La Uni en la Calle
Discriminación de género y Psicología
Las autoras son profesoras de Psicología en la Universidad Autónoma de Madrid. Doctoras en Psicología, doctora en Ciencias Biológicas y Catedrática de Psicología Evolutiva y de la Educación
La UAM creó en 2007 el Observatorio de Género y en 2009 la Unidad de Igualdad, que elabora diagnósticos sobre la igualdad de género. El último publicado recoge datos de los cursos 2008-09 y 2009-10 segregados por estamentos. La paridad se alcanza con proporciones de varones y mujeres no inferiores al 40% ni superiores al 60% y, globalmente, las mujeres representan algo más del 60% del total de estudiantes que iniciaron sus estudios y casi 5 puntos más entre quienes se graduaron con éxito. La presencia de mujeres no era homogénea en todos los grados, y las estudiantes representaban algo más del 80% en Psicología y sólo en torno al 20% en la Escuela Politécnica. En Psicología la proporción se mantenía en los estudios de posgrado, pero la diferencia se empezaba a reducir a partir del doctorado (un 66%), un requisito para el acceso a la carrera docente e investigadora. A partir de este nivel, el cambio de tendencia es relevante y sostenido, hasta llegar a invertirse.
Respecto al profesorado, un 67% de los contratos no permanentes en la Facultad de Psicología correspondían a mujeres, frente a un 53% de los contratos permanentes de personal laboral y un 46% del profesorado titular, alejándose definitivamente de los niveles de paridad y cayendo a poco más del 10%, en las cátedras. Estos datos van en la línea de lo que ocurre en la universidad española, en la que 11 Universidades tienen más de un 20% de Catedráticas, en 16 es inferior al 13% y no alcanza el 10% en varias Politécnicas. Encontramos detalles insólitos en algunas especialidades: en Pediatría, 100% de profesoras ayudantes y colaboradoras, 80% de contratadas doctoras, 38% de asociadas, 21% de titulares y 0% de Catedráticas frente a 831 varones. En Obstetricia y Ginecología tampoco hay Catedráticas (Científicas en cifras, 2011; Unidad de Mujer y Ciencia). En definitiva, la presencia de mujeres disminuye conforme aumentan las cotas de poder: un 26% de mujeres en los órganos colegiados de gobierno de la UAM, sólo un 10% en el Consejo Social y poco más de un 30% de representantes de estudiantes en el Claustro, lejos de su presencia en la Universidad.
Cierta Psicología ofrece algunas explicaciones a estas cifras. En 2005 surgió un debate en la Universidad de Harvard, a partir de los datos que mostraban la escasa presencia de mujeres en puestos permanentes y en niveles académicos elevados en ciencia y tecnología. En la conferencia del entonces presidente de la Universidad, Lawrence Summers, se propusieron tres grandes explicaciones: trabajo de mucha responsabilidad, disponibilidad de aptitudes en el extremo de la escala y socialización diferencial y discriminación. Según la primera hipótesis, las actividades más prestigiosas requerirían una dedicación y un compromiso completos que asumiría un mayor porcentaje de varones que de mujeres. La segunda planteaba que los puestos en los que las mujeres están menos representadas son también los que requieren capacidades cognitivas en las que hay mayor representación masculina. Por lo tanto, la infrarrepresentación es resultado de las diferencias cognitivas entre varones y mujeres, y se asume que el género está asociado a diferencias psicológicas que explican nuestros roles sociales.
Una de las críticas más interesantes a este análisis parte de preguntarse cómo explicar las diferencias en la dispersión. Darwin ya planteó que “los hombres difieren mucho más entre sí que las mujeres” y avanzó una explicación: “El hombre es el que principalmente se ha modificado desde el punto que las razas distintas se separaron del tronco común resultando en que “la mujer (…) por la conformación de su cráneo, que ocupa, se dice, un lugar intermedio entre el hombre y el niño”. Las diferencias en la dispersión se atribuían a cambios en la evolución de un sexo pero no del otro. La fuerza que explicaría este cambio se convirtió en una ley según la cual los varones, pero no las mujeres, habrían tenido que competir por el acceso a parejas reproductoras, ya que las mujeres se habrían reproducido en o cerca de su potencial reproductor, lo que haría las diferencias irrelevantes. Esta teoría de la selección sexual se ha reformulado posteriormente, pero los mitos que se desprenden de ella no han variado.
