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¿Qué habría ocurrido en este país si el año pasado hubiesen sido asesinados 68 futbolistas?

Esta tarde, el Gobierno ha anunciado una reunión entre los ministros Mato, Gallardón y Fernández Díaz para enfrentar los asesinatos por violencia de género. La convocatoria ya demuestra las intenciones.

«¿Qué habría ocurrido en este país si el año pasado hubiesen sido asesinados 68 futbolistas? Resulta fácil de imaginar: despliegues policiales espectaculares, medida especiales de protección, guardaespaldas, preguntas parlamentarias, revuelo en la clase política, movilizaciones históricas en las calles, portadas de los periódicos, sentencias ejemplarizantes para los culpables, muestras de apoyo y solidaridad desde todos los rincones del mundo… y mil acciones más. Podríamos cambiar la palabra futbolista por cualquier otro gremio masculino, es más podríamos hacer la pregunta simplemente en masculino: ¿Qué habría ocurrido en este país si el año pasado hubiesen sido asesinados 68 hombres a manos de sus  esposas, novias, amantes o ex compañeras? El resultado sería idéntico. Tendríamos garantizado el revuelo social, político, policial y judicial».

Hace 12 años publiqué un libro que comenzaba así y con el que pretendía denunciar la ceguera social frente a la violencia contra las mujeres. Dos años más tarde, en 2004 se aprobaba la Ley Integral contra la violencia de género y con ella se inauguraban unos años de lucha contra el terrorismo de género. En el súbtitulo se denunciaba por qué las mujeres eran asesinadas ante la indiferencia mayoritaria: Mentiras y complicidades que sustentan la violencia contra las mujeres. Y en sus páginas se enumeraban los cómplices: responsables políticos, jerarquía religiosa, ámbito judicial, medios de comunicación, publicidad, fuerzas de seguridad, ámbito sanitario, entorno educativo, la familia y el vecindario… El libro está agotado y hasta hace unos meses yo estaba convencida de que también estaba superado. Me equivocaba.

Doce años después, nos encontramos en una situación parecida. La Ley Integral está derogada en la práctica por los salvajes recortes que se han practicado en todas las medidas que se proponían en ella e incluso porque alguno de sus capítulos, especialmente el primero, dedicado íntegramente a las medidas en el ámbito educativo, ha sido anulado por la nueva ley de Educación del ministro Wert y el capítulo 2, dedicado por completo a las medidas en el ámbito de la publicidad y los medios de comunicación, se incumple sistemáticamente. Los datos son elocuentes.

La última macroencuesta realizada para detectar la violencia -publicada en 2012- detectaba que el porcentaje de mujeres que declaraban haber sufrido violencia de género alguna vez en su vida era del 10,9% del total de entrevistadas, lo que equivale a más de 2.150.000 mujeres. De ellas, estarían en la actualidad en situación de maltrato casi 600.000 mujeres (el 3% del total de entrevistadas).

Otro dato relevante es que de las mujeres que dijeron haber sufrido violencia alguna vez en la vida, el 72,6% aseguró que no había denunciado en ninguna ocasión al maltratador. Por otra parte, una de cada cuatro mujeres que indicaron que habían denunciado, retiró posteriormente la denuncia.  Según estos datos, se calcula que alrededor de 800.000 menores estarían viviendo en contextos de violencia. El propio ministerio del Interior, el 28 de febrero de este año, cifraba en 15.499 mujeres las que estarían en riesgo de violencia de género -una cifra extremadamente baja incluso teniendo en cuenta que el 73% de las mujeres no denuncia-, pero, aun así, escalofriante.

Las cifras más actuales las conocíamos la semana pasada. El jueves se presentaban los datos estadísticos sobre denuncias, procedimientos penales y civiles registrados, órdenes de protección solicitadas en los Juzgados de Violencia sobre la Mujer y sentencias dictadas por los órganos jurisdiccionales en esta materia correspondientes al año 2013.

