróleo que dejara a ambas regiones sin suministro”. Este miedo podría explicar por qué la UE está empezando a considerar el fracking que viene de EEUU.
Además de que la soberanía energética también podría conseguirse mediante el fomento de las renovables, Héctor de Prado insiste en que esta técnica de extracción de gas no ayuda a combatir el cambio climático, por lo que no soluciona el problema de fondo. “Está claro que del día a la noche no se pueden dejar de utilizar combustibles fósiles», reconoce. Por este motivo, «lo que pedimos desde Amigos de la Tierra es una descarbonización progresiva de la sociedad”. Es decir, que las energías limpias tengan cada vez más protagonismo en los mix energéticos de cada país, “de manera que, para 2050, pudiéramos obtener casi toda la energía de este tipo de fuentes ilimitadas como el sol, el viento o el agua”. Y recuerda que, si bien es cierto que “el gas de esquisto puede ser menos dañino que el petróleo, el queroseno o el carbón, las emisiones asociadas a una planta o un campo de turbinas de aerogeneradores siempre van a ser mucho menores que las de todo el proceso de extracción por fracking”.