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Energía, medio ambiente y sociedad: ¿La próxima gran crisis global?

El autor es Licenciado y Doctor en Ciencias Químicas por la Universidad de Valladolid

Hasta el S. XIX, la energía disponible para las sociedades humanas se limitaba a formas de energía solar recién aterrizada; con la revolución industrial comenzamos a usar de modo masivo una energía que llegó a la tierra hace millones de años: analizaremos las posibles consecuencias de esta situación completamente nueva en la historia de la humanidad, así como las estrategias de respuesta desde el punto de vista de la tecnología, el medio ambiente y la sociedad.

Mediante la fotosíntesis, las plantas verdes utilizan la radiación solar para transformar el CO2 de la atmósfera en hidratos de carbono; el proceso se cierra con la descomposición de la materia orgánica, salvo una mínima parte que escapa al ciclo formando depósitos fósiles a lo largo de millones de años. La combustión de los carbones, petróleo y gas natural devuelve actualmente más de 7 GtC/año, junto a otros subproductos, con un aumento de la concentración superior al 0,5% anual. El CO2 y otros gases de efecto invernadero presentan fuertes bandas de absorción en el espectro de radiación terrestre, provocando cambios de temperatura como corroboran los modelos, estudios de paleoclimatología e impactos observados. Hoy en día se conoce bien la cadena de causas y efectos, así como las estrategias de respuesta posibles, relacionadas con la energía, el desarrollo y la demografía (que se encuentran en el origen del problema).

Las estrategias pasan por promover las fuentes alternativas y reducir el uso de la energía en todos los sectores y países, de un modo ambicioso, justo y vinculante. La diversificación energética incluye la energía nuclear, los combustibles ligeros y la biomasa, así como las renovables no basadas en la combustión (como la solar, eólica, hidráulica, geotérmica y marinas). Sin embargo, la nuclear es una opción poco atractiva, si no es capaz de solventar problemas básicos de seguridad, gestión de residuos y proliferación atómica. El metano y la biomasa presentan ventajas indudables, pero son posiblemente una solución parcial en la medida que no eliminan suficientemente las emisiones y compiten con otros usos de los vegetales. Las nuevas renovables tienen gran potencial, aunque la producción está limitada por su dilución y variabilidad, por lo que requieren un alto despliegue de materiales/instalaciones de generación, transmisión y almacenamiento, tales como plantas de apoyo, baterías o hidrógeno.

Todo ello hace necesario actuar de forma complementaria sobre la demanda de energía, mediante la eficiencia, el ahorro y las pautas de consumo. La eficiencia energética tiene que ver con opciones técnicas diversas en la industria, los edificios y los transportes, que suelen conllevar a su vez otras ventajas; sin embargo, existen límites termodinámicos a estas mejoras, así como el empleo de elementos exóticos en muchas tecnologías de vanguardia puede estrangular su despliegue masivo y afectar a los impactos del ciclo de vida (e.g. tierras raras, baterías de litio, pilas de combustible con metales preciosos, etc.). Por todo ello, más allá de la mera optimización de los procesos, los productos y los servicios, son precisas nuevas visiones de la historia y de la política, capaces de desentrañar los conflictos encerrados dentro del mito del desarrollo sostenible.

Dentro de las nuevas políticas, cuestiones como la población, las necesidades humanas y los patrones de comportamiento forman el tema central. Ello implica cambiar las reglas del juego, ya que el gran problema del capitalismo verde es su lógica expansiva, mientras que el medio ambiente solo entiende de magnitudes absolutas (como demuestra la ecuación I=PAT); así, las políticas en el contexto de la sostenibilidad son mucho más que la mera ingeniería ambiental que sólo actúa en los niveles productivos con un gran aparato tecno-lógico. La teoría de juegos pone de manifiesto el perverso mecanismo por el cual decisiones provechosas para el planeta son negativas para el subsistema económico, tal como está planteado, y por ello resultan impopulares. La sostenibilidad es por todo una propiedad compleja, ya que amalgama amplios requerimientos en conflicto; carecemos además de una teoría ecologista del estado democrático capaz de enfrentar este tipo de dilemas.

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Fernando Gutiérrez Martín es Licenciado y Doctor en Ciencias Químicas por la Universidad de Valladolid. Ha ejercido puestos docentes como profesor de Formación Profesional y Catedrático de EU en las Universidades Politécnica de Cataluña y de Madrid; actualmente Profesor de Ingeniería Química en el Dept. Química Industrial y Polímeros de la EUITI (UPM). Labor investigadora en Cinética aplicada, Procesos químicos, Ingeniería ambiental y Energía, con publicaciones científicas y técnicas en congresos y revistas nacionales e internacionales.

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