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Maica Barroso: “Hay muy poca comprensión sobre lo que significa estar en la cárcel”
Tras cinco años buscando financiación, la actriz representa en Madrid 'La esclusa', un monólogo de Michel Azama que profundiza sobre los problemas que sufren las mujeres en prisión
MADRID// Después de 16 años en prisión por haber asesinado a su marido, una mujer se prepara para salir de la cárcel. La esclusa, un monólogo escrito por Michel Azama, profundiza en los problemas de las mujeres en una prisión, sus miedos, su angustia y su soledad, sin juzgarlas por los delitos por los que están pagando. Al hablar con Maica Barroso, protagonista de esta obra que estará en cartel todo el mes de febrero en el Teatro del Arte de Madrid, es inevitable referirse al problema económico que asola el teatro español. “En principio estaremos los cuatro martes de febrero, a ver cómo funciona”, cuenta. “Tengo carta libre en la sala, como si funciona y me quedo un año. Pero vamos a probar solamente un día por semana porque tengo que pagar al técnico y no me quiero arriesgar a que vayan 14 personas por representación, prefiero que vayan 60 un día”.
A pesar de las dificultades, ya tiene varias funciones pendientes. El 21 de febrero vuelve a Barcelona por un día y también tiene un bolo acordado en Sevilla. Además, está pendiente de “entrar en un circuito de teatros públicos en Andalucía que se llama Enrédate porque, al ser un monólogo, tiene muchas posibilidades”. Tan afortunada se siente por el mero hecho de poder interpretar La esclusa, que da las gracias a quienes han contribuido a que sea posible como si de un discurso al recibir un premio se tratara: “Quiero agradecérselo a Isabel Pérez Izquierdo, que siempre se me olvida, porque nos dejó exhibir la obra en la Sala Poniente, en el Puerto de Santa María, y nos ayudó muchísimo a empezar a moverla”.
El día del estreno en Madrid el público aplaudió como cinco minutos seguidos, fue muy emotivo.
Sí, me parece que salí cinco o seis veces y eso porque, de verdad, no soporto aguantar aplausos. La gente hasta se puso de pie, y eso que había mucha profesión. Yo soy una espectadora muy generosa porque siempre pienso que mañana soy yo la que está expuesta encima de un escenario. Pero, en general, los compañeros de profesión son un público muy difícil para ver teatro, son muy críticos. Y, sin embargo, se metieron en el viaje. Fue impresionante.
En La esclusa está algo más de una hora sola en el escenario. ¿Interpretar un monólogo es apetecible por una mera cuestión de ego o porque plantea más retos?
Es un reto que, más tarde o más temprano, todo actor se plantea. Claro que tiene que ver un poco con el ego, cómo lo voy a negar. Una piensa: “Me enfrento sola a esto, a ver si soy capaz de captar la atención”. Yo creo que sí hay un ejercicio de narcisismo al hacer un monólogo. Pero también es un reto como actriz. Te planteas si serás capaz de mantener con la palabra tu presencia, de entrar en la vida de otra persona y que el espectador entre contigo y se quede. Además, tienes que medirte como actriz. Llega un momento en el que tienes mucha experiencia, has estudiado muchísimo, tienes mucho oficio, técnica, y te dan ganas de evaluar cómo aplicas todo eso.
He oído que el proceso de memorización del texto fue un tanto particular.
Yo esto lo cuento y la gente se ríe… Tanto la primera vez que lo hice, hace cinco años, como ahora, me aprendí y me preparé el texto nadando. Cuando lo descubrí, sinceramente, me enamoré de él de una manera brutal. Estuve cinco años buscando financiación para poderlo llevar a cabo. Pero cuando intentaba aprendérmelo, lloraba. Y, como nado mucho, pensé que nadando no se puede llorar. Además, esta vez ha sido alucinante, porque hacía cuatro años que no hacía este espectáculo y, sin embargo, no he cogido el guion. Empecé a repasarlo y me saltaba tres páginas, me iba para atrás… Y terminé recordándolo entero. Salvo alguna palabra que se me resistía. No solo en este texto, sino en cualquiera, las palabras son muy precisas. Si un escritor pone “encerrado“ en vez de “escondido“ es por algo. Y hay que respetarlo, para eso son maestros de las palabras. Y mientras me repasaba el texto había algunas palabras que cambiaba y que me sonaban raras…
¿Y cómo trabajó el personaje?
