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David Macián: “Me gustaría que ‘La mano invisible’ pudiera cambiarle la vida a la gente”

Entrevista al guionista, productor y director de la película basada en la novela homónima de Isaac Rosa.

MADRID // “Isaac (Rosa) es súper generoso en todos los sentidos. Confió en mí y en mi coguionista, Daniel Cortázar, y dejó que adaptáramos su libro a nuestro aire, sin preguntarnos cómo lo íbamos a hacer”, cuenta David Macián, el guionista, productor y director de La mano invisible, la película basada en la novela homónima de Rosa que se está preparando actualmente. “Cuando le pasé la primera versión del guion ya le gustó mucho y, a partir de ahí, empezó a confiar ciegamente en nosotros”, explica durante una entrevista telefónica concedida a La Marea.

Uno de los factores que más convenció al escritor es que “vio es que se mantenía el espíritu del libro. Más allá de que la hayamos adaptado al cine con un formato audiovisual que en un principio no tenía, respeta el mensaje de la novela”, explica Macián. Además, “cuando hablamos de cómo la queríamos hacer, con un modelo cooperativista, fue uno de los que primero dijo que contáramos con él, que quería formar parte del proyecto”.

En un principio, puede parecer casi idílico que la fórmula de gestión elegida promueva el cooperativismo, la igualdad y la transparencia. Sin embargo, a la hora de materializarlo y conseguir recursos con los que financiar el proyecto, la realidad se vuelve bastante más fea. A pesar de que internamente funcionan como una cooperativa, donde hacen asambleas periódicas y el voto de cada uno vale lo mismo, a la hora de constituir la sociedad es probable que opten por otras opciones. “Montar una cooperativa, a nivel jurídico, tiene bastantes trabas”, explica Macián. “Es complejo y caro, y nosotros tenemos muy poquito tiempo y poco presupuesto, por lo que estamos tirando más hacia la Sociedad Limitada”.

Máster en financiación de guerrilla

El segundo de los obstáculos que hay que superar para, siquiera, poder pensar en la grabación de la cinta, es el económico. El presupuesto total de La mano invisible es de alrededor de medio millón de euros, una cifra bastante inferior al coste medio de una película española, que suele rondar el millón. De esta cantidad, necesitan unos 50.000 o 60.000 euros para el rodaje. La primera opción que probó David Macián fue la de recurrir a las grandes productoras, aunque al poco de introducirse en ese mundo decidió desechar la idea.

Para empezar, es complicado que apuesten por un proyecto que no sea claramente comercial ya que la crisis está provocando que cada vez arriesguen menos. Pero si hubiera, como lo define el director, “algún loco al que le encantara el proyecto”, lo más probable es que lo hicieran a cambio de ciertas imposiciones. “Van a querer negociar para meterte a actores o a personal de equipo técnico que les gusten a ellos. Y en mi caso, que vengo del mundo del corto, todo lo que he rodado siempre ha sido con la misma gente del equipo técnico y también suelo repetir con algunos actores”. A pesar de saberlo, quiso probar a hablar con algún productor, “pero como no me gustaba lo que decía, decidí auto-producirlo”.

¿Cómo? Primero, mediante el crowdfunding que lanzaron en Verkami hace algo más de una semana. Para Macián, lo bueno que tiene el micro-mecenazgo es que “con un poquito de cada uno se hace una peli. Si 400 personas te ponen 10 euros, ya tienes 4.000 financiados. Y que 400 personas se interesen por este proyecto no es algo descabellado”. También los integrantes del equipo, incluido el propio Isaac Rosa, han puesto dinero para poder sacar adelante la película, unos directamente y otros a través de la capitalización. Esto significa que “se contabiliza lo que debería ser el salario de cada uno y, como de entrada no se puede pagar, se ofrece un porcentaje de los ingresos de la película. Cada euro que entra se reparte proporcionalmente en función de esos porcentajes”. Unos ingresos que pueden llegar por ganar premios en metálico en algún festival, por distribuirla en cines o por venderla a Canal +, lo que implica una enorme confianza en el proyecto.

Vendérsela a Canal+ es, precisamente, otra de las opciones que había barajado David Macián, aunque, de nuevo, más que una solución ha resultado ser un obstáculo. “Como son un canal de pago y no compiten con el resto, tienen siempre la exclusividad”, explica. “Cuando les presenté el guion, me dijeron que les había gustado mucho pero que iban a esperar a ver cómo quedaba la peli una vez estuviera hecha; como no tienen la urgencia de comprarla desde el principio, van a caballo ganador”.

Quedan las subvenciones del Ministerio de Cultura y el capital del resto de canales de televisión. En el caso de que el Ministerio accediera a conceder la subvención, nunca financia más del 50% de proyecto, por lo que es necesario ofrecer una garantía de que han conseguido la otra mitad. Para ello, hay que recibir el apoyo de los canales privados que tampoco lo dan porque, de nuevo, si no es claramente comercial, ni siquiera se toman la molestia de considerar ningún proyecto. Así que, además del crowdfunding y de la capitalización de sueldos, solamente cuentan con los pequeños inversores.