Un año que se cerró con 124.894 denuncias, diez menos al día que en 2012. Esta caída de denuncias fue acompañada por un aumento del 1,2% en el número de renuncias a continuar el procedimiento. Y sólo en el 6,7% de los casos se acordó la suspensión de la guarda y custodia de los hijos e hijas, en un 3% la suspensión del régimen de visitas y en un 0,3% la suspensión de la patria potestad de los maltratadores. Y a pesar de que el discurso oficial insiste en culpabilizar a las mujeres repitiendo como un mantra que si no denuncian, el sistema no puede protegerlas, 11 mujeres fueron asesinadas el año pasado a pesar de haber denunciado. Es decir, el «sistema» no supo proteger al 20% de las mujeres que pidieron ayuda ante la violencia que sufrían. Este año aún es peor. Oficialmente han sido asesinadas 18 -tres casos más se hallan en investigación- y de ellas, seis habían denunciado. Es decir, que el 33% de las mujeres asesinadas desde enero habían denunciado y los jueces y juezas no las protegieron.

Según el informe del año 2013, además, el 70,5% de las denuncias fueron presentadas por las propias víctimas, frente al 14,6% resultado de la intervención directa de la Policía y el 11,5 por ciento de partes de lesiones. Sólo en el 1,5 por ciento de los casos fueron familiares de la mujer agredida quienes denunciaron, mientras que las denuncias registradas a raíz de la intervención de los servicios asistenciales fueron el 1,9 por ciento. Es decir, la sensibilización social prácticamente no existe puesto que no actúa frente a esta violencia.

Los jueces y juezas de violencia sobre la mujer se pronunciaron el año pasado sobre 32.831 solicitudes de órdenes de protección, un 5 por ciento menos que en 2012, y desestimaron cuatro de cada diez. También, como en años anteriores, se mantiene la baja proporción de medidas cautelares civiles respecto de las penales. De éstas, un 25 por ciento acordaron la prestación de alimentos, un 20,5 por ciento se pronunciaron sobre la atribución de vivienda -un dato muy significativo para quienes frivolizan con la violencia de género asegurando que las mujeres denuncian en falso para quedarse con la vivienda o por intereses económicos-.

Los Juzgados de Menores enjuiciaron en 2013 a 151 menores de edad e impusieron medidas a 133 de ellos. El año anterior hubo 144 menores enjuiciados y se impusieron medidas a 130, lo que significa que el número de menores enjuiciados ha aumentado en un 4,8%.

En conjunto, las cifras muestran que el esfuerzo por acabar con la violencia lo llevan prácticamente en solitario las víctimas, que la impunidad se extiende así como baja la edad de los maltratadores. Es decir, comenzamos a pagar cara la desaparición de las medidas de educación y sensibilización y se evidencia cómo los maltratadores se envalentonan ante la falta de respuesta política y judicial.

Son datos aportados por los propios órganos judiciales pero ya no hay excusas. Todo el trabajo realizado en años anteriores sobre la violencia de género nos deja mucho conocimiento sobre la misma. Conocemos la íntima e indisoluble relación entre violencia de género e igualdad. Conocemos el «móvil del crimen» -la sumisión-, eso que ha costado tanto desentrañar y por lo que se hacía tan difícil explicar y explicarnos la violencia de género. Sabemos muy bien que no hay perfiles de mujeres maltratadas, y por fin hemos desterrado los tópicos sobre la relación del alcohol y las drogas y los maltratadores, conocemos el ciclo de la violencia y las consecuencias en la vida y la salud de las mujeres y conocemos, sabemos perfectamente, cómo prevenirla.

Sí, lo sabemos, tenemos identificadas las fallas del sistema, las resistencias y las soluciones. Algunas son ineludibles: educación en igualdad, necesidad de campañas sostenidas de sensibilización y la protección de los menores víctimas de la violencia. Sabemos de sobra que hay que separar a los niños y niñas víctimas de los maltratadores y que hay que hacer un gran esfuerzo en educación: educar en igualdad, coeducar desde los primeros años de vida y formar a todos los profesionales que tienen relación directa con la violencia de género, especialmente al personal de los juzgados (no sólo a jueces y juezas, también a la abogacía, especialmente a la que está en turno de oficio; a los equipos psicosociales); al personal sanitario, a todo el personal que está en el ámbito educativo, a todo el funcionariado, al conjunto de los representantes públicos y a todo el personal de los medios de comunicación; fundamentalmente. Es decir, lejos de perder la escuela como nos está ocurriendo, hay que ganar la universidad.

