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La fachada oculta de los barrios marca

'Gentrificación' es el término que define al fenómeno por el cual la población de una zona urbana es desplazada por otra con mayor nivel adquisitivo.

Un hombre atiende su teléfono móvil en la plaza de Tirso de Molina (Madrid. FERNANDO SÁNCHEZ

El Soho de Londres, Greenwich Village y el Lower East Side de Nueva York, South Central en Los Ángeles, La Condesa en Ciudad de México, el Born de Barcelona, la Alameda de Sevilla, Chueca y Malasaña en Madrid. Son barrios en grandes capitales que tienen mucho en común y aunque una vez fueron considerados zonas deprimidas, hoy se les pone como ejemplo de prosperidad. Están de moda y algunos de ellos son referencia cultural en sus respectivas ciudades. En sus calles se mezclan galerías de arte, cafés y librerías, una estampa perfecta para una postal turística. Y como consecuencia de la llegada de vecinos con mayor poder adquisitivo y de nuevos negocios, los precios de las viviendas se han disparado. La realidad es que tras esta fachada de revista de tendencias residen historias comunes de desplazamiento, expulsión, marginación, especulación inmobiliaria, recalificaciones de suelo urbano, modificación del tejido comercial e imposición de nuevas pautas de consumo.

El término “gentrificación” no es nuevo, como tampoco la práctica que describe. Urbanistas y sociólogos anglosajones ya lo utilizaron en la década de los sesenta del siglo pasado para explicar lo mismo que ocurre en nuestros días. En 1872, Friedrich Engels lo describió en The Housing Question a partir de ejemplos que bien podrían ilustrar el siglo XXI. “Gentrificación es un proceso de transformación urbana en el que la población original de un sector o barrio deteriorado y con pauperismo es progresivamente desplazada por otra de un mayor nivel adquisitivo, como consecuencia de programas de recalificación de espacios urbanos estratégicos”, define el colectivo Left Hand Rotation, que desde 2010 se dedica a estudiar este fenómeno, trazarlo y explicarlo desde prácticas artísticas y culturales.

Es lo que hacen en el taller Gentrificación no es un nombre de señora, que han impartido en Bilbao, Gijón, Sao Paulo, Brasilia, Madrid, Valencia y Lisboa. Entre otras labores, también alimentan un extenso repositorio colaborativo de información en El Museo de los Desplazados, una plataforma digital donde se publican datos actualizados sobre ciudades de todo el mundo. «Que haya más colectivos con intereses en las derivas de la ciudad es uno de los factores de que se popularice hablar de urbanismo y de gentrificación. Nosotros no somos arquitectos, ni urbanistas, ni antropólogos, ni sociólogos. El hecho de que haya cada vez menos fronteras entre el arte contemporáneo y el resto de prácticas ayuda a estudiarlo», comentan.

La transformación de un barrio está hoy asociada a fuertes campañas de marketing. Cada ciudad tiene particularidades, pero el punto de partida siempre es el mismo: hablamos de barrios en su mayoría céntricos considerados degradados, como explica Eva García, del Observatorio Metropolitano de Madrid. Y de una inyección de capital externo al barrio, lo que ligado a la globalización económica provoca una escalada de los precios inmobiliarios. Y lo que viene después abarca desde la apropiación de plusvalías inmobiliarias privadas producidas por procesos de revalorización hasta cambios en los hábitos de consumo. Es habitual la connivencia de la Administración pública, que facilita estas operaciones mediante reformas de planes de ordenamiento urbano, normativas de seguridad ciudadana y facilidades fiscales. Por último, se produce la llegada al barrio de nuevos vecinos con mayor poder adquisitivo y la paulatina expulsión de la comunidad que tradicionalmente habitaba el lugar.

Barcelona olímpica, el caso ejemplar

La capital catalana puede hablar por experiencia propia, especialmente desde los noventa. “Es un ejemplo mundial en cuanto a transformación de la ciudad. Desde que organizó los Juegos Olímpicos (1992), se diversificaron los lugares donde se celebraría cada deporte y la convirtieron en Ciudad Olímpica. Esto llevó a dinamitarla entera y a procesos de gentrificación no sólo en el centro, sino en muchos otros barrios”, explican desde Left Hand Rotation.

En Madrid es paradigmático el caso de Malasaña. “Un caso de gentrificación de diseño que aún no ha terminado”, apunta Eva García, del Observatorio Metropolitano de Madrid. El área que demarcan las estaciones de metro de Tribunal, Callao y Gran Vía es conocida como Triángulo Ballesta desde 2008. Triball, un grupo de inversores inmobiliarios que se autodenominan asociación comercial del barrio, desembarcó entonces, “monopolizando el negocio inmobiliario con prácticas especulativas en un proceso de resignificación del barrio que se inicia con el recambio del tejido comercial”, continúa. De puertas hacia afuera, estas operaciones son parte de un lavado de cara al barrio y tienen el objetivo de contribuir a la desaparición de la inseguridad y la prostitución. Cuentan con el apoyo del Ayuntamiento de Madrid, que incluso ha creado una oficina dependiente de la Agencia de Desarrollo Económico Madrid Emprende, llamada Centro de Innovación Ballesta (Ciball), hoy cerrada.

Cinco años después de la llegada de Triball, decenas de comercios tradicionales han cerrado y el aspecto del barrio ha sufrido un cambio singular. Las tiendas de ultramarinos que sobreviven compiten con supermercados multinacionales y los bares históricos están siendo sustituidos por modernos locales de diseño. «Lo llamo un proceso de plastificación del barrio», apunta Eva García.

