Opinión
Despedida de Adolfo Suárez, o el desfile de ‘idiócritas’
"Si pensara que hay un 'más allá', me imagino al expresidente con una gran sonrisa socarrona entre agradecida y crítica… viendo el ir y venir de algunos personajes, entonces recalcitrantes enemigos y ahora 'amigos'”
Adolfo Suárez pienso que fue un político vocacional. Su afición y profesión política se fraguó en el seno del nacional-catolicismo más recalcitrante, fue camisa azul, patriota y, luego, monárquico. Desembarcó de la dictadura a la democracia de la noche a la mañana sin coste alguno. Más bien con honores, como tantos otros… de la mano del dictador (incluida la monarquía). Mientras que se enterraba, por unos y por otros, la memoria histórica de los que sufrieron la venganza del franquismo.
Ahora, cuando desde hace más de diez años había perdido la memoria y, posiblemente, la conciencia… todo han sido alabanzas y buenas palabras, incluso de quienes lo injuriaban (con razón o no), de quienes lo asediaban, de quienes lo abandonaron y lo maltrataron, desde sus filas políticas y desde la oposición.
Varios años estuve compartiendo bancada en el Parlamento. Incluso en alguna ocasión mantuve alguna breve conversación con motivo de alguna de las leyes o cuestiones que se debatían o se pergeñaban. Este (entonces humilde y muy joven) diputado y senador por el Partido Socialista conserva una imagen de afabilidad del ex-presidente que reflejaba una cierta empatía a su alrededor. Jamás detecté que me retirara la mirada, siempre había un saludo en los pasillos, en el bar… No como otros, incluso de mi mismo partido, imbuidos en una cierta aureola fantasmagórica y de vergonzante superioridad.
Las fuerzas políticas, sociales y sindicales de todo pelaje y color, las mediáticas y, cómo no, las católicas… se han apresurado a desfilar ante el cadáver. Todo son alabanzas y buenas palabras: El forjador de la democracia. El arquitecto de la transición. El líder que cambió la historia de España… Y muchos más calificativos afables de la España formal, de la España interior y de la periférica, de la España casposa y de la progre…
Y en medio, muchas gentes de buena fe que le reconocen ciertos (o muchos) méritos políticos, pero también han desfilado, muchos idiócritas para salir en la foto, porque había que estar… Si este ateo que se dirige a ustedes pensara que hay un más allá, me imagino al expresidente con una gran sonrisa socarrona entre agradecida y crítica… viendo el ir y venir de algunos personajes, entonces recalcitrantes enemigos y ahora amigos. Es lo que pasa casi siempre cuando uno u otro se va…
La ideología de Suárez y la mía estaban en las antípodas. Pero le reconozco su capacidad para llegar a acuerdos y su coraje político en medio de tanto fascista. Otra cosa es mi opinión negativa sobre el modelo de transición. Pero es la que hubo y no hay marcha atrás. Ahora hay que mirar hacia adelante, en unos momentos de enorme confusión.
El cuerpo de Suárez va a ser enterrado, al parecer, en una catedral: ¡Cómo no! ¿Cómo se va a perder el clero tal gloria terrenal? Desconozco si se hace con su autonomía de decisión a no. Posiblemente, no. La familia y el poder nacional-católico ¡han decidido! Por ello, al final de su vida, puede formar parte de una parte de la sociedad: la católica apostólica y romana. Cada cual en su papel. Quizá en un cementerio civil sería lo más apropiado, por la personalidad política del personaje. O quizá, no.
*Francisco Delgado. Fue diputado en 1977, en la actualidad es presidente de Europa Laica.
Que acertado andas Francisco.