Lo sabemos, claro que sí, de hecho, el reconocimiento del papel crucial que la educación puede y debe desempeñar en la superación de la violencia de género no es algo que defiendan las expertas, es una idea generalizada, tanto entre las personas que trabajan específicamente en este tema desde distintos ámbitos, como entre el conjunto de la población. De hecho, desde marzo de 2004, el barómetro que realiza el Centro de Investigaciones Sociológicas, viene detectando que más del 96% de las personas entrevistadas manifiesta su acuerdo con que educar es una medida útil para luchar contra la violencia de género. Es la medida en torno a cuya utilidad se concentra un mayor porcentaje de acuerdo.

Sabemos también que necesitamos separar a los maltratadores de sus hijos e hijas. En primer lugar, porque los menores son víctimas de la violencia que se vive en sus hogares y en ocasiones, víctimas directas de violencia física o sexual por parte de sus padres. Por lo tanto, la primera obligación es proteger su vida. En segundo lugar, porque si no se da esta ruptura, la violencia de género continuará pasando de generación en generación. Si, como hemos dicho, según la macroencuesta de 2012, actualmente hay 600.000 mujeres sufriendo violencia de género, calculamos que al menos 850.000 menores están siendo maltratados y, además, educados, si es que se puede utilizar esta palabra, por un maltratador. El sexismo se aprende desde la infancia, la igualdad también.

Como dice María José Díaz-Aguado en su último informe: «Para comprender la especial relevancia que sobre este tema tienen las experiencias que se viven en la infancia y en la adolescencia, conviene recordar que el ser humano nace con una gran plasticidad para adaptarse al entorno, que es máxima en las primeras edades y va reduciéndose con la maduración. El aprendizaje de la lengua refleja muy bien estos cambios. Algo similar sucede con los modelos y expectativas sociales básicos -entre los que se encuentra el sexismo o su antítesis, la igualdad- que una vez aprendidos tienden a mantenerse, actuando como una segunda piel. Estos modelos y expectativas básicos aprendidos desde la infancia son utilizados para dar significado al mundo social y emocional propio y ajeno, incluirse o excluirse de actividades, cualidades o escenarios, interpretar las semejanzas y diferencias entre personas y grupos, juzgar como adecuado o inadecuado el comportamiento de los individuos que a ellos pertenecen, explicar por qué se producen los problemas que se viven, así como otras creencias normativas que desempeñan un decisivo papel en la autorregulación de la conducta, en lo que se piensa, se siente y se hace, pudiendo actuar incluso como expectativas que se cumplen automáticamente. Y  todos los estudios realizados sobre la violencia reflejan que la exposición a modelos violentos, especialmente durante la infancia y adolescencia, conduce a la justificación de la violencia y que ambas condiciones incrementan considerablemente el riesgo de ejercerla y de sufrirla. Existe suficiente evidencia para considerar a las experiencias infantiles de violencia como una condición de riesgo, que aumenta la probabilidad de ejercer o sufrir violencia de género».

Frente a esta evidencia, no sólo no se retira la patria potestad, ni siquiera las visitas a los maltratadores sino que la custodia compartida está ganando terreno aunque sabemos que en la actual situación de violencia de género (y con un 73% de violencia no denunciada) es un gran riesgo su aplicación. Lo sabemos de sobra. Lo sabemos quienes trabajamos contra la violencia de género y lo saben quienes la ejercen. Los maltratadores saben perfectamente que los niños y las niñas son los mejores instrumentos, los únicos que tienen para seguir haciendo daño a sus víctimas, para seguir ejerciendo control y maltrato y por eso los utilizan.

Para acabar con la violencia de género hay que ser valientes y ejercitar el principio de igualdad y no parece que ninguna de las dos sean características destacada del gobierno de Rajoy. Todo lo contrario. Hoy, ese discurso, el fundamental en la prevención de la violencia, está roto o es inexistente. Cuando aún no habíamos consolidado el principio de igualdad, cuando estábamos, por así decirlo, en los comienzos de hacer que la igualdad formal que marcaban nuestras leyes se tradujera en una igualdad real, el rechazo al valor mismo de la igualdad y todos los cambios que éste supone, se ha hecho evidente.