Pffff… (Resopla). Este es un texto que duele para hacer la creación. De hecho, ensayábamos Sylvie Nys (la directora) y yo solas, y a la hora y media le pedía que paráramos diez minutos porque estaba agotada. Silvie lloraba muchísimo mientras estábamos en el proceso de creación, pero a la vez lo disfrutas mucho también. Yo sé que no es mi vida, por lo que me es más fácil. Intento comprender a esta mujer y no juzgarla, e intento que el público tampoco la juzgue, y creo que no lo hace.
Durante la obra, su personaje expresa en varias ocasiones su miedo a quedar libre, al tipo de vida que le espera después de 16 años en la cárcel. ¿Cree que a los presos se los prepara para reinsertarlos?
No sé si lo de la reinserción es real. En la mente puede estar, pero en la práctica estoy convencida de que casi seguro que no. Y eso que sé que ahora mismo hay muchos talleres en las cárceles, muchas posibilidades de que el reo pueda trabajar dentro de la prisión… Ahora, ¿cuando sales se va contigo la lacra de haber estado encarcelada? ¿Puedes presentarte a un trabajo y, cuando te pregunten tu última experiencia laboral y les dices que has estado en la cárcel, te cogen? Pues yo creo que no, que es muy complicado reinsertarte realmente. Creo que las cárceles son, para muchos de los presos, la manera de cumplir un castigo, de cumplir con la sociedad, y poco más. Y más en estos tiempos de crisis. Y también es real esto que dice mi personaje de que fuera hay muy poca comprensión sobre lo que significa estar en la cárcel. La gente dice que ‘de qué se quejan’, si tienen tele y todo.
Precisamente, durante las pasadas fiestas hubo una polémica porque el día de de Navidad les dieron a los presos langosta para celebrarlo, y a mucha gente le pareció espantoso.
Pero, ¿tú sabes de dónde viene mucha de la comida de las cárceles? De los bancos de alimentos. No sé, me parece tan tremendo… Realmente es una cuestión social. De alguna manera cogí este texto porque mi personaje representa a un colectivo de personas que creo que no tienen voz. Es evidente que ha cometido un delito, pero ha pagado por ello. Y creo que nadie está libre de hacer algo irreversible alguna vez en su vida y, por tanto, yo no puedo juzgar a esta persona.
Este texto es maravilloso para una actriz, pero también lo elegí porque tiene mucho de reivindicación social; Michel Azama no escribe por escribir. No es que haga teatro político, pero sí que siempre muestra un compromiso con ciertos colectivos vulnerables y a mí eso me interesa mucho. También he trabajado en otros sitios donde esta reivindicación no existe… Pero en este existe y yo quiero que así sea.
¿El texto es real o está basado en hechos reales y después adornado?
A Azama le llamó mucho la atención una noticia que leyó sobre el alto índice de suicidios que se daba entre personas que llevaban mucho tiempo en la cárcel y estaban a punto de salir, y esto sale en la obra. Después, en 1984, dio este taller de teatro en la Central de Mujeres en Rennes, donde la mayoría de las presas estaban condenadas a cadena perpetua. Y a partir de aquí sacó todos los relatos. Él dice que no ha inventado una sola palabra del texto; que sí que lo ha ordenado pero todo eran vivencias que contaban las reclusas. Digamos que mi personaje es un compendio de todas sus historias. Seguramente habría una presa con dos hijos, otra que mató a su marido, otra sobre la que su familia no querría saber nada… Y Azama lo condensa en un monólogo para darles voz, no había otra manera porque ellas estaban solas.
Precisamente, esa soledad habrá sido uno de los elementos más difíciles de trabajar.
