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¿Por qué algunos países emergentes muestran signos de inestabilidad?
Aunque cada economía presenta particularidades y comportamientos muy diferentes, hay un elemento común que aparentemente se les está volviendo en contra
En los últimos días hemos visto cierta inestabilidad financiera en países como Argentina, México, Sudáfrica, India o Turquía. Aunque cada una de estas economías presenta particularidades y comportamientos muy diferentes, hay un elemento que mantienen en común y que aparentemente se les está volviendo en contra. Vamos a ver de qué se trata.
Cuando irrumpió la crisis económica con todo su esplendor, las economías occidentales –que fueron las más golpeadas– se apresuraron a acometer políticas monetarias de tipo expansivo. Es decir, su intención era la de inyectar mucho dinero (mediante préstamos) en la economía para, de alguna forma, reactivarla: al tener el público más dinero en sus manos, las empresas supuestamente podrían invertir más y los hogares supuestamente podrían consumir más.
En general hay tres medios para intentarlo: coeficiente legal de caja, operaciones de mercado abierto, y tipo de interés de referencia. El de coeficiente de caja no nos interesa ahora mucho. El de las operaciones de mercado abierto consiste, ni más ni menos, que en inyectar dinero en los bancos (a cambio de algunos activos que servirán de colateral). Y el del tipo de interés de referencia pasamos a abordarlo con un poco más de profundidad.
El tipo de interés de referencia es el precio del dinero; el precio de pedir prestado dinero. Cuando los dirigentes del banco central piensan que hay muy poco dinero en circulación lo que hacen es disminuir el tipo de interés de referencia, porque de esta forma a los bancos privados les sale mucho más barato pedir prestado dinero al banco central (1), con lo cual pedirán más dinero y en teoría lo pondrán en circulación mediante créditos a empresas y familias.
Lo que ocurre es que el resto de tipos de interés de la economía dependen en gran medida del tipo de interés de referencia. Eso quiere decir que si el banco central hace disminuir este último, también caerán el resto de tipos de interés. Y estos tipos marcan además la rentabilidad de las inversiones. Si inviertes, por ejemplo, en bonos de una empresa privada, no te interesará que el tipo de interés sea bajo porque ganarás menos dinero, y al revés (2). Por lo tanto, los negocios de tipo financiero quedaron ampliamente limitados en los países occidentales a partir de la crisis de 2008, pues desde entonces las inversiones se hicieron menos rentables.
Pero en muchos otros países los tipos de interés no disminuyeron tanto, así que los grandes inversionistas –que tenían ingentes cantidades de dinero inactivo porque las burbujas financieras e inmobiliarias habían explotado en 2007-2008– abandonaron muchos negocios en Europa y en Estados Unidos para invertir en esos países, que en buena medida fueron los países emergentes cuyo crecimiento económico permitía tener unos tipos de interés más elevados (y por lo tanto mejores oportunidades de negocio).
Cuando en una economía entra mucho dinero de esta forma, el contexto económico mejora. Las empresas reciben más dinero, así que sus cotizaciones en la bolsa aumentan, además de poder invertir más comprando máquinas o contratando a trabajadores. Estas empresas depositan el dinero en los bancos, así que estos ven aumentar sus reservas y por lo tanto se ven en mejores condiciones para dar más créditos a empresas y hogares. Los hogares pueden utilizar esos créditos para comprar más bienes y servicios, con lo cual las empresas que los venden se ven beneficiadas. Los indicadores económicos mejoran y la confianza aumenta. Y de esta forma se produce un círculo virtuoso que incrementará la actividad económica de estos países.
El dinero que entra en esos países, además, tiene normalmente que estar en la moneda local. Esto hace que aumente la demanda de esas monedas locales y que por lo tanto se aprecien (por la ley de oferta y demanda: como la demanda aumenta mucho, el precio –la cotización de la moneda– también lo hace). Esto aumentará el valor de todos los activos expresados en esa moneda, y dará sensación de riqueza a sus poseedores, lo cual al fin y al cabo impulsará todavía más la economía. Además, con una moneda más fuerte, las importaciones salen más baratas y las empresas y hogares pueden comprar más productos y servicios provenientes del extranjero.
El problema surge cuando esa avalancha de dinero que había entrado abandona la economía, especialmente si lo hace de forma brusca. Hoy día parece que economías como la del Reino Unido o la de Estados Unidos están recuperándose, por lo que sus bancos centrales han advertido de que dejarán de crear tanto dinero. Sin esa inyección extraordinaria y barata de dinero, los grandes gestores de fondos ya no van a poder seguir invirtiendo tanto en los países emergentes. Al mismo tiempo, conforme las expectativas sobre las economías desarrolladas sean mejores, muchos de esos capitales querrán volver a su lugar de origen.
Estos capitales extranjeros, que están en moneda local en los países receptores y que quieren salir, pasarán a convertirse en otras divisas, y esto depreciará la moneda local (por la ley de oferta y demanda: como la oferta aumenta mucho, el precio –la cotización– disminuye). Y aquí se origina un círculo vicioso de sentido contrario al del círculo virtuoso comentado antes: los activos expresados en moneda local se deprecian, la cotización de las acciones de las empresas que pierden las inversiones disminuyen, las reservas en las cuentas de los bancos cae, la confianza empresarial es menor, etc.
Además, como la economía ha estado engordando durante ese tiempo, ahora no puede volver a su tamaño normal de buenas a primeras. Como las importaciones se encarecen porque la moneda se deprecia, las empresas intentan corregir ese mayor coste aumentando los precios. Y de esta forma surgen las tensiones inflacionistas.
Para evitar ambos problemas (depreciación de la moneda local y el aumento de la inflación) los gobiernos suelen recurrir al aumento de tipos de interés. De esta forma, hacen que las inversiones en sus países sean más rentables, con lo cual se pretende atraer capitales extranjeros cuya entrada apreciaría la moneda, abarataría importaciones, y reduciría la inflación. Al mismo tiempo con esta medida pretenden que los bancos den menos créditos a familias y empresas, enfriando un poco más la economía para de esta forma controlar las tensiones inflacionistas aunque sea en perjuicio de la actividad económica. Por eso Turquía ha aumentado su tipo de interés en 4,25 puntos porcentuales, Sudáfrica en 0,5 puntos porcentuales, e India en 0,25 puntos porcentuales.
Aunque obviamente existen muchos otros factores que inciden sobre la depreciación de la moneda y sobre las tensiones inflacionistas, aquí se ha planteado una línea muy general pero a la vez bastante explicativa de la situación de muchos de estos países. Ni siquiera se sabe si este cambio reciente se va a convertir en tendencia, o si por el contrario se detendrá pronto. Tampoco es fácil saber cómo podría afectar ello a estas economías, pues algunas de ellas tienen mucho más potencial que otras para resistir estos contratiempos.
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Notas:
(1) Por ejemplo, si el tipo de interés está a un 5% y el banco privado pide prestados al banco central 100 euros, cuando devuelva el dinero tendrá que devolver los 100 euros más 5 euros de intereses (105 euros). Si el tipo de interés se reduce y pasa a un 1% y el banco realiza la misma operación, tendrá que devolver los 100 euros más 1 euro de intereses (101 euros; sale más barato pedir dinero prestado).
(2) Por ejemplo: inviertes 100 euros en un bono de una empresa privada. Si se establece un tipo de interés del 5%, cuando pase el periodo de tiempo establecido recibirás 105 euros (habrás ganado 5 euros). En cambio, si se establece un tipo de interés del 1%, cuando pase el periodo de tiempo establecido recibirás 101 euros (ganarás sólo 1 euro).