Como otras muchas conquistas, el principio de igualdad ha sido barrido del discurso político, de las prioridades políticas y sociales, del discurso mediático. Estamos en una encrucijada que desde luego no es nueva para las mujeres pero es muy peligrosa. Estamos viviendo una desmantelación sistemática no solo de los recursos que proporcionaban un ejercicio real de la igualdad, sino también un desmantelamiento del entramado ideológico, legal y simbólico que lo sustentaba.

Esta tarde, el Gobierno ha anunciado una reunión entre los ministros Mato, Gallardón y Fernández Díaz para enfrentar los asesinatos por violencia de género. La convocatoria ya demuestra las intenciones. Se sientan a la mesa los ministros más beligerantes contra la igualdad entre mujeres y hombres y la ministra que aún no ha asumido sus competencias en la materia. Si pretenden acabar con la violencia únicamente con medidas punitivas y policiales y sin que éstas se tomen en un ámbito de defensa de la igualdad ya podemos anunciarles su fracaso. Las ausencias dicen tanto o más que las presencias. Ni el presidente del gobierno -inédito aún en una cuestión que asesina a decenas de mujeres para las que supuestamente también gobierna-, ni la vicepresidenta. Es decir, ni es una cuestión transversal, ni es una política de estado. ¿Qué necesita este Gobierno para dejar de ser cómplice de la violencia de género?

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Comentarios
  1. Felicidades por el arttículo.

    En realidad, los propios comentarios son un ejemplo evidente de por qué el feminismo es completamente necesario y es plenamente actual.

    Es vergonzoso situarse a día de hoy de forma equidistante entre el machismo y el feminismo. Es vergonzoso. Es tan ridículo como decir «no soy violento ni antiviolento» o «yo no soy racista, pero a veces el movimiento antirracista se excede en sus planteamientos».

    Afirmar que la violencia contra la mujer no debe ser tratada de forma específica, sino que debe atacarse la violencia en general es una forma elaborada de decir que no debe hacerse nada al respecto de la violencia contra la mujer. De hecho, eso es otra característica clásica de la lucha por la igualdad de la mujer: siempre te van a decir que eso se puede dejar para más adelante. Siempre van a encontrar otros cambios más importantes que abordar primero.

    Yo soy hombre y soy feminista. Decir lo contrario o hacer lo contrario es aceptar los privilegios de la desigualdad, y ser cómplice y agente de esta. La desigualdad que sufren las mujeres no es un problema suyo que nos sea ajeno: es un problema del conjunto de la sociedad.

  2. La «violencia de género» o, peor aún, «violencia machista» no existe, sólo existe la violencia. El que pega a su mujer, no lo hace porque sea «machista», lo hace porque es violento, y pega a quien puede. Por otra parte, ser feminista es tan estúpido como ser machista.

    • La violencia de género está perfectamente definida y bien estudiada. Los hombres que maltratan a sus mujeres en su inmensa mayoría no son violentos, en otras situaciones ni en otros contextos ni con otras personas, todo lo contrario. El perfil típico del maltratador es el de un hombre con muy buenas habilidades sociales.
      Feminismo y machismo. No es lo mismo.
      No sólo no es lo mismo sino que no tienen nada que ver. El feminismo es una teoría de la igualdad y el machismo, una teoría de la inferioridad. El feminismo se edifica a partir del principio de igualdad, todos los ciudadanos y ciudadanas son libres e iguales ante la ley. El feminismo es una teoría y práctica política que se basa en la justicia y propugna, como idea base sobre la que se cimienta todo su desarrollo posterior, que mujeres y hombres somos iguales en derechos y libertades. El machismo consiste en la discriminación basada en la creencia de que los hombres son superiores a las mujeres. Según la época, el momento o la imaginación del machista, los argumentos serán distintos. Da igual, el caso es defender y practicar que los hombres tienen una serie de derechos y privilegios que no están dispuestos a compartir con las mujeres y para ello utilizan todos los medios a su alcance, incluida la violencia si es necesario. Una vez desarrollado el feminismo y nombrado como privilegio a lo que hasta entonces se había considerado natural, fue necesario equiparar ambas teorías, como si fuesen éticamente iguales. Algo así como decir que el racismo y la lucha contra el racismo son lo mismo.