A estos pequeños financiadores se les ofrece un contrato de productor asociado por lo que, al igual que el resto del equipo, “tienen la posibilidad de recuperar su inversión a partir de un porcentaje de los beneficios que consiga la película”. Esto, junto con la colaboración desinteresada de algunas personas que, a cambio de aparecer como patrocinadores, les prestan materiales o los recursos logísticos necesarios para rodar la película, es lo que está haciendo posible que el proyecto salga adelante. “Vaya rollo que te he metido”, bromea el director. “Es como si hubieras hecho un máster en financiación de guerrilla después de esta charla”, añade entre risas.

Una película para cambiarle la vida a la gente

Como viene siendo habitual en muchas de las áreas relacionadas con la producción cultural, uno de los mayores retos de este proyecto pasa por tratar de que la falta de presupuesto no afecte a la parte artística. “Con un cheque en blanco todo sería facilísimo, pero en este caso se convierte todo en un esfuerzo supremo” cuenta Macián. “Afortunadamente, con los actores y con los técnicos es más fácil porque ya dominan el lenguaje y con que les mandes el guion e indaguen en el proyecto, poco más les tienes que decir. Pero a un proveedor, por ejemplo un albañil, no le hables de películas raras o de Isaac Rosa porque no les suena nada, por lo que te lo tienes que currar mucho y explicárselo todo de otra manera”.

Como guionista, lo más complicado fue traducir la novela al lenguaje cinematográfico. “La mano invisible tiene una parte muy visual, porque la escenografía que propone Isaac en la novela es muy potente pero, a su vez, la forma en la que se desarrolla la historia, que es casi un ensayo sobre el trabajo donde hay mucha gente reflexionando sobre el tema, no era fácil. Al propio Isaac le costó ver que se pudiera hacer una adaptación de la novela porque la veía como muy  complicada para traducirla al lenguaje audiovisual”.

Pero lo han conseguido. “La novela está dirigida a un tipo de lector muy concreto. Por ejemplo, se centra mucho en el desempeño del trabajo, describe muy minuciosamente cuáles son las labores que realizan. De pronto te mete tres páginas seguidas de qué es lo que hace el albañil. Además, no mete ni un solo punto y aparte. Son 400 y pico páginas sin un solo punto y aparte. Son ciertas declaraciones de intenciones que Isaac metió conscientemente para causar ese aburrimiento y ese hastío que tienen los personajes”

Sin embargo, para llevarlo al cine, Macián y su coguionista, Daniel Cortázar, han explotado algo menos esta faceta. Además, han tenido que reconstruir la trama para que haya una estructura más típica de presentación, nudo y desenlace y han querido darle un aspecto más coral.“El libro está dividido en 12 capítulos y hay doce protagonistas que, en cada uno de ellos, te cuentan la acción desde su punto de vista. Y la peli no, en ese sentido es más normal; es una peli coral donde hay muchos personajes pero se van entremezclando las escenas de uno y de otro. Ahora parece que funciona muy bien ese sentido coral, pero nos ha costado un poco llegar a eso”.

También se arriesgaron a cambiar el final, una de las decisiones que más miedo le dio al que también dirigirá este largometraje. “Cuando se lo mandé por primera vez a Isaac me daba mucho miedo. Pero le encantó –recuerda-. Me dijo que casi le daba pena que no se le hubiera ocurrido a él”, añade entre risas. “No creo que nuestro final sea mejor que el suyo, pero sí que para el cine funciona mejor”. Además de al escritor de la novela, Macián le envió su guion a algunos de sus amigos que también son fieles seguidores de Rosa, quienes también dieron su visto bueno. “Y no son los típicos que te dicen a todo que sí y que está todo genial”, apostilla.

El rodaje de la película comenzará en julio y está previsto que dure tres semanas, por lo que esperan tenerla lista a finales de diciembre. “Queremos empezar a moverla por festivales para principios de 2015. A ver si suena la flauta y nos seleccionan en algún festival tipo el de Rotterdam, el de Berlín o el de Málaga. Si nos llevamos alguna mención o algún premio, puede que los distribuidores se fijen en ella y que podamos estrenar en cines”, cuenta el director.

Pero no son los premios con lo que sueña David Macián, sino que tiene un objetivo bastante más ambicioso. “Lo que más me gustaría es que pudiera cambiarle la vida a la gente. A mí con la novela me pasó, me la cambió mucho. Estaba en una empresa currando y La mano invisible habla mucho de eso, en qué trabajas, para quién lo haces… Son reflexiones que están implícitas en la novela y en la peli, cosas que ves en tu vida normal sobre las que no piensas, pero que si te las muestran en una pantalla o en un libro caes en la cuenta. Yo estaba súper rayado con un curro que estaba haciendo que odiaba, odiaba la empresa y estaba casi a punto de entrar en un terreno muy pantanoso, y cuando leí el libro salí de ahí, reaccioné y me sirvió para tocarme un botón y reaccionara”, confiesa. Un cambio fundamental en su vida que, si la economía se lo permite, también espera provocar en los espectadores.

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