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Ángel Gabilondo: “Un ministro de Educación debe estar del lado de la comunidad educativa”

El exministro publica el libro 'Por si acaso', donde recoge máximas y aforismos, que pretende ser un "botiquín" de palabras para acompañar y aconsejar

El que fuera ministro de Educación durante los últimos años de la era de José Luis Rodríguez Zapatero, Ángel Gabilondo (San Sebastián, 1949), se ganó fama de político buscador de acuerdos. Hoy, este profesor cree que, ante la falta de espacios para el consenso, es más necesario que nunca que los actores educativos tomen una postura clara de oposición a los recortes.

Gabilondo planea centrarse en impartir clases universitarias sin descuidar su activismo social, pero también en dar continuidad a su producción literaria y divulgativa. Con el libro Por si acaso (ESPASA), este catedrático pretende, mediante una recopilación de aforismos, abrir espacios para el pensamiento.

El libro recopila máximas, consejos, pequeños apuntes. ¿Cuál es el objetivo que se marcó al escribirlo?

La directora de Espasa me llamó y me dijo: «Hemos visto sus libros y hemos observado que dentro de ellos, incluso dentro de usted, hay incrustados aforismos». Yo respondí que no veía dentro de mí nada de eso, pero bueno, me propuse intentar escribir frases cortas, que a veces recuerdan a Twitter, con las que voy tratando de darme y dar qué pensar. El libro es casi como una inmersión con la que tratar de provocar espacios para la conversación y para el pensamiento. En tiempo de precipitaciones, pues también un poco la serenidad de desconcertarnos con el pensamiento.

En estos tiempos de precipitación, ¿son necesarios estos aforismos o más bien sería preferible la profundidad de textos más largos?

Creo que todo es compatible. A veces una sola palabra es el germen de muchos discursos. Muchos amigos míos me dicen que casi juegan con el libro. Buscan una frase, hablan de ella, discuten, debaten y sienten. A mí me gusta eso, no entender las palabras como consignas o recetas, como si fuera un formulario para un argumentario que hay que recitar, sino como espacios para conversar, para pensar, para dialogar y para abrirnos a otras cosas. Porque a veces vivimos muy inmersos en lo inmediato.

¿Cada vez se debate menos?

Hay una cierta pérdida de la palabra. Algunos dicen que vivimos en la época de la postpalabra, que ya parece que las palabras son vacías, no interesan, no valen nada, no dicen nada, y yo creo que hay que recuperar el sentido y el alcance de la palabra, que para Aristóteles era el espacio de la justicia. Una palabra ajustada era lo que distinguía a los hombres de los animales. El descuido de la palabra es el descuido de nosotros mismos. Las palabras hacen mucho, construyen y destruyen.

Al final la verdadera palabra es la forma de vivir de uno. La verdadera mentira es no vivir lo que uno dice

¿Es un libro, por tanto, para leer una y otra vez?

Siempre he dicho que hay libros que son, digamos, de mesilla. Las mesillas son como pequeños botiquines de urgencia, donde ponemos algunos medicamentos, un vaso de agua, un papel por si escribes algo, un teléfono. No lo sé, un botiquín de primeras emergencias. Por eso el título Por si acaso. A veces necesitamos tener cerca una palabra que nos falta. Séneca escribía que cuando se encontraba mal pedía a un amigo que le mandase unas palabras. Existía la certeza de que algunas palabras pueden acompañar. Yo no quiero tanto aconsejar, sino acompañarme a mí mismo en algunas palabras y ponerlas ahí cerca para tenerlas a mano.

En profesiones como la política, la palabra no siempre se usa de la manera adecuada. También se puede valer uno de ella para obtener fines injustos.

Al final la verdadera palabra es la forma de vivir de uno. La verdadera mentira es no vivir lo que uno dice. Hay un desencanto de la palabra porque a veces decimos algo y no tiene nada que ver con lo que hacemos. Esta quiebra entre lo que decimos y lo que hacemos es el daño de la palabra. A veces es un descuido gramatical, formal, pero otras es un descuido de otro tipo, que las vacía de toda relación con lo que decimos y lo que hacemos. Eso sí que es dañar la palabra.

¿Hay mucha incoherencia, por tanto, en la política actual?

Creo que en general hay mucha incoherencia en todos nosotros, empezando por mí mismo. A veces no estamos a la altura de lo que decimos o pensamos, nos defraudamos a nosotros mismos y defraudamos también a los demás. En general hay un descuido grande de los asuntos que conciernen a la sociedad en al que estamos. Eso hace que no se resuelvan los problemas y no se esté cerca de las personas. Esa distancia me parece a mí que es la mayor profanación de la palabra.

Los motivos, las movilizaciones y la emoción tienen que ir juntas. Si van cada uno por su lado, estamos perdidos

El hecho de haber estado en primera línea de la política, ¿le trae dificultades en su faceta de escritor? ¿Es fácil desconectar ambas esferas?