Sí, fue una de las cosas que más me costó. Sylvie me decía que tenía que tener siempre presente las paredes de la celda en la que está el personaje, que estaba sola. Sola. Y esto hay que trabajarlo hasta el infinito, pero es muy duro. Es maravilloso mientras estás creando, porque si eres capaz de conseguirlo te genera una enorme satisfacción, pero también duele muchísimo. Y más ese tipo de soledad. El personaje escribe mucho, no es una analfabeta. Al final de la obra se vuelve poetisa y escribe versos maravillosos como “imaginar el amor me duele más que su ausencia” o “mi cajita se va a abrir y no soy un regalo para nadie”. Me costó mucho, pero cuando estoy en el escenario consigo no ver a nadie.
El día del estreno, la última vez que salió a saludar al público, dijo: “Vamos a brindar por el teatro, para que siga vivo”.
Es que creo que están asfixiando al teatro, que lo están matando. No voy a decir lo de la crisis del teatro porque eso ya es eterno. Pero lo del 21% de IVA es tal barbaridad… Tú imagínate una pareja que quiere ir al teatro y que cada entrada le cuesta 20 euros. Es mucho dinero, no va. Entre eso, el poco trabajo que hay y que para la clase política que nos gobierna, elegida por mayoría, hay que decirlo, parece la cultura no es un bien de primera necesidad y que hasta se podría eliminar… Para ellos somos molestos. Un pueblo culto es un pueblo con criterio, que puede discutir, argumentar, que se puede rebelar. Parece que hablamos de la Argentina de los años 70, pero no, hablamos de España hoy. Creo que si pudieran, nos eliminarían. Aún así, lo que más me gusta de esta situación es la lucha de la gente.
¿Cree que será cierta la bajada del IVA que se rumorea que van a aplicarle a la Cultura?
No lo sé, pero me lo han comentado. ¿Tú sabes algo concreto?
Sé que en los premios Forqué, José Ignacio Wert, a quien abuchearon, ya dijo que en unos días estaría en condiciones de anunciar una buena noticia para la Cultura. Y al poco tiempo anunciaron la rebaja impositiva para las obras de arte y las antigüedades…
Bueno, me quedé muerta. Esos productos los compra gente que tiene mucho dinero. Sin embargo, el teatro puede ser accesible para muchísima gente. Pero, claro, nosotros vamos a taquilla. Quítale a la recaudación el IVA, el 10% del autor, paga al técnico… ¿Cómo vives? ¿De qué comes? Es complicadísimo.
Comentaba que lo que más le gusta es la lucha de la gente. Si una repasa la historia mundial del teatro, se da cuenta de que el actor siempre ha tenido un perfil rebelde o contestatario, de reivindicación de determinados valores sociales.
Es cierto, de toda la vida. Bueno, nos llamaban putas y maricones porque teníamos una vida disoluta. Yo no creo que tuviéramos una vida disoluta, es que la cultura te hace libre, de pensamiento y de expresión, y creo que los actores, al tener una vida bohemia y al estar ya señalados, se permitían opinar. No sé si sabes que hasta el siglo XVIII no nos enterraban en sagrado, éramos personas proscritas para la Iglesia. Y era una hipocresía total porque todos los reyes han sido mecenas de compañías, fíjate en tiempos de Shakespeare o de Lope de Vega. Creo que ese espíritu contestatario viene también porque no le debemos nada a nadie, incluso cuando hemos dependido del dinero público.
Y también te lo da la propia cultura. Una profesión artística te ayuda a tener opinión y rebelarte contra las cosas injustas, claro que sí. Ahora, yo no creo demasiado en que esa rebelión tenga que mostrarse en las galas de premios. Que está muy bien, pero uno tiene que rebelarse en el escenario. Que si bien es cierto que no creo que nuestro oficio sea nada importante, porque ni un solo niño deja de morir de hambre porque yo haga bien La esclusa, sí que me parece que podemos aportar algo a la sociedad mientras podamos expresar lo que llevemos dentro.
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