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“Acabaremos tomando un puñado de pastillas para prevenir enfermedades de un futuro distante”
Hugo Kubinyi, experto en el descubrimiento de nuevos fármacos, afirma que hoy es más difícil encontrar nuevos medicamentos porque los problemas fáciles ya se han resuelto y los requerimientos de seguridad a la investigación son mucho mayores
Daniel Mediavilla // Hugo Kubinyi es un explorador. Él mismo habla de una serie de islas en las que se pueden encontrar moléculas que pueden tener efectos sobre la salud y convertirse en medicamentos. Como en la exploración de la Tierra, los investigadores que buscan nuevos fármacos lo tienen cada vez más difícil para encontrar nuevos lugares que descubrir. “Los problemas fáciles ya se han resuelto y ahora además tenemos unos requerimientos de seguridad mucho más elevados para probar nuevos fármacos que vienen del gobierno y de los ciudadanos”, explica Kubinyi. En los últimos años, la inversión de tiempo y dinero necesaria para sacar un nuevo fármaco al mercado se ha multiplicado y ronda los 14 años y los mil millones de euros.
Kubinyi, que el viernes pasado estuvo hablando en el Centro de Investigación Básica de GSK en Tres Cantos (Madrid) sobre descubrimiento de fármacos, es experto en diseño molecular y bioquímico de la Universidad de Heidelberg. Una muestra de la dificultad de su trabajo es que él mismo se considera un privilegiado por haber llevado una sola molécula al mercado, un fármaco para la insuficiencia cardiaca. “Muy pocos químicos pueden decir que han conseguido eso”, comenta.
Como la exploración de las profundidades marinas requiere de instrumentos como los batiscafos, el nuevo entorno de descubrimiento de fármacos impone nuevos enfoques y técnicas. Uno de ellos es la química genómica, que busca moléculas que puedan tener una actividad biológica para una diana, logrando efectos más selectivos y con menos efectos secundarios. Un ejemplo del efecto que se busca con esta técnica es el logrado por el imanitib, un tipo de fármaco que se emplea para algunos tipos de cáncer. Como si fuese parte de un rompecabezas, esta molécula es capaz de bloquear la actividad de la enzima tirosina quinasa, causante de la actividad tumoral.
La química genómica trata de buscar nuevas piezas que encajen de una manera similar dentro de grandes bibliotecas de sustancias químicas y puedan tener una aplicación terapéutica. “Cuando tienes una biblioteca de compuestos y los pones a prueba con una diana sobre la que pueden actuar, deberías probar al menos con otras dianas relacionadas para ver también su actividad, porque el coste de testar es mucho más pequeño cuando utilizas varias dianas a la vez”, apunta Kubinyi. Además, esta técnica es muy útil también para encontrar nuevas aplicaciones en antiguos fármacos. Este reciclaje de medicamentos ha logrado éxitos célebres como el de la viagra, que se descubrió cuando se observaron las erecciones que provocaba en pacientes a los que se quería tratar la angina de pecho y la hipertensión pulmonar.
Esta búsqueda de nuevos medicamentos, como los inhibidores de las quinasas, “dan por primera vez la oportunidad de atacar a algunos tipos de cáncer con mucha precisión”, continúa el investigador de la Universidad de Heidelberg. “Este no era el caso con fármacos clásicos, como el Taxol o el cisplatino. Estos atacaban la división celular en general y, como las células tumorales se dividen con más frecuencia que las células normales, tiene un efecto mayor en las células tumorales. Pero en el caso de los inhibidores de las quinasas tenemos la oportunidad de prolongar la vida de una persona mucho mejor de lo que podíamos hacerlo antes, porque su actividad es mucho más específica y los efectos secundarios mucho menores”, concluye.
Atacar el alzhéimer con décadas de antelación
Muchas veces, cuando se habla de la medicina del futuro, el foco se dirige sobre la prevención a partir de hábitos saludables como el deporte o la comida sana. Sin embargo, Kubinyi también plantea la posibilidad de un futuro de prevención en el que estén presentes los fármacos durante muchas décadas. En este sentido, menciona las dificultades que se están encontrando para diseñar fármacos que combatan la enfermedad de Alzheimer. “Cuando una persona tiene un diagnóstico claro de alzhéimer, ya no la puedes curar, porque el daño ya está hecho”, apunta.
“Quizá en un futuro distante se pueda hacer algo, con algún tipo de terapia génica, pero no en las próximas décadas”, señala. “Así que lo que debemos hacer es buscar un fármaco que prevenga el alzhéimer y empezar a aplicarlo cuando la persona aún está sana, muchas décadas antes de que aparezcan los síntomas, pensando en que la persona podría desarrollar la enfermedad”, continúa. “Luego, puedes tener fármacos para prevenir la diabetes y otras enfermedades y acabaremos tomando un puñado de pastillas para prevenir enfermedades en un futuro distante”, afirma. Todo este proceso requerirá además que los medicamentos que se encuentren sean tan selectivos como sea posible porque “todos tienen efectos secundarios”.
[Artículo publicado en Materia]
Releer la medicina
Habría que tomar un millon de fármacos para un millón de enfermedades que no sabemos si vamos a tener y generarían unos ingresos unos millones de veces superiores a los que ya tienen las farmacéuticas. El gran perjudicado, sin duda, sería el hígado.
¿Y si, además de investigar en fármacos, en su mayoría paliativos, se promovieran hábitos comunitarios de salud, previniendo la sintomatología ansiosa y depresiva (promoviendo las relaciones sociales, evitando la exclusión social, el paro, la sobrecarga con las tareas domésticas, la incertidumbre económica, los deahucios…), favoreciendo hábitos de salud favorables (promoviendo el deporte de base y en la población general con precios populares, castigando fiscalmente la comida basura…)?
Igual las personas seríamos más sanas, más felices y -lo que es peor aún- más libres.