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Pensad, malditos
"Los ciudadanos informados del siglo XXI, a diferencia de los trabajadores analfabetos de los siglos XIX y XX, ignoran por completo el nombre de sus intelectuales"
A principios del siglo pasado, las cualidades de pensador y líder político estaban tan íntimamente ligadas como el rojo a la sangre. Todos conocían a Bakunin o Marx, a pesar de la epidemia de analfabetismo que asolaba a la mayoría de la población europea. Un solo artículo de Ortega, Delenda est Monarchia, bastó para instaurar la república en las conciencias de los ciudadanos españoles de 1931.
El divorcio de la intelectualidad con el poder político se produjo tras la segunda guerra mundial. Las utopías de uno y otro bando fueron acusadas del genocidio, y condenadas al destierro de los escaños parlamentarios. El poder fáctico impuso el Estado de bienestar como modelo consensuado de capitalismo encubierto: los ricos renunciarían a una parte de su dinero a cambio de que los pobres renunciaran a una parte de sus sueños. Pensar y gobernar fueron declarados verbos políticamente incompatibles, irregulares e intransitivos. Y así nos ha ido.
La sociedad contemporánea se creyó que la libertad consistía en elegir entre 22 canales de televisión; que no existía más historia que la vivida; que la felicidad se conquista con tarjetas de crédito; o que la democracia se ejercita cada cuatro años coincidiendo con los mundiales de fútbol. Se vive bien así. Ignorando. El de ignorante es un nuevo estado civil que ostentan todos aquellos que no quieren conocer pero que actúan como si conocieran. Se ha complicado tanto nuestro entorno vital que bastante tienen con salvarse del analfabetismo funcional más burdo. Eso explica porqué los ciudadanos informados del siglo XXI, a diferencia de los trabajadores analfabetos de los siglos XIX y XX, ignoran por completo el nombre de sus intelectuales.
Hace unos años, Harold Pinter despotricó contra el imperialismo yanki en la ceremonia de los Nobel. El periodismo no alineado aplaudió su actitud y el discurso de este enfermo terminal de cáncer. Como la mayoría de los analfabetos políticos del planeta, coincidimos con él en bestializar a Bush. La diferencia estriba en que Pinter conoce y explica científicamente las razones. Las suyas, por supuesto. En el video que se proyectó al recoger el premio, Pinter cuestionó con argumentos sociopolíticos la “teoría del consentimiento”, elaborada por la doctrina liberal yanki para justificar sus invasiones militares y económicas tras el desastre de Vietnam. ¿Cuántos ciudadanos de a pie sabrían explicar en qué consiste esa teoría? Voy más lejos: ¿Cuántos conocían a Pinter antes de darle el Nobel? ¿Y a Petras, Chomski, Petitt, Bobbio, Magris o Sami Naïr?
No digo que no se conozcan en absoluto. Me limito a afirmar categóricamente que la sociedad actual vive de espaldas a las nuevas fórmulas democráticas que aquellos defienden. Y por eso declaro a esta sociedad más reaccionaria, analfabeta, insolidaria y cobarde que la de sus padres y abuelos. Ni siquiera me apetece criticar la bajura intelectual de nuestros gobernantes, sino la apatía política de la mayoría de sus gobernados. No les pido que empuñen una bandera o un arma. Les ruego que empuñen un libro. O que piensen, joder, que piensen.
Pues salvo a Chomski no conocía a ninguno más de los mencionados…a nivel nacional si que conozco los discursos del Sr. Antonio García Trevijano…los tertulianos de hoy día para nada se les pueden comparaar con los intelectuales de antaño…
«Pensad malditos Pensad» El libre pensamiento es uno de los valores que continuamente son más atacados, la sociedad civil mantiene un discurso impuesto desde los grandes medios de comunicación a traves de las tertulias y medios desinformativos que mantienen un mensaje interesado donde la sociedad repite hasta la saciedad, y esta no piensa ni opina directamente copia el discurso.
Magnífico artículo.
No por qué por ser mis tiempos fueran mejores pero yo creo honestamente que unas cuantas décadas atrás la gente, aunque la mayoría no teníamos estudios superiores, éramos más despiertos y teníamos más comprensión de todo lo que sucedía en el mundo y a nuestro alrededor. Teníamos ideales.
Hoy esta comprensión se ha quedado en unas minorías.
La gente está muy manipulada y confundida.
Es lo que quiere el sistema capitalista/consumista con la ayuda de la publicidad consumista y los medios de comunicación: idiotizar.
Y no parece que le haya resultado muy difícil. Hasta han conseguido mercantilizar la educación y «educar» para mayor gloria del sistema.
Dice Julio Anguita que al español le es más fácil enfrentarse a un toro que a un libro del cual huye a toda velocidad y que mientras no aprendamos a pensar a este país no habrá quien lo arregle.
«los ciudadanos informados del siglo XXI, a diferencia de los trabajadores analfabetos de los siglos XIX y XX, ignoran por completo el nombre de sus intelectuales.»; tal vez sea, en mi opinión, porque no hay en el s.XXI intelectuales de la talla de los que hubo en los s.XIX y XX. Sí, creo que, con todos los respetos y salvo excepciones, ha bajado bastante el nivel de eso que llamamos intelectuales. Quizá no sean conocidos porque no merezcan serlo, aunque suene duro.