  3. Creo que el feminismo, entendido en su sentido original, ha caído en manos de personas que poco hacen por la igualdad real de las mujeres. Se ha convertido en una especie de guerra abierta entre sexos en el que el sesgo y el victimismo son constantes.
    De ningún modo se puede comparar el triste fallecimiento de mujeres a manos de sus parejas con el asesinato de futbolistas. Por un lado porque en términos relativos las cifras no son comparables. No es lo mismo el asesinato de 68 presidentes de gobierno, por ejemplo, que el asesinado de 68 chinos. Tampoco es lo mismo en cuanto a las motivaciones que pueda haber en cada uno de los casos.
    Como profundizar en este tema sería largo y tedioso, tan sólo hará un par de apuntes. Por un lado el artículo considera homicidio como asesinato. Algo que puede dar más fuerza al artículo pero menos rigor. Por otro lado la ley considera violencia de género toda violencia que el hombre ejerce sobre la mujer, es decir, según la ley que toda violencia que el hombre ejerza sobre su pareja se debe a cuestiones de género, es decir, porque es mujer. Esto es difícilmente entendible. El hombre es mucho más violento que la mujer, de hecho el número de homicidio de hombres por parte de hombres es siete veces mayor que el de mujeres ¿en que se basa entonces el legislador para aseverar que si la víctima es mujer la causa de la agresión es su «genero»? Pues cre que más a cuestión de dogma (feminista) que a razones minimamente objetivas.
    Casi me alegro de que las esperaza de vida de los hombres es inferior a la de las mujeres porque, de no ser así, la que nos iba a caer encima.
    Por cierto, he leído algo sobre esto de las diferencias entre hombre y mujeres, también sobre la discriminación. Algunos de los trabajos acreditan una discriminación real de la mujer, lo hacen con buena base documental y serios trabajos de investigación. Tristemente, buena parte de los que salen a la luz pública adolecen de absoluta parcialidad y sesgo ideológico.

    • Mancuso, me gustaría mucho saber qué consideras feminismo «en su sentido original» y también a qué te refieres cuando dices que el feminismo se ha convertido en una guerra abierta entre sexos y que ha caído en manos de personas que poco hacen por la igualdad real de las mujeres. ¿A qué escuela o corriente feminista te refieres? ¿A qué pensadora feminista o línea de investigación? ¿Algún departamento de estudios feministas de alguna universidad? Con tres siglos de historia del pensamiento feminista y refiriéndote a una teoría política que se desarrolla en todo el mundo me parece un tanto «audaz» tu afirmación. Por otra parte, utilizo con todo rigor la palabra asesinatos dado el carácter de los mismos. Las mujeres no fallecen a manos de sus parejas, en los casos a los que nos referimos -aquellos contabilizados oficialmente dentro de la Ley Integral- se trata de mujeres asesinadas y en la mayoría de los casos con premeditación, alevosía y en muchísimas ocasiones con ensañamiento.
      Y en concreto, sobre violencia de género, hay suficiente literatura y legislación en todo el mundo -buena parte de ella emanada de organismos e instituciones internacionales- que puedes consultar y que te explicará con toda claridad en qué consiste la violencia de genero, cómo se produce, qué consecuencias tiene y cuáles son las razones para que requiera de leyes específicas.

