Sociedad

Los disturbios bajan de intensidad en la cuarta noche de protestas de Can Vies

El alcalde Xavier Trias se muestra dispuesto a parar el derribo tras reunirse con vecinos. Los activistas han convocado mañana una “jornada de reconstrucción” del edificio

BARCELONA // Volvieron a verse contenedores ardiendo en las calles, sucursales bancarias con los cristales rotos y fuego en el interior, y detenciones. En la cuarta noche desde el desalojo del Centro Social Autogestionado Can Vies en el barrio de Sants de Barcelona, los disturbios se repitieron este jueves aunque con menor intensidad que las jornadas anteriores, y fueron protagonizados por pequeños grupos. En el transcurso de la marcha pacífica convocada por la Plataforma Som Can Vies, muchos de estos caminaban al margen del grueso principal ajenos a las consignas.

Entre los manifestantes persistía el sentimiento de rabia por las obras de derribo de Can Vies pero también un cierto hartazgo con los episodios de caos en las calles que, afirmaban, han servido a las autoridades para “criminalizar” al centro.

El ruido de cacerolas, palmas y coros dominó la manifestación de unas 2.000 personas que comenzó con una concentración en la Plaza de Sants. Gritos de “policía fuera del barrio”, “libertad detenidos” y “resistencia” se repitieron de camino a la comisaría de los Mossos d’Esquadra en Les Corts, donde permanecían algunos de los arrestados en la noche anterior. Al llegar a comisaría, un cordón de antidisturbios impedía el paso a la marcha, que se desvió y al poco quedaba desconvocada. Miembros de la Plataforma comentaban que no querían provocar nuevos enfrentamientos y por ese motivo trataron de evitar confrontarse a las líneas policiales, que en esta ocasión se mantuvieron a varias calles de distancia de los manifestantes.

Tampoco se cerraron ayer las estaciones de metro de Plaça de Sants y Hostafrancs, como había sucedido las noches anteriores. Pasadas las 23 horas, dos horas después del inicio de la protesta, y cuando gran parte de los manifestantes abandonaban la concentración, algunos encapuchados iniciaron los disturbios quemando un primer contenedor y apedreando una sucursal del Banco Popular, mientras una vecina se lo recriminaba desde el balcón. Los Mossos d’Esquadra activaron el cañón de sonido y algunos jóvenes comenzaron a llamar al timbre de los vecinos que viven sobre la sucursal bancaria para avisarlos del fuego que comenzó a quemar en el interior del banco. Tras veinte minutos de avisos y de lanzamiento de piedras a los policías comenzaba una carga policial que se saldó pasada una hora con 23 detenidos. Uno de los ocupantes habituales del inmueble, que eludía dar su nombre, explicaba ayer a la agencia Efe que «los actos violentos los provocan grupos de rebeldes encapuchados que no son de Can Vies».

“La sensación es que no se ha tenido en cuenta al barrio. El ayuntamiento ha actuado con prepotencia sin importarle las necesidades de los vecinos”, denunciaba Marta durante la concentración de protesta. Otro vecino de Sants, Carles, rechazaba los enfrentamientos con la policía aunque afirmaba comprender que la actuación del consistorio ha generado “mucha rabia” entre los activistas, que han denunciado “detenciones arbitrarias” por parte de los Mossos tras los disturbios vividos estos días. La Plataforma Som Can Vies denuncia que ha habido más de cien heridos por la actuación policial de esta semana y que se han abierto 40 procesos penales.

Intentos de diálogo

El conflicto social generado por el derribo del centro tuvo ayer por la tarde el primer episodio de diálogo después de que las negociaciones entre las entidades  y el ayuntamiento se rompieran. Una delegación del Centro Social de Sants y la Federación de Asociaciones de Vecinos de Barcelona (FAVB) se reunió con representantes del ayuntamiento para trasladarles una propuesta que permita llegar a acuerdos, algo complicado por la desconfianza que despertó entre los miembros de Can Vies que el consistorio comenzase a derribar la casa inmediatamente después del desalojo. La propuesta incluye parar el derribo y que los colectivos de Can Vies puedan participar en la rehabilitación del edificio, además del cese de los altercados y el fin de la abultada presencia policial en el barrio. También la CUP se ha ofrecido como intermediaria con la condición de que se pare el derribo de la casa y la dimisión del regidor del distrito, Jordi Martí, que consideran culpable de la situación creada.

El solar donde se ubicaba Can Vies está calificado como zona verde y la voluntad del consistorio es construir un parque. Los activistas sin embargo reclaman que se mantenga el espacio para sus actividades. El desarrollo del conflicto y, especialmente, si el ayuntamiento y las entidades de Can Vies logran llegar a un punto de encuentro, marcará el futuro de este espacio. El alcalde de Barcelona, Xavier Trias, declaró ayer en TV3 que está dispuesto a parar el derribo si se lo piden como condición para llegar a un acuerdo, aunque la desconfianza es total entre los activistas, que no se fían de las intenciones del ayuntamiento. Esta mañana a las 11 horas hay convocada una concentración en la Ciutat de la Justicia de l’Hospitalet en apoyo a las personas detenidas y este sábado han convocado una “jornada de reconstrucción” del edificio.

Una historia de autogestión

Desde su ocupación en 1997, el edificio de Can Vies, que ayer seguía derruyendo una grúa municipal, se había convertido en un símbolo de la Barcelona libertaria, acogiendo numerosos proyectos autogestionados, asociaciones vecinales, actividades culturales y musicales. Fue construido en 1879 y actualmente pertenece a Transports Metropolitans de Barcelona (TMB). Antes de su ocupación había acogido el Círculo Social Metropolitano hasta 1985, que impulsaba actividades de recreo y deportivas, y posteriormente acogió a varias entidades después de que la CGT lo abriese al barrio.

Can Vies se convirtió en punto de referencia de movimientos sociales y organizaciones de carácter autogestionado, desde asociaciones de vecinos, cooperativas, hasta ‘colles’ de diablos y ‘bastoners’, los Castellers de Sants y la revista de comunicación popular La Burxa, que también se ha quedado sin sede. Esto explica el extendido apoyo popular que mantiene el centro en el barrio, si bien los que viven más cerca han padecido ruidos y molestias en más de una ocasión. Más allá de el rechazo de parte de los vecinos a los disturbios que se repiten estos días, las caceroladas en solidaridad con la protesta por el desalojo y posterior derribo han acompañado las manifestaciones desde los balcones.

 

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