La Uni en la Calle
El marco paleoambiental de la prehistoria reciente en Iberia
El autor es profesor del Área de Prehistoria del Departamento de Prehistoria y Arqueología de la UNED
La Prehistoria reciente se desarrolla durante el Holoceno, última unidad cronoestratigráfica de la Historia de la Tierra. Coincide con el estadio isotópico del oxígeno OIS 1 y su límite inferior está situado hace 11784 años antes del presente (AP), tras finalizar el último episodio frío del Pleistoceno superior. El Holoceno es la única división de la escala cronoestratigráfica que carece de límite superior, pues se trata del periodo de tiempo que abarca el momento presente y por tanto engloba los procesos geológicos y sus resultados que se generan día a día. El Holoceno se articula en tres unidades menores con carácter informal: inferior o temprano, medio y superior o reciente. El Holoceno temprano comprende desde su límite inferior hasta los 9000 años AP e incluye las cronozonas Preboreal y Boreal. El Holoceno medio alcanza hasta los 5000 años AP e incluye el evento frío acontecido en el 8200 AP o evento 8.2 y la cronozona Atlántico y parte de la Subboreal. El Holoceno reciente se extiende desde los 5000 años AP hasta la actualidad e incluye las cronozonas Subboreal y Subatlántico.
Al final del Pleistoceno, el nivel del mar en las costas de Iberia se encontraba unos 60 metros por debajo del actual, y durante todo el Holoceno fue experimentando sucesivos ascensos (transgresiones) y descensos (regresiones) hasta alcanzar la situación actual, con un máximo transgresivo hace 6000 años (máximo de la transgresión Flandriense), durante el cual parece que superó en uno o dos metros el nivel del mar actual. El resultado del ascenso holoceno del nivel del mar es la sucesiva pérdida de superficie emergida que se observa en Iberia, sobre todo en las costas cantábricas y mediterránea oriental, hasta llegar a la configuración costera actual. En cuanto a las variaciones de temperatura superficial del agua del mar (TSM) de los mares circundantes de Iberia, en los primeros mil años del Holoceno sufrió un rápido ascenso en el mar de Alborán hasta alcanzar casi los 21º C hace 10000 años, ascenso también reflejado en el margen atlántico (19º C). Durante el Holoceno temprano y medio, la TSM en el Mediterráneo se estabilizó en torno a 19º C, si bien experimentó una rápida caída hasta los 17,5º C durante el descenso térmico del evento 8.2, tras la que retorno a valores algo por encima de 19º C. En el Holoceno reciente, la TSM del mar de Alborán sufrió un ligero descenso para estabilizarse entre los 19º y 18ºC hasta llegar a nuestros días.
Durante el Holoceno, el territorio de Iberia experimentó una serie de cambios ambientales ligados a las variaciones climáticas, tanto rápidas como lentas, que se sucedieron a lo largo de este periodo de tiempo. En general, los registros sedimentarios parecen indicar que en los inicios del Holoceno tuvo lugar un máximo térmico, al que siguieron múltiples oscilaciones de centenares de años de duración, pero que marcan una ligera tendencia al calentamiento. Coincidiendo con el evento 8.2, se produjo una crisis de aridez que se detecta tanto en la sedimentación de las lagunas del norte como del sur de Iberia, y que se reconoce muy bien en los registros marinos. Esta crisis de aridez pudo ser la responsable del desplazamiento de los grupos de cazadores recolectores hacia zonas con una mayor disponibilidad de agua. Las condiciones al inicio del Holoceno fueron más húmedas que en el Holoceno superior, si bien con variaciones en cuanto a su aparición en las distintas regiones de Iberia, pues en la mitad norte el máximo de humedad se dio con anterioridad a los 8000 años AP, mientras que en la Iberia mediterránea este máximo tuvo lugar entre 7000 y 6000 años AP. A partir de estos momentos, todos los registros marinos y continentales indican un aumento generalizado de la aridez que alcanzó su máximo hacia 4500 – 2800 años AP, crisis de aridez que, junto a la sobreexplotación antrópica de los recursos naturales, algunos autores relacionan con el llamado colapso de la cultura argárica.
En los últimos tres mil años, los registros sedimentarios de lagos y turberas permiten detectar el Periodo Húmedo Ibero-Romano, con un aumento de la humedad localizado entre 2600 y 2140 años AP, una etapa de aridez situada entre 2140 y 1800 años AP y coincidente con el periodo imperial romano, y un episodio de gran humedad entre 1800 y 1600 años AP, que es el más húmedo acontecido en Iberia en los últimos 3500 años. El llamado Óptimo Climático Medieval (550 – 1300 Anno Domini o AD) aparece registrado en lagunas y turberas, donde se detectan aumentos de temperatura y de aridez y veranos muy cálidos en la zona pirenaica. Con la Pequeña Edad de Hielo (1300-1850 AD) se produjo un descenso de las temperaturas en Iberia, marcado por el crecimiento de los glaciares pirenaicos y béticos, y un incremento de las precipitaciones que produjeron la recarga hídrica de lagos y lagunas y el aumento de las avenidas fluviales. Durante este periodo se produjeron sucesiones de años de extrema aridez interrumpidas por años con fuertes lluvias que producen inundaciones. Hacia finales de la Pequeña Edad de Hielo tuvo lugar el llamado año sin verano de 1816, en el que los agricultores de Iberia sufrieron una dramática disminución de sus cosechas. A partir de mediados del siglo XIX, comenzaron los registros instrumentales de la temperatura que marcan un progresivo y significativo aumento de esta hasta llegar a los valores actuales.
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Jesús F. Jordá Pardo es Licenciado en Ciencias Geológicas por la Universidad de Salamanca en 1982 y Doctor en Ciencias Geológicas por esa misma Universidad en 1992. Profesor Contratado Doctor del Área de Prehistoria del Departamento de Prehistoria y Arqueología de la UNED.
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