      • Por sentido original me refiero a aquel que tenía como objeto la igualdad entre hombres y mujeres. Una igualdad, dicho de paso, que no tiene porque significar que hombres y mujeres seamos iguales en todos los aspectos, ya que no lo somos.
        Así, con el objeto de demostrar la sumisión de la mujer al hombre (real en muchos casos) se toman todas aquellas diferencias que en las que las mujeres salen peor paradas y se atribuyen al machismo cuando no, además a la premeditación. A una especie de confabulación masculima para sometar a la mujer.
        Ahora me sales con a qué escuela, corriente o feminista? Pues mira, no recuerdo el nombre de buena parte de los artículos y no tengo ni idea si pertenecen a una escuela o corriente. Tampoco entiendo que importancia tiene ello, salvo la de desprestigiar la opinión de quien ha leído los artículos pero no «sabe a que corriente pertenece». Pero a ver si te sirve un ejemplo. Me refiero a ese tipo de feminismo que compara el número de mujeres fallecidas en España a manos de sus parejas con un supuesto asesinato en masa de futbolistas. Porque esto no tiene ni pies ni cabeza. Primero porque los números estadísticos no son comparables en términos relativos; segundo porque la causalidad de la violencia de género no tiene absolutamente nada que ver con un supuesto asesinato en masa de fulbolistas. Supongo que sabes, estoy seguro que sabes, que la relación de pareja es complicada. Que las relaciones afectivas y la dependencia sentimental hacen que la ruptura de la relación produce unos niveles de estrés similares a los del fallecimiento de un ser querido. Supongo que sabes que la mente humana tiene tendencia al rencor y a hacer daño, todo ello «gracias» en buena medida, al conocido mecanismo psicológico de la proyección que no otra cosa que un mecanismo de defensa. Es probable que sepas también que, salvo en los delitos con motivación económica, la mayoría de los delitos violentos se deben a cuestiones emocionales. James Gilligan, psiquiatra en la universidad de Harvard, tras su paso por diversas cárceles, llegó a la conclusión de que la práctica totalidad de los delitos que había tratado se habían debido al intento de eliminar el sentimiento de vergüenza y humillación, es decir, otra vez el factor emocional.
        Si hablas de departamentos es probable que en los departamentos de estudios feministas, al menos antes de la crisis, no hubiese demasiados problemas para obtener fondos para investigar. Lo que es seguro es que personas que han intentado investigar las cuestiones de género al margen de las corrientes dominantes en ese feminismo que no sé de que escuela o corriente es, han tenido serios problemas de financiación y estoy siendo generoso. En realidad, los pocos estudios que se han hecho, han sido con fondos privados. Quizá sea esto lo que explique que sólo salgan a la luz los casos de violencia de los hombres sobre la mujeres y no las numerosas formas, eso sí, más sutiles, de violencia de las mujeres sobre los hombres. Muchas de estas las he visto en primera persona, no me las han contado. Otras, con recomendaciones incluidas para los hombres, me las ha contado una abogada después de haber trabajado muchos años con este tipo de problemática o policías (mujeres) especialistas en este tipo de violencia.
        Cuando vea que desde el feministo se enfrente este tipo de problemática desde un punto de vista global, teniendo en cuenta los factores educacionales, sociales, de esterotipos, de índole emocional e, incluso, aceptando la violencia mútua entre los miembros de la pareja aun cuando las manifestaciones de la violencia sean distintas, entonces podré empezar a cambiar de opinión sobre el feminismo y, a buen seguro, lo apoyaré.
        Algo es algo, la mayoría son asesinatos. Ya no son todos. Ahora podrías decir también que las penas en caso de violencia de género son más duras que en caso de la violencia contra los hombres.

        La razones de las leyes específicas las conozco. La comparto, en la legislación española, en el caso de las medidas de protección, de información… no así en el ámbito penal. Más aún, me parece un atentado al derecho constitucional a la igualdad por cuestión de género. Un delito no puede tener mayor pena por el hecho de haber sido cometido por un hombre. También es contrario a los principios que inspiran el derecho penal. Lo que se juzga en cada caso es cada hecho concreto. No se puede, por tanto, aumentar la pena a un delito por el hecho de que otros hombres hayan matado a sus parejas.

        • Mancuso, lo contrario de la igualdad es la desigualdad, no la diferencia. Te recomiendo que leas algo de teoría feminista antes de opinar sobre el feminismo y su historia: Amelia Valcárcel o Celia Amorós, son las autoras de referencia en el feminismo español. Y también, algo sobre violencia de género. La Convención sobre la eliminación de todas las formas de discriminación contra
          la mujer o la Declaración sobre la eliminación de la violencia contra la mujer, ambas de Naciones Unidas o a autores como Miguel Lorente o Luis Bonino.

