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“De la boca de Artur Mas nunca sale la palabra independencia”

El escritor Javier Ríos, en su libro 'Destruir España', reivindica que hay que destruir este país para mejorarlo. Aunque no le queda mucha fe en que pueda realmente cambiar.

Cada renglón del libro Destruir España es tan provocador como su título. En sus páginas, el escritor gaditano Javier Ríos, afincado en Cataluña desde hace una década, lanza una crítica descarnada, a ratos algo excesiva, del país que ha conocido a través de numerosos viajes y tras vivir casi una década en sus dos ciudades más grandes, Madrid y Barcelona.

Pero también es una sátira que pretende disparar en todas direcciones y hacer pasar un buen rato al lector mientras dinamita, muro tras muro, la concepción de España del español medio. Se podrá estar de acuerdo o no con el autor, con sus puntos de partida y sus conclusiones. El lector podrá reírse, enfadarse o reafirmarse, pero lo más probable es que Ríos le enfrente a muchas de sus vergüenzas. Que no es poco.

El título de su libro, Destruir España, ya empieza fuerte. ¿Cuál es el objetivo?

Antes de nada quiero matizar, para que no dé susto, que el libro habla de Kylie Minogue y Rafaela Carrá, entre otras. Así que imagínate, hasta qué punto el libro llega a ser divertido y frívolo. Más allá de la cuestión política y social, el libro es muy complejo y contiene muchísima ficción, personajes inventados, como la niña de Rajoy, Españita Ladrillita, a la que le pasan cosas muy hilarantes, que tiene que emigrar a Alemania y sufre una dolencia en el hombro noreste. La tienen que operar de catalanectomía y acaba manca en Berlín buscando trabajo porque la han independizado. En definitiva, no es un pastiche político. Luego también es un libro de viajes, hablo del paisaje extremeño, del murciano, del paisaje del norte. Es un libro que te lleva de viaje visual.

El objetivo de la destrucción de España es mejorarla. El libro en el fondo pretende revolver, generar interés, hacer una crítica muy profunda, con un toque ácido y satírico, de ahí el subtítulo “Antes de que ella nos destruya a nosotros”. Ahí ya está incluida la ironía, no es una destrucción real de nada, aunque al final del libro, en la parte de ficción, hay una destrucción física de todo el interior peninsular. Pero es eso, ficción. Lo de “destrucción” es una llamada a que la gente se pare, mire a su alrededor, vea qué no va bien en su propio día a día y en sus relaciones con los demás españoles -que tampoco somos muy buenos relacionándonos entre nosotros- y, a partir de ahí, mejorar todo.

¿Qué falla?

Pienso que la política en este país va como por una esfera superior, paralela, que va como levitando en plan místico castellano y ya deja de tocar el suelo. Por eso creo que tenemos que regenerarnos desde abajo y el día en que estemos bien, fuertes, coherentes en nuestros valores y bien engrasados como sociedad, podremos apuntar a los de arriba y exigirles de verdad. Porque a mí me parece un tanto extraño indignarte por el caso Gürtel y luego aclamar al PP de Valencia con mayoría absoluta de nuevo. Cogemos a banqueros, políticos y a todos les damos palos, pero yo bajo un poquito más y voy a criticar al español medio. Creo que muchísimas cosas, en nuestro día a día como sociedad, en cómo nos relacionamos, es bastante corrupta y denigrante.

En el libro se presenta usted como un “bicho raro” o un “español plural”.

Claro, es que Zapatero tenía ocurrencias muy raras (ríe).

Defiende que usted es un tipo de español del que España está muy necesitada. ¿Qué España sería esa con más bichos raros como usted?

