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¿Te parece aburrido el derecho? Teoría popular del derecho

El autor es profesor de Filosofía del Derecho en la Universidad Carlos III de Madrid

En la vida cotidiana percibimos el derecho como algo lejano, aburrido, frío y acartonado. No se nos enseñan ni las más mínimas nociones de derecho en el colegio y, al final, terminamos viéndolo como algo muy alejado de la ciudadanía, difícilmente accesible para el profano. Esto es un grave problema, porque nos aliena de uno de los instrumentos más importantes de la vida en común: el derecho. Sabemos más o menos cómo funcionan el Congreso y el Senado, cómo opera el poder ejecutivo, pero no solemos tener ni idea de la estructura judicial, ni de las diferencias entre el Tribunal Supremo y el Constitucional, ni lo que es un recurso de amparo.

Esta lejanía entre el derecho y la ciudadanía es fruto de una civilización jurídica que desde el derecho romano instauró una férrea separación entre el mundo del derecho y el de la política, entre juristas y ciudadanos. El lenguaje intrincado de los juristas, la hiper-especialización de disciplinas que no se comunican (el derecho civil, el penal, el procesal, el administrativo, etc.) contribuyen a generar ese aislamiento del derecho. De hecho, ya en la antigua Roma se intentó subvertir esta lejanía, cuando el jurista Gnaeus Flavius dio a conocer el calendario de los días en los que se podía pleitear y los días en los que esto estaba prohibido, un calendario que antes estaba reservado sólo a los abogados, y que les servía para mantener su influencia.

En el caso de la relación entre política y derecho, este aislamiento y separación han aportado grandes conquistas al mundo actual: el imperio de la ley (es decir, la primacía del derecho frente a los gobernantes, que deben someterse al principio de legalidad), la separación de poderes (hay un dominio específico, el del derecho, que juega con sus propias reglas y no está sometido a la política) o la separación entre delito y pecado son algunos de estos logros. Sin embargo, cuando dicha separación se vuelve extrema, también genera un grave distanciamiento entre la ciudadanía y el derecho que debería servir para asistirla.

Una de las consecuencias del aislamiento del derecho es que no lo solemos concebir como un producto más de la cultura, sino que lo vemos como en un mundo aparte, con su propia historia y sus propias características. Sin embargo, el derecho es también una parte de la sociedad y la cultura, y evoluciona con éstas. Por eso es importante plantear una teoría del derecho que vincule el fenómeno jurídico con la literatura, con el cine, con la filosofía, con la historia y con otras disciplinas más cercanas a la experiencia común. Por medio de esta especie de hibridación entre derecho y cultura, entre derecho y humanidades, se podría conseguir acercarlo a la ciudadanía y volverlo más accesible, más claro para el lenguaje común, más entretenido y más atractivo.

Muy especialmente, es importante diluir la frontera inquebrantable entre política y derecho. Aunque es saludable mantener una distinción entre ambas esferas, el aislamiento no debe ser total, ya que de otra manera nos desempoderamos del derecho, como si éste fuera una práctica destinada sólo a especialistas. Y no es así. El derecho puede y debe ser una actividad en la que los especialistas (los juristas profesionales, desde los jueces hasta los abogados) desempeñen un papel, pero no el papel central. Como dijo Platón en el Protágoras, la justicia es una virtud que deben tener todos los ciudadanos que conviven en una comunidad, no sólo unos pocos instruidos. Así como el resto de profesiones pueden ser relativamente autónomas del profano, cuando se trata de asuntos que afectan tanto a la vida en común, como con el derecho, la lejanía redunda en una organización social menos democrática y más autoritaria.

Todas estas razones justifican la necesidad de generar una teoría del derecho popular, más imbricada con el resto de esferas de la cultura, más politizada y más accesible a la ciudadanía. Se trata, en definitiva, de democratizar el ejercicio del derecho, instaurando cauces de participación directa en relación con las cuestiones legales y configurando una ciencia jurídica menos académica.

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Luis Lloredo Alix es profesor de Filosofía del Derecho en la Universidad Carlos III de Madrid. Es licenciado en Humanidades con premio extraordinario (2005) y doctor en Derechos Humanos con premio extraordinario (2011). Ha publicado un libro (Rudolf von Jhering y el paradigma positivista, Madrid, 2012) y quince artículos en revistas científicas y libros colectivos. Es coordinador del Máster en derechos humanos de la Universidad Carlos III y Secretario de la revista Universitas. Colabora quincenalmente el diario on-line La Columnata.

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Comentarios
  1. siempre se canalizo todo por el exclusivismo de castas y la plebe española fue de lo mas brevilinea y solo las elites condujeron los destinos del pueblo,por supuesto que fueron las elites depauperadas ytambien brevilineas motivadas por la expulsion,exilio,carcel y cuando no muerte de los egregios.

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