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Los huérfanos de Caballo de Troya
Constantino Bértolo se va del sello que creó en 2004 y que abrió la puerta a numerosos escritores noveles. El interrogante es dónde podrán encontrar un editor con la misma dedicación al oficio.
Artículo publicado en el número de abril de La Marea, ya a la venta en quioscos y aquí.
No ha sido un cese, ni una jubilación, ni un cierre de la editorial. Después de diez años al frente de Caballo de Troya, su editor y alma máter, Constantino Bértolo, ha sido invitado a irse. A abandonar un sello que a tantos escritores noveles puso en las librerías y a dejar un espacio donde la literatura –entendida como arma política, como reflexión– podía campar a sus anchas, sin presiones ni intermediaciones espúreas.
Porque Caballo de Troya era, a fin de cuentas, una editorial “pobre”, según Bértolo, que, a pesar de formar parte de un macro grupo como era Mondadori y después ha sido Penguin Random House, trotaba libre. Se publicaban no más de diez títulos al año, y tenía unas ventas que en la mayoría de los casos no superaban los 600 ejemplares. De hecho, el gran bestseller fue El malestar al alcance de todos, de Mercedes Cebrián, publicado en 2004 y que vendió 1.800 ejemplares. Y aun así, pese a las escasas cifras, la gran maquinaria asumía la independencia del editor. “Todos leemos con una máquina de cuentas en la cabeza, y yo no tenía esa obligación, leía más como un crítico que como un editor tradicional. Tiene ventajas y desventajas, ya que al no tener la brújula económica corría cierto riesgo de extraviarme. Era el número de originales que recibía lo que me orientaba”, cuenta el propio Bértolo a La Marea.
El interrogante que queda es por qué este abrupto fin. ¿Pérdidas económicas? ¿Ya no era posible mantener el sello en un momento en el que la industria ha perdido el 10,9% en ventas? ¿Una cuestión política? En cualquier caso, lo cierto es que con la marcha de Constantino Bértolo se cierra una etapa que muchos de sus pupilos, como Mercedes Cebrián, Marta Sanz, Elvira Navarro o Fernando San Basilio observan con admiración. Y también con agradecimiento. Como sostiene Sanz, que ahora publica en Anagrama y por quien este editor apostó por primera vez en Punto de Partida en 1995, probablemente “lo más importante del catálogo de Caballo de Troya, además de dar voz o visilibilizar escritores que si no lo hubiéramos tenido muy difícil, ha sido formar un tipo especial de lector. También creo que, aunque hemos trabajado muchísimo, ser “visibilizado” como joven autor en los noventa generaba mejores expectativas que las que genera en la actualidad”. San Basilio, por su parte, es mucho más drástico: “Sin él no sé dónde estaríamos, ni ellos [los otros autores publicados] ni yo. Probablemente en ninguna parte”.
Bértolo te ponía en órbita, aunque muchos de estos autores no lo supieran en un principio. Precisamente, este fue el caso de Elvira Navarro, quien confiesa haber pasado del editor durante años. “Lo de Caballo de Troya me sonó a J.J. Benítez”, reconoce. No obstante, después, cuando el manuscrito de La ciudad en invierno cayó en las manos del editor y éste le aseguro que le había gustado “más que bastante”, Navarro quedó entregada: “Fue, y sigue siéndolo para mí, un interlocutor excepcional. Tiene inteligencia, proyecto y estrategia. Y se compromete con sus autores”, insiste.
Ahora bien, nunca fue un editor fácil. Con Bértolo no primaba el ‘todo vale’ ni aceptaba manuscritos porque sí o con un afán de venta. La propia Cebrián, que llegó a él gracias a una recomendación de Belén Gopegui, recuerda una anécdota jugosa: “Metía el dedo en la llaga, con comentarios como uno que me hizo al principio: ‘Este relato es como de chica de COU que quiere empezar a escribir’. Fue ese tipo de comentarios los que me azuzaron para afinar mi puntería. Aunque fuese por la irritación que me produjeron en su momento. La letra con sangre entra, sin duda”, manifiesta la autora que más libros ha vendido en la editorial, 1.800 ejemplares.
Algo parecido a lo que recuerda San Basilio, a quien publicó en 2006 Curso de librería: “Cuando leyó mi primer manuscrito me envió un correo larguísimo donde no dejaba títere con cabeza y al final resultó que el texto le interesaba mucho pero, oh, bueno, él no podía dejar de decir lo que le parecía mal y de ofrecer soluciones. No era nada adulón como editor y sin embargo era muy entusiasta”. Para Marta Sanz sólo caben calificativos positivos: “Es intenso e inteligente. Sin paños calientes y a la vez afectuoso. Comprometido y cómplice sin que esos dos adjetivos se llenen de la blandenguería que habitualmente los rodea y que hace tanto año a escritores acostumbrados a esa falta de respeto que es la conmiseración”.
