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Destruir El Cabanyal: “Irrenunciable” para Barberá

Las entidades favorables a la rehabilitación lamentan que la alcaldesa apueste por transgredir las leyes en beneficio de las excavadoras

Sergi Tarín // Lunes, 14 de abril. 10:00 horas. La reunión está fijada dentro de 30 minutos. Hace unos días, Maribel Doménech, portavoz de Salvem El Cabanyal, recibió la contestación afirmativa de la secretaria de Alfonso Grau, teniente de alcalde y concejal de Grandes Proyectos: el político recibiría a los vecinos contrarios a la prolongación. A la cita acuden Faustino Villora, Fernando Flores y la misma Domènech por parte de Salvem. Y de la Asociación de Vecinos, Pepa Dasí y Vicente Gallart. Este último, de camino, recibe la llamada de la secretaria: » El regidor llegará tarde y no lo hará hasta las 12.00″. Flores, profesor de Derecho Constitucional, se va a la facultad porque tiene clase. El resto hace tiempo y toman café mientras desayunan optimismo y desconfianza. La reunión llega días después de la multitudinaria manifestación (unas 15.000 personas) del 6 de abril al Cabanyal para reivindicar un nuevo plan con participación ciudadana. Además, el 14 de abril se cumplen cuatro años justos de la paralización cautelar de los derribos por parte del Tribunal Constitucional. Durante todo este periodo, los vecinos han reclamado al ayuntamiento diálogo, consenso y negociación. Y siempre han encontrado las puertas cerradas. ¿ Se abrirán en esta ocasión ?

11:45. Los vecinos llegan a las dependencias nobles del primer piso. La secretaria les informa que el teniente de alcalde todavía no está. Grau está cerca, en la sala de prensa del consistorio. Ese fin de semana, los testigos interrogados por el juez José Castro en relación al caso Nóos apuntan al político como el intermediario de Urdangarin en el saqueo de 3,5 millones en la organización 2004, 2005 y 2006 de la Valencia Summit. Las preguntas de los periodistas hieren a Grau como a un San Sebastián. «No temo nada y no tengo nada que ocultar», se exculpa .

12:30. Grau llega tarde por segunda vez. Baja las escaleras, penetra en la zona noble y choca con la comitiva vecinal. El saludo es agrio. El dirigente lleva un traje gris de cuadros con corbata. Tiene el rostro sudoroso y la mirada fatigada. Pasa al despacho y sienta a los vecinos en una mesa toda transparente: el tablero, las patas… Encima de ella, los papeles dan la impresión de flotar sin que nadie les toque. Al lado del político se sientan César Mifsut, gerente del Plan Cabanyal- Canyamelar, la oficina inmobiliaria que compra las casas cuatro vueltas por debajo del precio de mercado, y otro sujeto con más vocación de mimo que de asesor. Ninguno de los dos dirá nada durante la cita.

– ¿Qué desea ? – Grau, descortés .

– Debemos superar las diferencias del pasado para hablar del Cabanyal del futuro, ya que no podemos continuar con el barrio tan degradado. – Domènech , conciliadora.

– La culpa es de ustedes, que sólo saben que presentar recursos judiciales en contra de lo que han dicho las urnas hasta en cuatro ocasiones. – Recrimina Grau.

– No es cierto. En 1998 incluimos 3258 alegaciones que hicisteis desestimar. Y hemos sido favorables a que se edifiquen cuanto antes las dotaciones proyectadas fuera de la prolongación. – Expone Villora .

– Si usted lo dice … –

– ¿Por qué no aprueban todas las licencias de obra que se les piden? – Cuestiona Gallart .

– Ya sabéis lo que hay -sentencia Grau.

La cita se convierte en meteórica. Sólo 20 minutos y una última conclusión aportada por el político: el ayuntamiento está ultimando con el Ministerio de Cultura la modificación del plan para compatibilizarlo con la orden de 2010 y evitar así la prohibición por expolio. «No puedo decirles nada más», corta Grau, sentado en la silla. Y la reunión finaliza ásperamente haciendo más profundo el abismo entre dirigentes y una parte del vecindario .

