La Uni en la Calle
Informar y opinar en periodismo
La autora es licenciada en Filología Hispánica y en Ciencias de la Información. Profesora Titular de Periodismo en la Facultad de Ciencias de la Comunicación de la Universidad Rey Juan Carlos
La producción periodística del último siglo debía respetar dos normas: distinguir publicidad y noticias, y separar información y opinión, porque los espacios destinados a la publicidad, a la información o a la opinión cumplen funciones distintas y los lectores satisfacen en ellas distintas necesidades. Pero ¿qué sucede cuando la opinión invade espacios que se presentan al lector como espacios informativos? Algunas ideas han creado el caldo de cultivo para que la opinión se deslice a espacios reservados a las noticias: “La objetividad es imposible”, “los periódicos tienen detrás una ideología”; “ante la avalancha de información, el periodismo debe ser interpretativo”, “los medios son empresas que no pueden escapar a la lógica del mercado y cualquier recurso es bueno para aumentar beneficios”, etc. Estas afirmaciones sirven de coartada para un periodismo que no merece tal nombre, por los siguientes motivos:
1. Dando por hecho que la objetividad es imposible, leemos noticias que ocultan datos clave. Ejemplo: Campaña mediática a favor de la guerra de Irak que hizo suya la argumentación del poder de que había unas armas de destrucción masiva que nunca existieron.
2. El tratamiento diferente que dos periódicos hagan de la misma noticia no les puede llevar, en aras de su ideología, a abordarla de forma que el lector tarde en entender que cuentan los mismos hechos. Ej.: el 26 de enero de 2012 los periódicos contaban así el veredicto sobre Francisco Camps: Camps se libra / Absuelto, tras un calvario de tres años / Un jurado dividido absuelve a Camps de cohecho impropio / Camps y Costa inocentes, se acabó la cacería socialista / Camps, absuelto de su responsabilidad penal.
3. El periodista tiene una misión difícil en una época en que el flujo de información es constante, es obligado a ofrecer a su lector una selección de noticias, de datos, además de ayudarle a entender su sentido. Pero el sentido se forma cuando la noticia se contextualiza, se aportan antecedentes y fuentes expertas que midan el alcance; no le damos sentido por el atajo de darle nuestra opinión o la interpretación que nos parece mejor, sobre todo si se la presentamos como la única posible. Ejemplo: el 23 de abril de 2012, pudimos leer los siguientes titulares sobre el triunfo del socialista Hollande: La derecha coge fuerza (La Razón) / Hollande devuelve la esperanza a la izquierda francesa al ganar a Sarkozy (El País) / Hollande gana la primera vuelta y se sitúa a un paso del Elíseo (El Mundo) / Los votantes de Le Pen tienen la llave del palacio del Elíseo (ABC).
4. Los periódicos son empresas, pero son mucho más que una empresa preocupada sólo por el beneficio económico de su producción y deben asumir también su responsabilidad en la construcción de un sistema democrático y libre, y en la formación y la defensa de ciudadanos íntegros que lo hagan posible.
Para recuperar la credibilidad perdida, el periodista debe actuar sobre tres aspectos de su trabajo: la actitud de partida, la búsqueda de datos y la elaboración del texto informativo. Respecto a la actitud, al lector se le ofrece la mejor información posible para que pueda hacerse una idea cabal de lo que pasa, para que pueda extraer sus propias conclusiones y formarse su propia opinión.
Respecto a la búsqueda de datos, el periodista debe ser exigente consigo mismo en la búsqueda de información, consultar las mejores fuentes, no conformarse con una sola versión de los hechos y tampoco plegarse a los caprichos de las fuentes: son inadmisibles las ruedas de prensa sin preguntas de la prensa, o someter tu texto a la supervisión de la fuente antes de publicarlo para que elimine lo que se ha arrepentido de contar.
Respecto a la elaboración del texto informativo, la brillantez y la agilidad de estilo no se consiguen alimentando la polémica. Las palabras no son inocentes, están cargadas de sentido. La distorsión no ayuda a contar la verdad, sólo a terminar con ella, y contar la verdad debe ser el único objetivo del buen estilo periodístico.
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Mercedes del Hoyo se licenció en Filología Hispánica en 1982 y en Ciencias de la Información en 1990. Se doctoró por la Universidad del País Vasco en 1996. Desde 1997, se dedica a la enseñanza universitaria. Ha impartido clase en la Universidad del País Vasco, en la Universidad Carlos III de Madrid y actualmente es Profesora Titular de Periodismo en la Facultad de Ciencias de la Comunicación de la Universidad Rey Juan Carlos.