Pienso que sería una España en la que habría muchas menos autonomías, en la que no habría habido café para todos, en la que habría, a nivel territorial, una España en la que también -por qué no decirlo- hubiera un centro lo suficientemente fuerte y vertebrado como para hacer de contrapeso a los nacionalismos que, de alguna manera, en el funcionamiento del país como un Estado son molestos, por decirlo así. Para equilibrar esto. Aunque claro, llegados a este punto, tal y como está la situación, he tomado la decisión de que yo prefiero probarlo con los catalanes, a ver si hacemos algo nuevo y diferente. Pero creo que, si hubiera habido algo distinto cuando tuvo que haberlo, durante la Transición, más españoles con una visión como la que yo tengo ahora, pues no habría ocurrido por ejemplo eso, convertir España en una especie de 17 cataluñitas, que no hacían falta. Hemos tenido hace 15 años, con Aznar como presidente, autonomías que no querían las transferencias que les pasaban. Todo era para diluir las que tenían los vascos y los catalanes. Por eso creo que a los españoles, sin darnos cuenta, nos han hecho esclavos de un Estado de las autonomías que sólo sirve a los políticos, no a los propios ciudadanos.

Además, también sería un país en el que en el cole te enseñarían a decir “Hola, buenos días, me llamo Javi” en todos los idiomas del país. No hablar euskera y catalán, pero por lo menos sí tener un mínimo de camaradería y hacer desde pequeñito tuyo el catalán y el vasco, por ejemplo. Que estos idiomas fueran realmente importantes, y no como defienden de boquilla. Los peperos son los primeros que te dicen: “A mí lo que me gusta de España es la variedad que nos enriquece”. ¿Sí? Pues entonces pon a tu niño a que de chico aprenda a decir cuatro cositas en catalán o en vasco. Verás que chulo cuando vaya por allí y le diga: “Hola, em dic Eduardo i sóc de Mérida”. ¡Qué guay, tío! Pues ya está, ya has entrado mejor, ¿no? Pues estos detallitos, que me parecen cosas muy nimias, deberían darse.

¿Es una cuestión de sensibilidad política?

Sí, fíjate que hay campañas de publicidad que yo creo que posiblemente han hecho mucho más por la normalización de la variedad que hay en España que el Estado de las autonomías. Por ejemplo, la campaña No es país para tontos, de Media Markt, en la que un catalán, un vasco, un madrileño y un andaluz conviven en un piso y les pasan cosas muy divertidas e interactúan con su acento bien marcado entre ellos. Además, no huye de los tópicos y es graciosa. El catalán hasta tiene gafas de pasta, al andaluz le pasan las cosas más ridículas, pero está hecha con cariño, no hay acritud. Y luego, en los 90, hubo una campaña del puente aéreo, que eran dos bebés dándose la espalda pero mirándose con una sonrisa de reojo y ponía abajo: “Puente aéreo Madrid-Barcelona, pese a todo, las dos ciudades más unidas del mundo”. ¿Por qué nuestros políticos no usan ese lenguaje si son los que tendrían que cuidar de que España no se rompa? Es que no valen para nada.

Defiende en su libro que España está castellanizada.

Estoy leyendo ahora mismo una cosa que es terrible, porque es un libro que fue la biblia del PSOE para la Transición y la organización territorial de España. Lo encontré en un mercadillo vintage por un euro y lo compré porque la portada era muy psicodélica. Resulta que ese libro fue su manual territorial. Parece que no era tanto Castilla el reino centralista y muy monárquico, era más bien el reino de León. Pero bueno, sí es cierto que luego todo esto se ha extrapolado a Castilla.

Más allá de que venga del imperio leonés o del reino de Castilla, España lo que está es demasiado estatalizada. Creo que España en lugar de ser un país de los españoles es un país de Endesa, del Santander, de los ministros, del PP y del PSOE, de Cánovas y de Sagasta, del bipartidismo, de la Iglesia, de los de siempre. Los militares es lo único que parece que en los últimos años sí los han conseguido poner en su sitio y quizás sea uno de los colectivos que menos te pueden caer bien, más cuando piensas en la España más dura. Aunque a veces quieren meter los tanques por la Diagonal de Barcelona. Algún flipado.

Pero es eso, me parece que España está demasiado estatalizada, España es un constructo, un Estado cuyo único sentido final parece ser no aportar un bienestar al pueblo español, sino autolegitimarse constantemente y apoltronarse más y más como megaestructura precisamente por encima de ese pueblo con el que no conecta. ¿No ves cómo hablan los políticos en las ruedas de prensa? No es normal, ¿cómo puede un político empezar con la actitud de “a ver, a ver”? Tú sirves al periodista que te está preguntando. ¿Cómo puedes chasquear, mirar para arriba, resoplar? Es horrible empezar respondiendo a alguien así. A ese tipo le molesta que un representante de un medio de comunicación venga a preguntarle y a pedirle cuentas de algo.