20.00. Rita Barberá llega al Cabanyal. El coche oficial se para en el cruce de Serreria y Marqués de Guadalest, límite fronterizo del asedio en el barrio marinero. La alcaldesa camina entre solares cerrados y pintados con los beligerantes amarillos, blancos y cafés de la ofensiva. A un puñado de metros, San Pedro es una herida urbana, un paisaje de solares y casas tapiadas. Al unísono, cinco procesiones de Semana Santa suenan a desfile victorioso en los oídos de Barberá. Son las hermandades del Cristo de los Afligidos, de Jesús con la Cruz, de la Flagelación, de la Muerte y Resurrección y de María Santísima de las angustias. La alcaldesa, hinchada de misticismo y devoción, proclama que la prolongación » es irrenunciable» y que su plan no se adaptará a la orden como dice Grau, sino la orden al proyecto y , sino , «se modifica como hicieron los socialistas con el Plan Hidrológico Nacional o las leyes de educación».

Acción- reacción

Desde las entidades vecinales opuestas al plan interpretan la secuencia de los hechos y de declaraciones como la respuesta a la manifestación del 6 de abril. La marcha no fue tan multitudinaria como la del 30 de enero de 2010, pero sí «más importante por la repercusión social en el barrio y en medios de comunicación», según Villora. De hecho, mucha gente que hace años era favorable a los escombros, participó. «La situación se está normalizando. La prolongación era lo único que se veía como posible y ahora se empieza a apostar activamente por otro tipo de iniciativas», analiza Gallart.

Además, si hay un termómetro que delimita el estado de ánimo del Cabanyal es el mercado. El ir y venir populoso por sus pasillos es una encuesta activa que no falla. «Ha habido un cambio de mentalidad. Un 75 % de los vendedores y clientes están contra de la prolongación frente a un 25% a favor. Hace un par de años, la proporción era inversa», explican a La Veu del País Valencià fuentes de la directiva del mercado. Son las mismas fuentes que censuran el intento del ayuntamiento, de mano de la concejala María Jesús Puchalt, de retirar de los vidrios los carteles de la manifestación. «Nos opusimos y nos jugamos la cara», sentencia.

«Están nerviosos y maniobran por impulso», destaca Fernando Flores, para quien «la alcaldesa sabe que se le acaba el tiempo y actúa a la desesperada» . Según el profesor de Derecho Constitucional, la orden ministerial no es comparable al Plan Hidrológico Nacional o las leyes estatales sobre educación a las que alude Barberá. Las dos últimas «no necesitan de un procedimiento específico, sino que se trata de una acción política. La orden es la respuesta a la ejecución de una sentencia del Supremo y si la quitas sin redactar otra, estás prevaricando» . Una situación que poco importa a la alcaldesa, quien en alguna ocasión ha afirmado estar dispuesta a ir a prisión por el Cabanyal.

¿Qué margen tiene la primera edil de consumar la desobediencia? Desde Salvem están al acecho. A Barberà poco le han importado las sentencias en contra a la hora de avivar las excavadoras. Dicho de otra manera. ¿Cuántos votos suponen un puñado más de solares o el asolamiento de un grupo de casas en la calle San Pedro? En el barrio, después del verano y con las elecciones tan cerca, se espera «una nueva y encarnizada lucha», según Domènech. Una acometida final, posiblemente a costa de cualquier legalidad y con toda la maquinaria administrativa y propagandística a su disposición. Un movimiento que obligue a Salvem a hacer aquello que tanto molesta a Grau: acudir a los tribunales. «Ya se sabe», señala Flores haciendo la síntesis de 16 años, «es la eterna batalla de ganar a no perder».

[Artículo publicado por Sergi Tarín para La Veu del País Valencià]

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Comentarios
  1. Típica lucha entre David y Goliat. El problema está en la gente que sigue pensando que rehabilitar ciudades consiste en destruir barrios e identidades culturales; en el modelo de ciudad dominante consistente en destruir para crear algo nuevo, en vez de en reparar para que lo viejo vuelva a ser nuevo, y este modelo pepero también seguido por los del psoe y otros, de ahí el boom inmobiliario, es también una cuestión ideológica y de clase; los barrios de los pobres son barriadas o suburbios mientras que los de los ricos son ensanches, palacetes y viviendas con encanto.

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