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Gorka Otxoa: “Hemos dejado de estar con los demás para comunicarnos por una pantalla”
'Continuidad de los parques', en función hasta el 27 de abril en las Naves del Español, pretende ayudar al espectador a entender que uno comienza a sanar cuando se asoma a los demás
MADRID// Es la cuarta vez que Sergio Peris-Mencheta, flanqueado por la productora Barco Pirata, desembarca en las Naves del Español. Después de Incrementum, Tempestad y Un trozo invisible de este mundo, regresa para dirigir Continuidad de los parques. Allí estarán hasta el 27 de abril, fecha a partir de la cual tratarán de rodar la obra por todo el país. Con este texto, escrito por Jaime Pujol, pretenden ayudar al espectador a entender que, a pesar de nuestra tendencia a meternos hacia adentro, a mirar con recelo al otro, uno comienza a sanar cuando se asoma a los demás.
Esta comedia, que presenta ciertos tintes surrealistas, cuenta con varios elementos novedosos que seducirán al público. Como Marta Solaz. Además de ser la narradora de la historia, la actriz tuvo que aprender a manejar un aparato para reproducir música en bucle llamado loop, gracias al cual se la podrá ver poniendo la banda sonora en directo en cada función. Durante la presentación a los medios, Peris-Mencheta contó que recurrieron a un asesor de magia, Nacho Diago, para ayudar al reparto a realizar los trucos de prestidigitación que también incluye este montaje.
Y precisamente ellos, los actores, son uno de los grandes atractivos de esta propuesta. Fele Martínez, Roberto Álvarez, Luis Zahera y Gorka Otxoa interpretarán entre todos a más de 20 personajes a lo largo de las ocho piezas en las que se divide la obra. “Hay de todo -afirma Otxoa-. En cada escena aparece una situación que al final deja de ser lo que parece. Hay muchas situaciones distintas, aunque el hecho de que los diferentes personajes se encuentren en el parque siempre tiene un sentido. Pero no puedo contar mucho más, es una función que hay que venir a ver”.
Sergio Peris-Mencheta ha declarado en varias ocasiones que la obra pretende incitar a la gente a que, en lugar de parapetarse y refugiarse en la individualidad, salga a encontrarse con los demás porque son los otros quienes te modifican.
La obra termina hablando un poco de esto como reflexión, de la importancia de la comunicación, del encuentro, del ser humano con el otro. De cómo nos cambia, cómo transformamos o nos transformamos e incluso de cómo encontramos puntos de encuentro o, al revés, de desencuentro.
Algo cada vez menos común…
La sociedad, y cada vez más con las nuevas tecnologías, nos lleva a estar solos en nuestra casa metidos en Twitter o Facebook… Parece que hay mucha comunicación, pero realmente no estamos con las personas; hemos dejado de estar con los demás, de quedar para ir al parque, a tomar un café o a dar un paseo, para comunicarnos por medio de una pantalla. Es decir, que cada vez tenemos menos tendencia a encontrarnos y lo vamos sustituyendo por palabras; algo que, incluso, da pie a malos entendidos porque lo más importante de la comunicación es el tono, la voz, cómo dices cada cosa.
Por eso la obra tiene ahora más sentido si cabe. Jaime Pujol la escribió hace más de 20 años, pero es ahora cuando tiene más relevancia y más sentido ver que hay gente que se encuentra en un parque, algunos se conocen y otros no, y cómo interactúan e intentan entenderse. Creo que la obra sí que nos tiene que hacer reflexionar sobre esto, sobre el desencuentro generalizado que estamos viviendo ahora mismo en la sociedad, y más en estos momentos de crisis en los que parece que la gente tiende a esconderse más. Aunque también a unirse, como está ocurriendo en algunos casos que demuestran que de la unión vienen la fuerza, los cambios, la creatividad, la revolución o lo que tenga que venir.
Cada vez es más habitual escuchar a urbanistas y arquitectos denunciar que los poderes públicos están privatizando las calles poco a poco y nos están quitando el espacio público. ¿La obra habla también de esto?
No, no. Lo comparto absolutamente, pero la obra no habla de esto. Simplemente trata de sentar al espectador en un parque, de meterlo ahí en plan voyeur y que vea cómo interactúan los personajes. No hay una reflexión tan profunda. Sí que es verdad que los coches tienen cada vez más presencia en las calles y que cuando peatonalizan determinadas zonas, como los cascos antiguos de las ciudades, lo hacen más para atraer al turismo que para otra cosa. Es verdad que nos están intentando quitar la vida en las calles, incluso el derecho a manifestarse, a concentrarse como ciudadanos, a expresarse. Están intentando hacer desaparecer la vida en las calles para que sólo las usemos para ir a trabajar o para consumir, que es lo que quieren. Pero vamos, que con la obra no profundizamos tanto sobre esto, sino que simplemente muestra qué sucede con los distintos personajes que se enfrentan a las situaciones propuestas.