Dice que “España no debería ser Génova, Ferraz, el Santander y Endesa” pero, ¿Cataluña no es Isidre Fainé, CiU y compañía?

Absolutamente, pero es que la Cataluña independiente que yo quiero no es esta. No es cambiar a Rajoy por Mas, no es poner una fronterita. A mí cada vez que me preguntan “¿Desearía usted que Cataluña fuera un Estado de Europa?”, esa segunda parte, la de Europa, me hacía dudar. Yo me siento más cómodo con la idea de una Cataluña independiente que intenta hacer algo totalmente desde cero, independientemente de verdad, con una independencia radical, que simplemente darles el botín a otros. En el libro hay también una lista de corrupciones catalanas. Yo me río de Cataluña lo que me da la gana también, porque a mí, si Cataluña llega a ser independiente, igual que España debería pertenecernos, la Cataluña independiente que yo quiero me va a pertenecer a mí y a los que estemos ahí para construirlo.

¿Cree que esa visión suya es la mayoritaria entre los que quieren la independencia?

Entre los que la llevan mucho tiempo pidiendo, luchando por ella, yo creo que hay mucha gente que piensa así. Entre los que se han apuntado últimamente al carro, no. Una palabra que se dice mucho (en Twitter y otras redes sociales) entre los círculos independentistas catalanes, cuando se refieren al miedo que les da que CiU al final les deje en la estacada, es la palabra botiflers, que es traidores, vendidos. De todas formas, si te das cuenta, tanto de Mas como de los convergentes nunca sale la palabra independencia de la boca, hablan de “estructuras de Estado”. Ellos ya están haciendo su rollo, Mas quiere legitimarse como el que lleve al pueblo a la posibilidad de hacer la consulta, pero él no se ha posicionado a favor de la independencia. Él habla siempre esta manera tan sibilina. A nivel personal, él votaría a favor pero como representante de los catalanes en el Gobierno quizá no puede llegar a proponer este tipo de posición.

En cuanto a lo de Europa, me temo que para la mayoría de catalanes Europa es su fetiche. Para el nacionalismo catalán Europa es un fetiche irrenunciable y es como una cosa muy arraigada. Siempre ellos se han visto más europeos que los españoles, pero claro, ¿qué es hoy Europa? Yo eso lo veía bonito cuando España era una especie de país exótico, allende los Pirineos, cuando Europa ya se había industrializado, y ellos se veían más cerca de esa Europa que de la España ultramontana. Pero claro, es que este mundo ya no existe. Habría que ver cómo está el mundo ahora. Los mercados, que no son ningún Gobierno ni ninguna soberanía, son el auténtico poder. La City manda más que Europa. Entonces yo, francamente, no me voy a dejar de considerar europeo por no estar en la UE.

En el libro dice que los españoles tienden al fanatismo, no tienen demasiado sentido cívico y han sido sanguinarios en algunas épocas históricas. Da la sensación de que es demasiado duro con los españoles a la vez que condescendiente con los catalanes. ¿Es una interpretación correcta?

Es un poco injusto pero es así. A raíz de escribir esa parte del libro, me di cuenta de una cosa: Cataluña, al no haber sido nunca un Estado independiente, no ha tenido nunca un ejército. Esto no es trivial. Cataluña es fácil que se presente como un país amable porque nunca nadie ha sido matado en nombre de ella. Cuando un catalán fue a América y mató indios, lo hizo en nombre de España. Entonces, es una reflexión interesante. Quizá es un poco injusto llevar hasta ese extremo las reflexiones, pero es que la historia es la que es: España ha extendido un dominio por el mundo a base de religión y de Inquisición y de muerte y Cataluña no.

