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El ineludible camino desde el “necesitar morir” al “osar morir”
Los autores reflexionan sobre el escenario que se abre en Europa tras los resultados de las últimas elecciones respecto a las leyes de muerte digna
En nuestro último artículo para La Marea, refutábamos como acreditadamente falso el argumento de la «falta de madurez de la sociedad» respecto a las conductas eutanásicas, concluyendo que la auténtica inmadurez al respecto estaba en las estructuras partidistas –sus aparatos–, incapaces de trasladar a las leyes lo que el pueblo soberano considera como normal.
Terminábamos el análisis –tras descartar la posibilidad de un cambio sustancial de actitud en la derecha política y religiosa– apuntando dos circunstancias que podrían propiciar, a nuestro juicio, un cambio de la situación legal en España: el imperativo europeo o la necesidad de constituir una mayoría multicolor en el parlamento español.
Nos ha parecido oportuno, a la vista del cambio de escenario tras el 25-M, retomar y reflexionar de nuevo sobre esa hipótesis que, a la luz del nuevo panorama político que se dibuja, podría empezar a ser algo más que buenos deseos nacidos de la necesidad de cambio más que de la confianza en los hasta ahora actores.
Comenzando por Europa, sinceramente, hasta el momento no parecía muy esperable en el horizonte próximo la posibilidad de que desde ella, vía normativa comunitaria de aplicación estatal o, incluso por sentencia del Tribunal de Derechos Humanos de Estrasburgo, se diera un paso decisivo desde la simple tolerancia en su seno de estados miembros que tienen despenalizadas en sus ordenamientos algunas conductas eutanásicas, hacia una actitud más proactiva en la dirección de dar su pleno sentido a la libertad y autonomía personal cuya defensa se proclama como causa justificante de la propia Unión.
Con el nuevo escenario tras el 25-M, habríamos de ser muy osados para aventurar el derrotero que pueda tomar el Parlamento Europeo, al que por un lado se incorpora un significativo número de miembros de extrema derecha cuya presencia no parece tener otro objetivo que acabar con la propia Unión, mientras que por el otro lado, las nuevas incorporaciones de izquierdas plantean una Europa radicalmente distinta de ésta «de los mercaderes», tan renuente con los derechos ciudadanos como diligente para con los mercados financieros.
No nos atrevemos a predecir qué posición respecto a la disponibilidad de la propia vida pueda tomar un parlamento tan tensionado. Podría pensarse en un proceso de reforma progresista como respuesta al avance de la ultraderecha. Sin embargo se escuchan ya voces que consideran la mejor opción una coalición entre la derecha mayoritaria del Partido Popular Europeo y los socialdemócratas. Y es que, desgraciadamente, la socialdemocracia europea tiene una acreditada tendencia a responder al ascenso de la derecha reaccionaria, derechizándose a su vez, convirtiéndose al neoliberalismo imperante y aumentando la sangría permanente de sus votos por la izquierda hacia la abstención, con el consiguiente triunfo de la derecha, cada vez más ultramontana. El tiempo dirá.
La segunda alternativa que barajamos es que llegara a producirse en nuestro país una circunstancia como la que se dio en Bélgica en 1999 cuando una coalición de socialdemócratas, liberales y verdes desbancó del poder a los cristianodemócratas tras 40 años de gobierno. La legislación sobre los «derechos de salida» figuraba como cuestión fundamental en el propio acuerdo de coalición y, tras llegar al gobierno se inició el proceso de legalización de la eutanasia y el suicidio asistido que culminaría en 2002 con la aprobación de la ley.
Hasta ahora, el problema en la España instalada en el bipartidismo ha sido que ninguno de los dos partidos que se han alternado en el gobierno está por el avance hacia la disponibilidad de la propia vida. El PP porque está anclado en la visión confesional de la sacralidad y el discurso reaccionario de la desconfianza y el miedo al abuso del derecho. El PSOE, porque no ha sabido (o no ha querido) ver la cuestión de la disponibilidad más allá del afrontamiento de situaciones escandalosas de sufrimiento al final de la vida. Desde esta perspectiva raquítica, se comprende su empeño por responder a la demanda con más cuidados paliativos y con amagos de leyes de muerte digna que no habrían garantizado siquiera la muerte sin sufrimiento.
Para el PSOE, la cuestión sigue anclada en los parámetros que se daban en USA y Europa en los años 70 y 80 del siglo pasado: la «necesidad de morir» que tienen demasiadas personas como única forma de poner fin a una situación vital calamitosa. Ni remotamente se plantean que pueda reivindicarse el encaramiento de la muerte como una libertad directamente nacida de la propiedad de la vida.
«Osar morir, da la vida», tituló en 1984 un artículo periodístico sobre el derecho a morir, Carlos Gómez, cántabro enfermo de leucemia, miembro de la Asociación Derecho a Morir Dignamente y primera persona que reivindicó públicamente en España su derecho a la eutanasia, durante el programa de TVE Si yo fuera Presidente. Este osar, atreverse, supera hoy la reivindicación de la necesidad de morir porque la vida comporta un grado de sufrimiento inhumano. Se trata en último extremo de responder a la pregunta crucial de quién es el propietario de nuestra vida. Simplemente.
Todo parece indicar que lo ocurrido el 25-M en España es, sencillamente, que pueden haberse comenzado a escribir las últimas páginas del bipartidismo y que, a uno y otro lado del PSOE, crecen partidos como IU, UPyD o C’s y se incorporan otros como Equo-Compromís (Primavera Europea) y PODEMOS, este de forma explosiva. Y, aun teniendo en cuenta la diferencia entre unas elecciones europeas y unas legislativas en clave nacional, esta novedad en el panorama político ha hecho ya tambalearse el estatus quo del bipartidismo.
Basta contemplar la tromba de exabruptos con que la derechona mediática y del PP han recibido el nacimiento de PODEMOS y a su líder, Pablo Iglesias, para comprender que algo importante se ha movido políticamente en España tras las últimas europeas.
Desde nuestra militancia por la dignidad en todo el proceso vital incluida la muerte, no podemos sino felicitarnos por el nuevo panorama que se anuncia. Al fin y al cabo nuestra reivindicación de la libre disponibilidad de la vida se fundamenta en dos pilares básicos del progresismo político: la libertad individual y la solidaridad entre individuos. Ambos valores han mejorado su posición tras las elecciones del 25 de mayo y esperamos y deseamos que sea el principio de un proceso histórico en la buena dirección.
En ese camino que se abre, nos encontraremos cuantos tenemos a la libertad y la solidaridad como exigencias éticas irrenunciables. Ahí nos vemos.
*Luis Montes Mieza y Fernando Soler Grande son médicos y miembros de la AFDMD (Asociación Federal Derecho a Morir Dignamente)