La Uni en la Calle
Crisis y teoría crítica
El autor es investigador contratado en el Instituto de Filosofía del CSIC
Vivimos un momento en el que el cambio social resulta más urgente que nunca, y sin embargo nunca parece haber estado tan lejos. Mientras los imperativos de entidades anónimas y objetivadas (“los mercados”) se imponen con una violencia sin ambages sobre todas las esferas de la vida, la crítica parece no poder sino enmudecer. Ante el recrudecimiento de las relaciones sociales, las ciencias humanas y sociales parecen tener algo de anacrónico, al menos en la medida en que no se ajusten a la función –legitimadora o decorativa– que les viene socialmente asignada. ¿En qué medida es hoy posible, entonces, una teoría crítica de la sociedad?
En los últimos años hemos asistido al incremento del hambre, a la imposición de unas relaciones laborales polarizadas entre una hiperactividad azuzada por la amenaza del desempleo y con salarios de miseria y el desempleo masivo, al empobrecimiento de las clases medias, los desahucios y el crecimiento población “sobrante”. Todo ello en países que hasta hace poco creían haber superado para siempre la miseria. Los tiempos en que el bienestar y la paz social parecían una conquista duradera se han esfumado, y se revelan más bien un interludio en la historia del capitalismo.
Pese a todo sigue predominando el business as usual. Ni siquiera parece necesario un discurso de legitimación de las relaciones sociales vigentes: una vez que se han impuesto sin alternativas, no necesitan del consentimiento de la población. Hoy ya nadie se atreve a afirmar seriamente que el capitalismo pueda garantizar bienestar para todos; nadie se lo creería. Y pese a todo se insiste ciegamente en el mismo modelo que nos ha traído hasta aquí, con tantos “sacrificios necesarios” como sea preciso, hasta haber arrasado con todo: del desastre al que nos ha llevado el capitalismo de casino se pretende salir con Eurovegas. La propia consigna de “sostenibilidad” –re-convertida en estrategia de negocio– revela el secreto que tácitamente todos sabemos: el modelo de sociedad en que vivimos no se sostiene. Esta sociedad apenas se deja comprender ya según su propia ratio, y eso implica nuevos desafíos para la crítica: la crisis –no sólo económica– que estamos viviendo no es una “patología” que quepa corregir para volver al cauce “normal”, sino más bien la consecuencia de la dinámica de la “normalidad”.
En esta situación prolifera un descontento que a menudo no sabe lo que quiere. Ante la violencia con que hoy se imponen las relaciones sociales, florecen discursos que contraponen “el pueblo” o los “honestos trabajadores” a sus supuestos enemigos: “la casta de políticos”, “los banqueros” o “los inmigrantes”; el resentimiento amenaza con convertirse en una fuerza política. Frente a ello, la crítica exige distinguir entre las causas y los efectos, y no personalizar. Marx decía que la crítica no es una pasión de la cabeza, sino la cabeza de la pasión. Y es que la crítica necesita de la teoría, de la reflexión: la realidad social no resulta comprensible ni transformable de modo inmediato, puesto que no es una suma de individuos o datos, sino de relaciones sociales que los estructuran, y que tienen una dinámica histórica. Pero la crítica vive a su vez de un impulso pre-teórico: frente al sobrio realismo que se pliega a las relaciones de fuerzas, la crítica exige que el deseo vuelva a ser padre del pensamiento; no se trata de caer en el voluntarismo del wishful thinking, sino de que sea la voluntad de cambiar una realidad insufrible la que impulse el pensamiento. Ante un modelo social que produce simultáneamente una riqueza obscena y una miseria evitable, la crítica exige volver a lo más tosco: la meta ya no puede ser la realización de todas las potencialidades humanas, sino que nadie más pase hambre (Th. W. Adorno); podríamos añadir: que nadie más se vea privado de vivienda existiendo miles de casas vacías. Todo lo demás asume la perpetuación de la lucha por la supervivencia en un mundo de abundancia.
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Jordi Maiso es investigador contratado en el Instituto de Filosofía del CSIC y miembro de la Sociedad de Estudios de Teoría Crítica (SETC). Sus líneas de trabajo abarcan teoría de la sociedad, teoría crítica y psicoanálisis, industria cultural, nuevas lecturas de Marx y retos ético-políticos de las nuevas biotecnologías. Es autor de Elementos para la reapropiación de la Teoría Crítica de Theodor W. Adorno, entre otras publicaciones, y miembro del consejo editorial de Constelaciones. Revista de Teoría Crítica.