Pero más allá de la cuestión histórica, en el día a día actual, el catalán no tiene la tendencia al extremo, sobre todo tan fácil y tan de calentón que tiene el español. Y sí pienso que el catalán tiene más conciencia cívica, aunque sea también un poco de postín, porque están obsesionados con demostrar lo cívicos que son, pero hombre, de tanto querer demostrarlo algo de civismo sale. Pero el carácter español es más bien de demostrar y chulear de lo campechano o incívico que puedes llegar a ser. Ojo, ahora estamos entrando en el terreno de generalizaciones, por lo que no se puede aplicar lo que hablemos a cada individuo, como digo en el libro.

Y luego en España todo es o sí o no, PSOE o PP, frío o calor, invierno o infierno, Madrid o Barcelona, del Madrid o del Barça. Es que es todo así. Allí no, allí hay seis partidos políticos y todos pintan algo. Tú cuando enciendes la tele catalana y habla el PP o Iniciativa, ves que todos tienen un interés porque ellos sienten que sus propuestas forman parte del debate diario de tomarse un café con cuatro catalanes. En el resto de España el bipartidismo al final lleva a que son lo mismo los dos, y la gente ya lo está comprendiendo. Lo que yo veo es que en España el debate político genera sopor y provoca un cambio de tema. Eso también me parece más saludable en la sociedad catalana. Aunque está quizás demasiado politizada, porque a veces hasta para comprarte un sofá acabas hablando de política, pero al menos hay un interés por la política en Cataluña y eso es algo que nos hace ser una sociedad más cívica y más democrática.

El libro muestra también una cierta decepción con el 15-M.

Es que de ver algo tan grande como se vio en la Plaça de Catalunya o en la Puerta del Sol… No sé, yo pienso que todos queríamos que aquello fuera para arriba, y al final nos mandaron a nuestro barrio. Claro, yo me fui a mi barrio, a la Barceloneta, a su asociación de vecinos, y me encontré con que allí sus preocupaciones eran cosas como que acabaran las canchas de baloncesto. Que me parece muy bien, pero yo no fui para eso a la Plaça de Catalunya, y al final todo se acabó diluyendo y empezamos a entrar en unas diatribas super locales con los vecinos del barrio de toda la vida, que no eran las nuestras. Incluso con un cierto elitismo a la inversa por parte de ellos. La Barceloneta es un barrio popular y a los que veníamos del 15-M nos veían como que teníamos unas preocupaciones más eruditas o más intelectualoides. No conectábamos.

Para concluir, dice que cada día se siente menos español. ¿Ve esperanza para España? ¿O ya se siente catalán del todo?

La cuestión de los sentimientos, que en España tiene que ser todo siempre muy A o B, muy monolítica, en mí es compleja. Llevo cinco días en Madrid y claro, aquí veo un montón de cosas que me son tan familiares, que fluyen tanto por mis venas y que en Barcelona no las encuentro… A lo mejor tampoco las echo de menos cuando estoy allí, pero cuando vengo aquí digo: «¡ostia!». Ahora me siento más español que hace cuatro días, cuando llegué. Andaluz siempre, gaditano a ratos. Catalán, cuando lo elijo conscientemente. De sentimiento, quizá catalán es lo que menos me siento y, sin embargo, barcelonés sí me voy sintiendo y cada vez más. Ha costado mucho porque Barcelona es una ciudad bastante hostil social y afectivamente, pero ahora cuando vuelvo es para mí un hogar y me dice: “aquí tienes casa teva, Xavi” (ríe). Pero ha costado, ¿eh? Ha costado diez años.

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Comentarios
  1. es triste que tanto el entrevistado como el entrevistador transmiten «ser español» y «ser catalán» como una dicotomía. y más triste que ni siquiera presentan la idea: emana de lo que hablan, está implícita, ¡es tan cierta que no hay ni que explicarlo!

    • Precisamente España no va a ninguna parte porque el nivel intelectual de este escritor no está nada generalizado. La gente, en general, prefiere no saber nada e incluso se enorgullece de su ignorancia.

      • Gracias, Daniel, precisamente de esto hablo en el libro… Del mirar para otro lado escudándonos en lo bien que se vive en España por tantas cosas buenas que tenemos. Pero hay que luchar por cambiar las malas!!

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