Los datos no son la verdad sino una representación de la realidad y las teorías científicas se deben situar en los contextos culturales e históricos en los que se desarrollan. Para explicar cómo se originan las diferencias en la dispersión entre dos grupos podríamos pensar en una respuesta diferencial a la variación ambiental, por ejemplo, si la plasticidad fuera mayor en un sexo que en otro. La plasticidad fenotípica diferencial es una de las leyes generales que explican la evolución de las diferencias sexuales en el mundo animal, pero cuestiona las premisas de la Psicología evolucionista. Si la plasticidad está diferenciada sexualmente, las diferencias entre sexos podrán existir o no dependiendo de las condiciones ambientales y, por lo tanto, la propia existencia de diferencias se convertirá en un rasgo que puede variar.
Pasando del análisis teórico a las consecuencias sociales, una de las manifestaciones de estas concepciones sesgadas es el debate sobre la enseñanza segregada, que en este momento ha vuelto a resurgir. La vigente ley de educación, la LOE, establece que no se puede producir nigún tipo de discriminación en el derecho a la educación, y entre otras posibles razones cita el sexo del alumnado. Sin embargo, hay colegios privados y concertados que escolarizan únicamente a chicas o a chicos.
El principio de normalización, y su plasmación en la búsqueda de una escuela inclusiva en la que se aprenda a valorar y a convivir con la diversidad de todo tipo, constituye el fundamento teórico de este marco normativo y debería ser suficiente argumento para apoyar esta posición. No obstante, es necesario señalar que el debate tiene además una importante repercusión en el ámbito económico de la política educativa. Colectivos sociales, como la Confederación Española de Madres y Padres de alumnos (CEAPA) y deteminadas administraciones autonómicas han defendido que no debe utilizarse dinero público para financiar a traves del concierto a los centros que optan por la enseñanza que ellos denominan diferenciada, pero que a nuestro juicio es más preciso llamar segregada. Las mayoría de las sentencias han dado la razón a quienes defienden esta posición, aunque la polémica sigue abierta y algunas Consejerías de educación, como la de Madrid, sigue concertando a estos centros.
En otro campo, las teorías psicológicas sobre las diferencias y las propuestas de segregación nos llevarían a mantener las situaciones de desventaja laboral, actitudes sexistas, consecuencias negativas de la desviación de la normatividad de género, estructuras de poder patriarcales. Y la situación donde las mujeres están expuestas a peores condiciones laborales como contratos precarios, salarios inferiores, discriminación en responsabilidades y toma de decisiones, condiciones físicas negativas del lugar del trabajo, discriminación, barreras para la promoción, riesgos como el acoso psicológico o el sexual y falta de reconocimiento sobre su rol profesional frente al familiar.
Desde un enfoque no reduccionista de la Psicología será importante prevenir, de forma primaria, la discriminación en función del género y promover la igualdad. Concretamente en el contexto laboral, las políticas de conciliación son un elemento principal para la promoción de la igualdad.
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Amparo Moreno Hernández es licenciada y doctora en Psicología y profesora Titular en el Departamento de Psicología Evolutiva y de la Educación de la Universidad Autónoma de Madrid. Imparte docencia en el grado de Psicología y en los Másteres de Estudios Interdisciplinares de género y de Psicología de la educación de la UAM.
Es especialista en desarrollo cognitivo y género, con publicaciones sobre el desarrollo, la educación y el género.
Carmen Fernández Montraveta es licenciada y doctora en Ciencias Biológicas y Profesora Titular de Psicobiología en el Departamento de Psicología Biológica y de la Salud de la Universidad Autónoma de Madrid. Imparte docencia en el grado de Psicología y en el Máster de Estudios Interdisciplinares de género de la UAM y es especialista en comportamiento animal y ecología evolutiva, con publicaciones sobre el papel de la plasticidad fenotípica en el dimorfismo sexual.
Elena Martín Ortega. Catedrática de Psicología Evolutiva y de la Educación en la Universidad Autónoma de Madrid. Directora del Máster Oficial en Psicología de la Educación de la UAM. Subdirectora y Directora General del Ministerio de Educación y Ciencia (1985-96). Consultora de la OEI en temas de evaluación educativa. Sus investigaciones se centran en las concepciones y prácticas de los profesores; la evaluación educativa y el asesoramiento psicopedagógico.
Eva Garrosa Hernández es licenciada, doctora en Psicología y Profesora Titular en el Dpto. de Psicología Biológica y de la Salud de la Universidad Autónoma de Madrid. Imparte docencia en el grado de Psicología y en los Másteres de Estudios Interdisciplinares de Género, de Psicología de la Salud y de Dirección de Recursos Humanos de la UAM. Es especialista en personalidad, salud laboral y género. Investigadora principal y publicaciones científicas sobre la prevención de riesgos psicosociales, el bienestar laboral y la importancia de los recursos personales.