          • Me parece bien que digas eso de que lo contrario de la igualda es la desigualdad y no la diferencia. Me parece perfecto y lo comparto. Ahora tan sólo me gustaría que algunas feministas dejasen de usar las diferencias para atribuirlas a la maldad de los hombres y a las desigualdades (que también las hay y es necesario traballar sobre ellas).
            No necesito leer los principios del feminismo para defender la igualdad de los seres humanos. En realidad no hace falta mucho. Los hombres normalmente somos hijos de mujeres, compartimos la vida con mujeres a las que, con las dificultades típicas de la convivencia, queremos y tenemos hijas a las que adoramos. Por lo tanto no necesito que nadie me informe sobre ello. Pero también por este motivo me ofende que, directa o indirectamente, se haga ver que la muerte de nuestras madres, mujeres, hermanas, amigas o hijas nos es indiferente.
            He hecho dos cursos sobre la Ley Integral. También he asistido a jornadas sobre la violencia familiar y de género. Alguna de las ponencias ha estado muy interesante pero otras… que quieres que te diga. Una joven nada más empezar a hablar se dirige a un auditorio mayoritariamente másculino (y se supone que acudes a unas jornada que casí no puntúan por interés en la temática) con un «a ver cuando los hombre vais a pensar con la cabeza…» El tono, claro está, despectivo. Ese es el feminismo que hace daño. Yo prefiriría trabajar en esta temática con una visión constructiva y multidisciplinar, estudiando las causas y proponiendo soluciones.
            Y, precisamente, si opino sobre el «feminismo» actual es porque algo he leído. Si no leo más es porque mucho de lo que leo, no todo, me parece poco riguroso, muy revanchista y poco contructivo.

    • Daniel, como explico con claridad en el artículo, estoy citando un libro que publiqué en el año 2002: Íbamos a ser reinas. Mentiras y complicidades que sustentan la violencia contra las mujeres. El libro comenzaba así y obviamente, se refería al año en el que se publicó. Por desgracia, en violencia contra las mujeres no hay que aumentar artificialmente nada. Desde que tenemos cifras oficiales, hemos llegado hasta 76 asesinatos el año que se registró la cifra más elevada como se puede comprobar en el enlace que tú mismo pones.

      • Nuria, si el libro se publicó en el año 2002 y te refieres pues al 2002: el número de víctimas fué de 54, si cogiste el número del año anterior (2001) el número fué de 50. Todo esto lo puedes consultar en el siguiente enlace del Intituto de la mujer donde se recopilan los datos en archivo excel desde el año 1999.

        http://www.inmujer.gob.es/estadisticas/consulta.do?area=10

        O tú o el Instituto de la mujer no dice la cifra correcta. No se que fuentes bibliográficas usaste para escribir tu libro y este artículo. Te agradecería que las citaras.

        Y te repito, esto no quita gravedad al asunto, pero alterar la cifra tampoco ayuda absolutamente nada de nada.

        Y aprovecho -otra vez- para responderte a una de tus principales preguntas en el artículo; si fueran hombres ni tan siquiera saldrían en las noticias.

        Saludos

  4. ¿Alguien sabe (aparte de las estadísticas que manejen los sindicatos) la cantidad de trabajadores/as que mueren por accidentes laborales al cabo del año? ¿sale en televisión o en prensa cuando hay un accidente laboral con resultado mortal? ¿se reúnen los ministros o ministras de interior, sanidad y trabajo cuando hay un accidente que causa la muerte a una persona que simplemente realizaba su trabajo, posiblemente sin medios de seguridad? ¿se hace caso a las denuncias interpuestas por incumplimiento de las normativas referentes a prevención de riesgos laborales? ¿saben las empresas y las administraciones públicas que ha crecido el número de muertes por accidente laboral? ¿se hace algo para evitarlo?
    Se me ocurren muchas mas preguntas, y conste que me escandaliza y me asquean los casos de violencia machista, es intolerable; pero también me parece intolerable la «violencia laboral» ejercida por muchas empresas hacia sus trabajadores y de eso si que no habla absolutamente nadie.

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