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Vardi: “2.000 israelíes alegan enfermedad mental cada año” para evitar el Ejército
Sahar Vardi pertenece a un movimiento civil en Israel que se opone a la ocupación de los territorios palestinos. La activista se negó a hacer el servicio militar obligatorio, motivo por el cual pasó cinco meses en prisión
MADRID // Sahar Vardi nació en 1990 en Jerusalén, ciudad donde reside. Es israelí. Sahar se negó a hacer el servicio militar en Israel como protesta por la militarización del país y la ocupación de los territorios palestinos. Pasó cinco meses en prisión.
Su caso es un hecho aislado en Israel, donde solo cinco o seis personas al año declaran públicamente su rechazo al servicio militar, lo que les ocasiona pasar por prisión. Ella, en cambio, pertenece a una organización que ayuda a los «cerca de 2.000 personas que cada año se niegan a hacer el servicio militar alegando alguna enfermedad mental«. Como reconoce la misma Vardi, “la mayoría de estas personas no van por cuestiones económicas”, sus familias no pueden permitirse estar en el ejército cobrando un salario de 80 euros al mes.
Ella sí renunció al servicio militar por una cuestión ideológica. Vardi llega a la entrevista en un céntrico hotel de Madrid. Esta de visita en España para participar en la charla Desobediencia en contextos represivos. Insumisos y exmilitares en Israel, que tendrá lugar este viernes a las 16:30 horas en el Teatro del Barrio, organizado por Novact, Instituto Internacional Por la Acción Noviolenta.
Tranquila y con la mirada muy limpia, Sarah Vardi habla de armas, bombas y guerra con una naturalidad que asusta. “En Israel nos inculcan el miedo desde pequeños, el otro día vi en una escuela una señal que decía ¿quién intenta matarnos? Y a continuación había fotos de Hitler, de los árabes, de los históricos faraones de Egipto y así crecemos con el concepto de persecución, el miedo y la idea de que tienes que defender a tu país”.
La activista cambió esa percepción muy pronto. En el año 2003, con 13 años, acudió por primera vez a los territorios palestinos, justo antes de la construcción del muro de separación. “Ahí comprendí todas las consecuencias de la ocupación porque vi cómo cambiaba la vida de las personas del pueblo palestino y que en mi país no cambiaba nada en absoluto”, cuenta. Y pone un ejemplo: “Recibíamos muchas llamadas de compañeros de clase palestinos que en época de exámenes eran retenidos dos o tres horas en los check points, algo que puede no parecer dramático, pero que era una normalidad de lo que significaba la ocupación para esa población, algo que no se llega a entender ni aquí en España ni en mi parte del muro”.
Sahar es muy crítica con la sociedad israelí que “en su gran mayoría no hace la conexión entre el servicio militar y la ocupación de Palestina«. «Ese argumento de que necesitamos un ejército fuerte para defendernos de las agresiones internacionales, la gente no lo relaciona con la ocupación de Palestina”.
Por el lado contrario, esa sociedad permanece impasible ante los nuevos asentamientos que están creciendo en Cisjordania. “Yo no soy muy optimista respecto a la sociedad israelí ya que en su gran mayoría no ve una razón para cambiar su posicionamiento”. “Vivir en Israel hoy en día es muy confortable, la situación económica es mucho mejor que por ejemplo aquí en España, no hay bombas suicidas, la mayor parte de la sociedad israelí no siente el conflicto. Por ello, la solución pasa por generar mecanismos para que la sociedad note ese conflicto como por ejemplo a través de sanciones económicas y que empiece a presionar a su gobierno para que cambie”.
Respecto a esta presión internacional Sahar reconoce que “hasta ahora el efecto del boicot ha sido muy pequeño, pero desde hace dos semanas cada día algún medio de comunicación israelí está empezando a informar sobre estas campañas. De hecho, hace pocos días se reunieron el Primer Ministro, el de Asuntos Exteriores, de Hacienda y de Asuntos Estratégicos para elaborar una política propia del estado israelí frente a estas campañas de boicot y desinversión”.
En este sentido, recuerda el caso de Veolia, “una empresa de servicios francesa que se encarga de construir los servicios de ferrocarril de cercanías desde el centro hasta los asentamientos y la recogida de basura en los asentamientos que tira los residuos en zona palestina, y parece ser que ha perdido contratos por un valor de 17.000 millones de dólares en países europeos por las denuncias en las campañas internacionales por el papel que juega por la contratación de servicios en la zona ocupada”. Sahar asegura que “esto no va a terminar con la ocupación, pero sí parece ser que está generando miedo a otros para entrar a hacer negocios en los territorios ocupados”.
Finalmente, Sahar termina con un deseo, “que las cosas sean diferentes en un futuro”. Según la joven israelí, la ciudad de Jerusalén que podría ser un buen ejemplo de cómo “dos autoridades municipales diferentes podrían funcionar de forma conjunta, algo que permita a cada comunidad tener su propia autoridad y cultura, bajo una ley común que rija para todos”. “La división no tiene que ser legal, cuando hablamos de tener dos estados, una de las cuestiones fundamentales es dónde divides a esos dos estados, pero si hablas de una división entre autoridades, que no implica necesariamente la creación de dos estados, puedes lograr que los dos pueblos tengan su propio autogobierno pero, a la vez, tienen que coordinarse entre ellos. Esto podría funcionar mañana en Jerusalén, podría ser un campo de experimentos para su aplicación en todo el territorio del conflicto”.
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a veces se juzga a los pueblos por las acciones de sus gobiernos, y ésto es terriblemente injusto para las minorías valientes de países como Israel. Es muy cómodo juzgar y criticar la actitud del gobierno de Israel desde otro país, pero requiere mucho valor y entereza moral hacerlo desde dentro
Como admiro y agradezco tu valor, Sahar, tus principios y tu lucha para erradicar las injusticias. Dado el gran poder e influencia que Israel ejerce en el mundo, sólo que una cuarta parte de los israelitas fueran como tú el mundo sería muy diferente.
Muchas gracias, Sahar.