El dolor de decir “no”
Y, no obstante, para Bértolo, editor de vieja escuela –y no es mal adjetivo–, bregado en Debate y tantas otras editoriales, si había algo que le produjera dolor de cabeza en su trabajo era decir “no”, hasta el punto de que “uno procura evitar los rechazos de forma automática, ya que si entras en un diálogo con un rechazado no acabarías nunca”, sostiene. Y sabe que hay algunos títulos que se le escaparon de las manos y que después fueron publicados en otras editoriales. “Es algo que suele ocurrir. Siempre se cuenta la historia de Carlos Barral y Gabriel García Márquez, y es normal que lo rechazara: Barral tenía una línea editorial y ese libro no entraba”, argumenta.
Bértolo tenía ojo y tino. Hasta un 10% de los autores de Caballo saltaron a grandes editoriales, como la madre, Mondadori. Entre ellos, las propias Navarro y Cebrián, Lolita Bosch o Javier Pascual. Con su marcha se materializa entonces otra pregunta: ¿qué va a ocurrir ahora con los escritores noveles? ¿Dónde podrán publicar? ¿Cómo darán el salto?
Según fuentes de la editorial, los planes empresariales del sello no pasan por su desaparición y se plantea su conversión al formato digital, pero la duda persiste para los autores que pasaron por esta casa y encontraron en ella su oportunidad. “Es obvio que se cierra un espacio para los nuevos. Un espacio donde los nuevos que verdaderamente tienen algo que decir con una mirada y una voz peculiares se legitimaban”, ratifica Marta Sanz. “Hay mucha gente que no sabrá qué hacer ahora con un manuscrito”, añade Fernando San Basilio. Otros, como Natalia Carrero, Elvira Navarro y Mercedes Cebrián se muestran más optimistas. “Supongo que los autores noveles seguirán como siempre llamando a puertas hasta que se abran”, admite Carrero. Lo que no es tan evidente es que encuentren un editor que sepa husmear, corregir y sacar lo mejor de lo que todos estos autores llevaban dentro.
En La Marea de abril también se incluye una entrevista a Constantino Bértolo, en la que declara que «por él», hubiera seguido: «Hace tiempo la dirección del grupo me sugirió que podría jubilarme, y que eso sería lo conveniente. Y llegamos al acuerdo de que fuese en marzo».
EEM y Jordi, aparte de escribir críticas agrias de golfa despechada, dudo que hayan hecho algo más en su vida que lo de aquellos dos vejetes del «Muppet show». Bertolo, con sus errores, sus ideas, las que sean, y acomodado de sus contradicciones, ha hecho algo concreto y positivo por la literatura en el país de analfabetos que se está manifestando en todo su esplendor durante los últimos años: de analfabetos, y los que no, miserables envidiosos. Yo sí lo voy a echar de menos.
Una gran pérdida. Caballo de Troya se había convertido en un referente para quienes buscamos otro tipo de literatura. Valoro también el que apostara por nuevas voces. El mundo editorial es hoy un poco más estrecho y previsible. Una pena. En cuanto a las ideas políticas de Bértolo a mí me dan bastante igual, a diferencia de otros a quienes parece que les soliviantan.
Los árboles lo agradecerán. La verdad es que la labor de Bértolo en Caballo de Troya ha tenido escaso valor, por no decir ninguno. Que solo un 10% (y me parece una cifra engordada) de sus autores hayan pasado a Mondadori, que era un sello de la misma casa, es una prueba de su rotundo fracaso. Cualquier editorial independiente o comercial tiene mayores porcentajes de éxito. La cantidad de basura y de nombres a olvidar que ha llegado a publicar Caballo de Troya llega a marear. Y mientras tanto el hombre cobrando un gran sueldo de manos del capital y a la vez manteniendo su trasnochado discurso de ultramarxista de boquilla.
Muy de acuerdo con el comentario anterior. No hay autor mencionado en este artículo que valga la pena. Y ni hablemos de los que no se recuerda aquí. Qué pena que La Marea se haga eco del cinismo del señor Bertolo, que siempre se ha jactado de tener una figura de Stalin en la cómoda oficina de un grupo internacional desde la que «supuestamente» hacía literatura «de izquierda». Nadie lo va a echar de menos.