Diferentes colectivos se dedican a señalar la acción especulativa de Triball, como Left Hand Rotation, Todo Por la Praxis (TXP) y el Patio Maravillas, a través de la campaña Antitriball y de talleres para visibilizar el conflicto, como Gentrifica Tour Triball. También ha surgido recientemente el proyecto de denuncia Gentrisaña, que tiene reflejo en un blog donde abogan, por ejemplo, por el “derecho a seguir viviendo en el centro urbano”. Y espacios como el propio Patio o el Solar Maravillas en la calle Antonio Grilo son puntos de cohesión de comunidad y resistencia.

Cambios difíciles de detectar

“En el caso de Malasaña a primera vista no parece que la expulsión sea tan visible porque el parque inmobiliario no cambia en apariencia”, explica Diego Peris, del colectivo TXP. Pero la sustitución comercial sí es evidente. “Es complicado porque las empresas que están detrás son invisibles. Quienes hacen de soldados de la gentrificación son las tiendas de diseño, los locales de moda. Son los que apuntalan el proceso, pero no son los agentes promotores”, completa Peris.

Toñi y su marido llevan la única frutería que queda en la calle Espíritu Santo, la Frutería Andrea. Un negocio familiar de dos generaciones, “por lo menos desde 1950”, que conserva la licencia original en la pared. “Antes había cuatro o cinco, y varias pescaderías y pollerías”. Hoy cuidan surtir su negocio de buen género aunque encarezca un poco el precio. “Somos más selectivos. Es la única forma de competir contra el Carrefour”, explican. Son vecinos de un supermercado de esta cadena, que llegó al barrio para acomodarse “donde antes estaba la droguería”.

En Madrid también se está dirigiendo el foco sobre la evolución urbanística que sufre el barrio de Tetuán. En la parte alta del barrio está surgiendo un fenómeno, “la sustitución de casas bajas por edificios altos genera una revalorización rápida y exponencial del suelo”, explica Diego Peris, del colectivo TXP. “Incluso se están utilizando técnicas de expropiación contra los vecinos”. El perfil de este proceso de gentrificación está más ligado a la vivienda que al comercio.

Otro caso reciente es el Soho de Málaga. La alcaldía de Francisco de la Torre ha incentivado, promocionado y financiado un proyecto de iniciativa privada en el ensanche del centro histórico, un barrio degradado en la margen este de la desembocadura del río Guadalmedina, junto al puerto. La empresa MAUS, presidida por el mismo director del Centro de Arte Contemporáneo, gestiona desde 2011 este proyecto de “distrito cultural” convertido en polo de atracción para intervenciones de distintos géneros. Además, artistas urbanos de nombre internacional (Obey, D*Face) han sido invitados a pintar grandes murales, lo que ha disgustado a los autores locales.

De regreso a Madrid es relevante la situación de Lavapiés. Barrio céntrico de identidad arraigada, configuración urbanística a modo de zoco y en el que se mezclan familias obreras tradicionales con inmigrantes de decenas de nacionalidades, activistas sociales y profesionales liberales. Su resistencia de más de una década a un proceso de gentrificación es vulnerable. Grandes infraestructuras culturales como el Museo Reina Sofía, el Centro Dramático Nacional, la Casa Encendida o la Filmoteca demarcan sus fronteras, no reconocidas en la división administrativa del distrito. En los últimos años, los precios de viviendas de alquiler han aumentado y cada vez quedan menos edificaciones tradicionales (corralas), que han sido sustituidas por edificios reformados.

En 2012, la Delegación de Gobierno que preside Cristina Cifuentes publicó el Plan Integral de Mejora de la Seguridad y la Convivencia Ciudadana para Lavapiés, en cuyos objetivos se señala que las intervenciones deben estar orientadas a “la eliminación de infravivienda vertical”, complementándose con “actuaciones encaminadas a su revitalización integral”. El mismo documento recomienda “que se declare zona de seguridad prioritaria, como consecuencia de la existencia de un tipo específico de delincuencia (okupas, 15M) (sic.)”. La presencia policial y las redadas racistas para detener a inmigrantes son continuas.

Resistencia, identidad barrial y memoria

¿A qué otros grandes procesos de desplazamiento estamos asistiendo hoy? Para Left Hand Rotation está claro que tienen lugar “en todas las ciudades que están a punto de recibir y celebrar megaeventos del tipo Juegos Olímpicos, visitas del Papa o mundiales de fútbol”. En este sentido, destacan los procesos de resignificación que hoy están viviendo las capitales de Brasil. También cómo países receptivos a inversión privada, como Colombia, tienen más posibilidades de sufrir procesos de expulsión muy agresivos. Mientras, en Berlín, se usa el término barcelonización para definir los cambios que está sufriendo la ciudad, “una réplica de procesos globales”, agregan desde este colectivo.

¿Hay posibilidad de una vuelta atrás en algunos de estos procesos de gentrificación? En los últimos meses hemos asistido a luchas vecinales que han paralizado actuaciones sobre sus comunidades como el caso del barrio de Gamonal, en Burgos o de los barrios del centro de Hamburgo, en Alemania. “Los movimientos sociales hacen una labor importante de visibilización, pero no es posible luchar por equidad, justicia e integración sin la inversión de dinero público. Es lo único que permite la redistribución de la riqueza: que haya parques, infraestructuras, dotaciones en buen estado”, apunta Eva García, del Observatorio Metropolitano de Madrid.

La gentrificación es un fenómeno global, pero cada comunidad tiene una forma y unas herramientas locales de resistencia. No hay dos casos iguales, dependen de la configuración del tejido social de la zona. “Para que los procesos de resistencia lleguen a ser importantes, es imprescindible que la población esté informada y pueda leer la realidad de forma objetiva. Todo lo que tenga que ver con empoderar a la comunidad, fortalecer el tejido social y potenciar la identidad barrial y la memoria es valioso”, argumentan desde Left Hand Rotation.

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