Cada uno de los cuatro actores interpretan varios papeles. ¿Cómo han intentado lograr que el espectador note la transformación del actor en cada uno de esos personajes y no ver a un actor haciendo de una u otra persona?
(Sonríe). Pues trabajando dos meses seguidos, de lunes a sábado y durante nueve horas diarias. ¡Yo no había ensayado nunca tanto en teatro! Comenzamos con un curso de clown que organizó Sergio (Peris-Mencheta) con Néstor Muzo, que es un crack, un maestro del clown terapéutico, si se le puede llamar así. Con él, lo que hicimos fue sacarnos las caretas que tenemos en la vida y que también tenemos a la hora de actuar que son, precisamente, las que hacen que un actor haga de sí mismo actuando de alguien o que todos sus personajes sean parecidos. Con este trabajo nos quitamos esos vicios, esas malas costumbres o esos apoyos a los que recurrimos como zona de seguridad.
El trabajo que hizo Sergio con nosotros también nos sacó de ahí y nos llevó al límite, en el mejor sentido, que fue lo que posibilitó que cada personaje fuera completamente diferente y que no se pueda ver si es Gorka, si es Fele (Martínez) o si quien sea, sino que son personajes diferentes a los que el actor llega desde un lugar neutro, como si lo hubieran reseteado. El proceso de trabajo ha sido una gozada y el hecho de que cada personaje que interpreto fuera tan diferente ha sido un caramelo a la hora de ir buscando las cosas tan distintas que tiene cada uno de ellos.
Se habla mucho de que es necesario para el actor estar continuamente formándose, que no sirve solamente con los cuatro años de la escuela de interpretación. ¿A usted le es posible esto con el ritmo de trabajo que lleva?
El tiempo es un elemento que siempre va a la contra. Por ejemplo, cuando he hecho programas en la tele de sketches con muchos personajes distintos, ahí no hay mucho tiempo. Igual al día haces seis o siete personajes nuevos que tienen escenas de un minuto y medio y tienes menos tiempo para prepararlos, para desarrollarlos. Entonces ahí sí que puede ser que tires más de lo que tienes y de tus trucos. Aquí, la gozada ha sido que hemos tenido mucho tiempo para ensayar, igual que pasa cuando ruedas una peli, pero con cinco personajes distintos. O sea, que es como si hubiéramos ensayado cinco obras porque hemos hecho la búsqueda de cada uno de estos personajes hasta encontrarlo. En ese sentido, el tiempo te permite arriesgar más, sacar más de ti mismo que en otro tipos de trabajos que puedes hacer en la tele, que no te lo permite tanto.
¿Y cree también que la formación constante es necesaria o sirve con la experiencia que uno va acumulando?
Creo que esta es una profesión en la que nunca dejas de aprender y de formarte. Cuando acabas la escuela, la acabas para empezar a formarte, casi igual que en cualquier carrera hoy en día. Yo también estudié Psicología, y cuando la terminé no estaba preparado para nada. Empezabas entonces a hacer miles de cursos de formación, a aprender de verdad. Con este trabajo pasa igual o más, si cabe, porque es una cosa tan viva… Sobre todo es el peligro de no acomodarte, de no hacer siempre lo mismo o quedarte con tus truquillos porque acabarás por hacer siempre el mismo personaje. Es un trabajo constante de atención, de concentración y de autoexigencia para trabajar en cosas diferentes y jugar. Al final, como nos dijo Sergio desde el primer día, actuar, el teatro, es un juego.
¿Es más fácil trabajar cuando quien te está dirigiendo también es actor?
Sí, sí, yo creo que sí. Por lógica tiene que ser así. Luego hay directores que también nos entienden muy bien, pero que un actor lleve los ensayos implica que entiende todas tus inseguridades o cómo son los procesos de búsqueda porque él vive todo esto. Sabe lo que cuesta, lo que no cuesta, qué se siente en cada momento… Además, tiene mucha visión, es muy listo en ese sentido, y, por tanto, nos ayuda mucho. Sabe mejor cómo llegarnos o cómo darnos las directrices para que lleguemos al punto al que quiere que lleguemos, porque también está constantemente en el otro lado
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Desde luego la transformación social que tanto estamos necesitando no creo que venga por el «me gusta» del facebook. Se hará en la calle, espacio común, nuestro y que nos está tocando defender, donde directamente nos aportamos unos a otros calor humano, ánimos, fortaleza, empatía, solidaridad.