Hay otra cosa que nos diferencia a estos «ciudadanos informados» de aquellos «trabajadores analfabetos», es que estos se mueven por intereses, mientras aquellos se movían por ideales. «Ideales» es una palabra que ya no se lleva, a perdido su prestigio, al igual que la palabra «intelectual».
Por ejemplo, los anarquistas de hace un siglo estudiaban esperanto para mejorar el mundo, hoy los ciudadanos estudian inglés (la lengua del imperio) para mejorar su mundo personal. Otro ejemplo, uno de los mayores intelectuales del s.XX, el portugués Saramago, siempre expresó que la persona mas inteligente que había conocido y la que más le enseñó fue su abuelo que era analfabeto.
Ciertamente, como dice el artículo, esta sociedad es mas insolidaria y cobarde que la de sus abuelos, pero los intelectuales pienso que han perdido en gran parte la función que tienen y es la de servir de acicate a las sociedades. Hemos cambiado a los intelectuales por tertulianos de pacotilla, y así nos va.
Me duele la cabeza de tanto pensar…
Los ciudadanos viven en una distracción permanente -fútbol, tv , maquinitas, romerías, ferias, etc,- ya no piensan solo sienten, como el capitán Akal en moby dyc . Otros piensan por ellos y los están dejando en la miseria material e intelectual..
una pena y un desastre.
Buen artículo desde luego. Y yo considero que soy de los que se lo tenía que leer, pues no tenía ni idea de ese discurso de Harold Pinter, al igual que desconozco otros muchos intelectuales. Sin embargo, si tengo inquietudes, no vivo tranquilo en este mundo con tanta injusticia, corrupcion y barbarie y sé que el poder del cambio es algo que está en nuestras manos si decidimos tomarlo. Entonces, que me (quizás nos) pasa? La sociedad ha evolucionado hacia la «sobreinformación» y el «sobreentretenimiento». Continuamente recibimos emails, docenas de actualizaciones en las redes sociales, decenas de noticias en los medios de comunicacion (y por que selecciono los que consulto). En toda esa maraña, con la cual tampoco puedo perder mucho tiempo pues tengo que trabajar) resulta muy complejo seleccionar la información adecuada. Y despues del trabajo estamos continuamente incitados a decenas de cosas tipo «ir a clases de idiomas o ir al gimnasio» (y largo etc que todos conocemos)(en mi caso ser socio de una cooperativa de comercio justo que requiere su tiempo de dedicación). Por supuesto tambien necesitamos cocinar para tener una cuerpo saludable, estar con nuestros amigos y descansar para tener un cuerpo saludable o leer libros de literatura y escuchar música para nuestra «alma». Por tanto, yo siento que mi vida está llena de demasiadas cosas y que no soy capaz de prestar atención a cosas importantes. También estoy seguro que no somos mejores (ni peores) que la gente de hace 100 años con toda la diferencia que pueda haber en nuestra formación. De lo que estoy seguro es que hace 100 años no existía ese «exceso de todo» al que nos ha llevado este capitalismo consumista. Esto es una excusa? No, desde luego, pero estoy seguro de que la mayoria de los que vivían hacen 100 años en la situación actual se comportarían igual que nosotros, no somos mejores ni peores. Y lo que toca ahora es hacer examen de conciencia y comportamiento, pararse a pensar, si, pensad, malditos! y saber encontrar el camino que nos guíe a la consecución de nuestras inquietudes.
¿No está exagerando un pelín el autor? ¿De verdad cree el autor que esta sociedad es más analfabeta que la de nuestros padres? ¿Debemos acaso esperar ansiosos la vuelta de una sociedad donde lo que escribiera un solo individuo fuera tan sobresaliente, estuviera tan por encima de lo que pudiera pensar el resto, que mereciera la distribución masiva, la admiración de todo el pueblo, y el llanto y el rechinar de dientes con tal de instaurar un nuevo régimen conforme a tan lúcida idea?
Los intelectuales siguen estando. Lo que pasa es que hay más que antes, los que les escuchan son más listos, y además, más descreídos de su mesianismo.
Tal vez el autor sólo busca la prosa poética encendida para llamarnos a pensar más y mejor. Lo cual me parecería chupi.
Lo cierto es que remueve conciencias… El problema es que muchos de esos ignorantes prefieren seguir siéndolo para no tener que sentirse culpables de su inacción en la sociedad, y de lo que ello provoca.
Viendo La Marea pareciera que es incluso SOCIALISTA de los de verdad frente a Público y el Diario que son socialdemócratas.
Buen artículo pero que jamás leerán aquellos a quienes va dirigidos, lo que también dice mucho de la inteligencia del autor. Es absurdo redactar un mensaje que no pueden leer las personas a las que te quieres dirigir.
Las ideas se propagan. Lo que leemos aquí nos anima y nos inspira y lo contamos fuera, en casa, en el trabajo. No hay por qué pensar que lo que se lee en La Marea se queda en La Marea.
Y por otro lado, no se a qué viene hacerse esas ilusiones sobre quienes leemos La Marea. Yo leo y pienso, pero a día de hoy no conozco a la mitad de los pensadores que se mencionan (o su obra), y quizá tras este desafío me anime a leer y pensar aún un poco más.
Pensar… esa maravillosa sensación agridulce.