Opinión | OTRAS NOTICIAS
Todos somos cultura, pero…
El sector vive hoy su momento más precario. Entre 2011 y 2012 se destruyeron 24.000 puestos de trabajo directos y desaparecieron más de 2.000 empresas
Este domingo 9 de marzo, Madrid está convocada a una manifestación, un grito, una puesta en escena en favor de la cultura. La protesta, concebida en tono festivo a través de ocho plataformas a lo largo del Paseo de la Castellana (de música, artes escénicas, artes visuales, educación, patrimonio, literatura, danza, cine y «movimiento ciudadano») es un acto organizado por la plataforma #endefensadelacultura, compuesta por asociaciones de profesionales de diversos ámbitos de la cultura. Las exigencias principales del acto son la reducción del IVA cultural (del 21%, uno de los más altos de Europa) y el cese de la privatización de espacios culturales públicos.
Algunos precedentes a este acto son las convocatorias en defensa del Teatro Fernán Gómez y las protestas por la privatización de la gestión y programación de infraestructuras culturales de la ciudad a través de la fórmula Madrid Destino. Los lemas elegidos: «todos somos cultura», «nuestra cultura es riqueza» o «nuestra cultura es futuro». El color elegido (para la marea), el rojo (como las protestas contra el cierre de las plantas embotelladoras de Coca Cola o la marcha de desempleados de larga duración que trazó recorridos desde muchos puntos de la península para confluir en Madrid el verano de 2012).
Hace casi un año, coincidiendo con el segundo aniversario del 15-M, se intentó una suerte de confluencia movilizaciones en torno a la cultura y la comunicación mediante un encierro en el Museo Reina Sofía que si bien sirvió para debatir sobre cultura libre, espacios alternativos, precariedad laboral y cómo entender una lucha transversal en favor de la cultura, no tuvo mayor trascendencia.
El sector vive hoy su momento más precario. Entre 2011 y 2012 se destruyeron 24.000 puestos de trabajo directos y desaparecieron más de 2.000 empresas. Sin embargo, el último Anuario de Estadísticas Culturales indica que la cultura representa el 3,5% del PIB en España y el 2,6% del empleo en el país. Sobrevivir es un drama, pero movilizarse y que la sociedad sienta suyo este drama es aún más complejo.
Se habla de hoy como «la primera gran movilización del mundo de la cultura». Como si todo lo que estamos viviendo (particularmente desde hace tres años) no fuera la mayor manifestación y aprendizaje cultural y en décadas: recuperación de espacios en desuso, huertos comunitarios urbanos, redes de apoyo mutuo, creación y articulación de puntos de encuentro comunes frente a la Nada que dejó la burbuja inmobiliaria.
El reto está en vertebrar las representaciones culturales tradicionales con los nuevos espacios e imaginarios de creación. Y ahí es donde reside el conflicto, inherente a la propiedad intelectual, al copyright frente al copyleft, al enfoque de la cultura como un producto finito y cerrado frente a la visión de lo cultural como algo permeable, permanentemente abierto e inacabado.
Si la cultura es transversal a la vida, nos atraviesa, nos curte y nos empapa, ¿cómo defenderla desde lo común y no particularmente desde los gremios de artistas, productores, gestores, etcétera? Tal vez si aparecieran menos voces hegemónicas y el protagonismo fuera de las voces anónimas; si pudiésemos potenciar la conciencia de que la cultura nos atraviesa, que no se trata solo de hablar de espectáculo ni de escenario ni de artistas, sino de puestos de trabajo, de sostenibilidad y de creatividad.
Sin voces de autoridad, sin discursos que nos digan qué es la cultura sino entendiéndonos dentro y parte de ella. Quizás si la puesta en escena dejase de ser vertical, sino hubiese fronteras entre ponentes y asistentes. Tal vez si el discurso — mayoritariamente masculino— no dividiese entre «nosotros» y los «otros». Tal vez eso ocurra cuando dejemos de considerarnos irremediablemente de un bando o de otro: productores o consumidores, artistas o espectadores, genios o público, ilustrados o gente.
Gracias Carmen por compartir tu texto… siguiendo el comentario de Zaratustra creo que queda muy claro en el párrafo más abajo…
Sin voces de autoridad, sin discursos que nos digan qué es la cultura sino entendiéndonos dentro y parte de ella. Quizás si la puesta en escena dejase de ser vertical, sino hubiese fronteras entre ponentes y asistentes. Tal vez si el discurso — mayoritariamente masculino— no dividiese entre «nosotros» y los «otros». Tal vez eso ocurra cuando dejemos de considerarnos irremediablemente de un bando o de otro: productores o consumidores, artistas o espectadores, genios o público, ilustrados o gente.
¿Qué es cultura? ¡cultura somos tod@s!
Qué bella forma de no decir nada. Mucha «transversalidad» de la cultura, que «nos atraviesa», pero, al final, ¿qué quiere decir?