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Un libro analiza los traumas de los hijos y nietos de las víctimas del franquismo
En “Desenterrar las palabras. Transmisión generacional de la violencia política del siglo XX en el Estado español" (Icaria, 2014), Clara Valverde aborda cómo los efectos de la represión configuran la sociedad española
BARCELONA // ¿De qué manera la violencia y la represión de la dictadura franquista han afectado a la sociedad española hasta nuestros días? ¿Los traumas que vivieron las personas represaliadas por el franquismo siguen latentes en las siguientes generaciones? ¿La falta de duelo provocada por el silencio y la ocultación de los hechos motivados por el miedo a hablar y la ausencia de una justicia transaccional genera psicopatologías en los hijos y nietos de las víctimas? Estas y otras cuestiones se las plantea la escritora Clara Valverde en su nuevo libro: Desenterrar las palabras. Transmisión generacional de la violencia política del siglo XX en el Estado español (Icaria, 2014).
Las conclusiones a las que llega la autora son claras: Los efectos nocivos de los traumas generados durante la Guerra Civil y la posterior represión de la dictadura interfieren en las futuras generaciones, creando efectos como la necesidad de tener enemigos, la polarización de la sociedad, el victimismo, la venganza y el miedo a denunciar al poder. “La generación de los nietos tienen un rol muy específico en la transmisión generacional. Tienen más posibilidades de sufrir trastornos, es la generación más impactada en el subconsciente”, señaló Valverde durante la presentación-debate sobre la obra que tuvo lugar el pasado martes en el Casal de Barri Pou de la Figuera, en Barcelona.
La charla contó con la participación de la analista especializada en psicogenealogía y colaboradora en la obra, Elena Álvarez Girón; el neuropsiquiatra chileno Jorge Barudy, fundador y actual director de EXIL Bélgica y España; y el abogado y exfiscal anticorrupción Carlos Jiménez Villarejo. “El silencio, el miedo, las penas sufridas en España desde julio de 1936 conllevan una dificultad de las generaciones posteriores para asumirlo”, sostuvo Jiménez Villarejo. Principalmente, subrayó, por la ausencia de una Comisión de la Verdad “como forma de conocer la realidad de la violencia impuesta y el grado de violación de los Derechos Humanos que se produjo”. “En muchos países han cumplido un papel fundamental, y han generado un cierto grado de reconciliación”, apuntó el exfiscal.
Por ejemplo, en Canadá, donde la autora vivió muy de cerca las comisiones de la verdad y reconciliación impulsadas para tratar el trauma histórico de la colonización entre las comunidades indígenas, que tuvo unos de los episodios más negros en los abusos físicos y sexuales sobre los niños. “A mí me impresionaron muchísimo, las comisiones de la verdad iban de pueblo en pueblo, las personas tenían todo el tiempo que fuera necesario para hablar. Vi cómo tuvo un efecto enorme sobre la comunidad indígena. Cuando llegué a España, pensé que habría muchísima gente trabajando en el trauma generacional, pero ni mucho menos”, afirmó Valverde.
La escritora y enfermera se ha tenido que basar en toda la teoría elaborada a nivel internacional. “En cualquier país se ha investigado sobre el tema, como en Armenia, en Chipre… Aquí no, y es preocupante”, señaló. El duelo que quedó congelado cuando los familiares fueron asesinados, y que se tuvo que ocultar en la intimidad del hogar o en lo más profundo de cada uno, al no cerrarse, provocó que los traumas sigan latentes.
Una desgracia «producto de la mala suerte»
“En esa espiral infernal que causa el maltrato y la tortura —características esenciales de la represión franquista junto con la humillación y la aniquilación física y psíquica del «enemigo»— y en la que la víctima acaba sintiéndose culpable, el padre asesinado termina siendo el responsable de la desgracia familiar”, señala en el prólogo de la obra la documentalista Montse Armengou, autora de numerosos trabajos sobre la dictadura y la represión franquista. “He encontrado personas que creen —a excepción de aquellas que tenían una familia o un entorno social politizado— que la desgracia que se cernió sobre ellos fue producto de la mala suerte o del azar”, expone Armengou.
“Estamos hablando de un trauma no resuelto de toda una sociedad”, sentenció el neuropsiquiatra Jorge Barudy, víctima también de la represión pinochetista en Chile. “Este libro es un minitratado sobre la psico-traumatología, leyéndolo me he deleitado muchísimo. A nivel personal, estuve en contacto directo con la traumatización de toda una sociedad, si bien, desde el punto de vista cuantitativo y cualitativo, lo que pasó en España es infinitamente mayor de lo que sucedió en mi país. En Chile hubo 8.000 desaparecidos, aquí estamos hablando de más de 100.000”.
“Cuando la sociedad hace todo lo posible por no reconocer los traumas, tiene todos los números para seguir traumatizada para siempre, sólo es posible superarlo si la sociedad lo permite”, afirmó Barudy. “Ella –la autora- llega a la conclusión de que el pasado no es pasado. Creo que está más presente que nunca. Si n,o sería inimaginable que a finales de 2013 haya estado en España el grupo de expertos en desapariciones de la ONU y el relator especial para la promoción de la verdad, la justicia, la reparación y las garantías de no repetición”, argumentó Jiménez Villarejo. “Las visitas del comité en 2013 fueron sólo a tres países: Nepal, Siria y España”, añadió.
“La gran pregunta que me hago –sostuvo el exfiscal- es cómo podemos convivir y cómo pueden convivir las familias de las víctimas cuando sigue habiendo miles de desaparecidos, sin que se haya impulsado ninguna investigación más allá de las llevadas a cabo por entidades de la sociedad civil y particulares, muy excepcionales”. “Imponer esa especie de desaparición, silencio, ninguneo, es lo peor que le puede pasar a una sociedad”, concluyó Barudy.
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Con todos mis respetos y empatía para los hijos y nietos víctimas del franquismo.
Víctimas del franquismo somos en mayor o menor medida casi todxs. (aunque muchos no lo sepan y aunque lo nieguen y aunque en su ignorancia hablen de la paz de aquellos años).
Y somos víctimas porque el pueblo perdió la lucha de clases que desencadenó, mediante golpe de estado, la oligarquía, el caciquismo y el fascismo que parece que siempre caminan juntos y porque luego los vencedores nos contaron la historia al revés, además de lavarnos el cerebro y idiotizarnos.
Somos víctimas porque nos arrebataron a las personas más válidas, a las más despiertas, a las pioneras. Las que no fueron fusiladas se vieron obligadas a exiliarse. Muy pocas decidieron quedarse aquí.
Somos víctimas porque aquel clan de impunes asesinos está consumando ahora mismo contra el pueblo otro golpe de estado, éste económico y de derechos y libertades.
Cómo no recibieron ningún escarmiento ¿de quien si siempre hemos estado sometidos a ellos? y nos secuestraron aquellas páginas de nuestra historia para mantenernos engañados, se sienten impunes y capaces para volver a agredir al pueblo.
La historia se vuelve a repetir para los pueblos que no aprenden de sus errores.