No me considero técnicamente un escritor. Una cosa es que haya escrito más de una docena de libros, pero el ser escritor implica una cierta relación con la escritura, es una forma de vivirla. Ojalá algún día pueda llegar a ser capaz de hacerlo. A mí me sorprende esa gente que hace un libro y se llama a sí mismo escritor o escritora. Pero sí me parece que el compromisos social, político y público debe formar parte de la vida de alguien que intensamente se siente en su mundo. Esté donde esté, en la política activa o en cualquier tipo de profesión, hay un compromiso social, político y público inexorable, y los que dicen que no lo tienen, en realidad lo tienen en una dirección que yo sé además cuál es. Por eso, que en un momento esté más vinculado explícitamente a la política no debería ser un obstáculo ni lo contrario. Alguno me pregunta si voy a volver a la universidad. Cuando le digo que sí, me dice que entonces dejaré todo el compromiso social. No, yo es que en la universidad creo que he de vivir ese compromiso. Un error muy común es dejar la política sólo en manos de los políticos. La cuestión de la ciudad, la polis, nos concierne a todos. Aquí no son sólo ciudadanos los políticos, somos todos. Por eso creo que, por parte de todos, debe haber una recuperación de los espacios públicos, de otras formas de participación, tiene que haber una innovación social en las formas de representación, pero a veces lo que atribuimos a la política tiene mucho que ver con el descuido de todos los otros aspectos de los asuntos públicos.

En este sentido, ¿cómo ve la acción de movimientos sociales como el de la marea verde?

A mí me parece que mientras uno exprese por cauces democráticos lo que piensa, siempre es algo muy positivo. Y además me parece imprescindible. Lo que no se puede es pedir a alguien que crea en algo y luego no lo defienda. La movilización tiene que ir acompañada de argumentos. Siempre he dicho que los motivos, las motivaciones, las movilizaciones, las emociones, todo eso tiene que ir junto. Si vamos por un lado los motivos, por otro lado la movilización y por otro la emoción, estamos perdidos. Además, hay una palabra latina, mouere (mover), que aglutina todos esos sentidos. Por eso, a mí no sólo me parece bien, sino que me parece lo normal, que alguien haga valer sus razones por cauces democráticos y se una con los demás para hacer valer lo que piensa. El espacio público es el espacio de la democracia. Esto también está demostrando que estamos en tiempos muy difíciles y complejos y que la sociedad del bienestar está cuestionada en raíces muy profundas como puede ser la equidad social o la inclusión. Y la Sanidad, la Educación y las prestaciones sociales me parecen para eso determinantes. Por eso soy el primero que creo que tenemos que velar y hacer valer nuestras razones para defender eso.

Si no ponemos la educación en el corazón de la economía, yo no creo en esa economía sin corazón

En el libro hay una máxima que dice que a los hechos les cuesta ser sin relato. ¿Cree que el relato de la crisis que ahora mismo está ganando es precisamente el que va en sentido contrario? Como aquel de la «cultura del esfuerzo» para justificar recortes.

Yo siempre he estado muy a favor del esfuerzo. Los que no somos millonarios sabemos muy bien lo que es esforzarnos. A nosotros no nos tienen que dar muchas lecciones de esfuerzo. Siempre hemos sabido que la vida es lucha, esfuerzo, sacrificio, y yo lo he aprendido en mi casa. Me parece muy bien que se reivindique el esfuerzo. Ahora bien, esta sensación de que el que triunfa es porque se ha esforzado y el que no porque no se ha esforzado, ignora algunas cosas muy importantes, como es la igualdad de oportunidades. Hay gente que tiene posibilidades y otra que no. A mí me parece que este relato del sálvese quien pueda, del cada uno a lo suyo, que dice que el que triunfa es porque vale y el que no porque no se esfuerza, me parece que es muy injusto. Ignorar eso me parece un despropósito social.

¿Qué relato opondría usted al ministro José Ignacio Wert?

Bueno, se comprenderá que por razones éticas, estéticas e institucionales tampoco quiero hacer una calificación o descalificación de una persona que está en un ministerio. Mi verdadero discurso es lo que yo he defendido y lo que yo defiendo, que es una educación pública de calidad, inclusiva, con igualdad de oportunidades. Me puede inquietar no tanto una persona u otra, sino que vayamos hacia modelos más elitistas, que abogan por una especie de darwinismo social, donde parece que el que tiene oportunidades es el que puede ir más lejos y el que no tendrá que conformarse con menos. Yo también creo en el esfuerzo, pero teniendo la igualdad de oportunidades cada uno llegará hasta donde buenamente pueda. Luego, tampoco veo relación entre cómo combatir el fracaso escolar con algún tipo de medidas como puede ser quitar educación para la ciudadanía. En ciertos diagnósticos estamos de acuerdo, pero yo siempre he buscado también acuerdos en la acción, por eso he defendido y defiendo el acuerdo educativo. Me gusta la estabilidad normativa, no creo en este activismo legislativo de ir cambiando las leyes cada vez que uno llega. Es decir, no hago un juicio de la persona, yo defiendo políticas y creo que España necesita un gran acuerdo social y político por la educación. Sin renunciar a las convicciones de cada uno, hay básicos en los que podemos ponernos de acuerdo, como es en la educación infantil, la formación profesional, los idiomas, la universidad.

¿No le da la sensación de que desde organismos como la Conferencia de Rectores de Universidades Españolas (CRUE) hay poca valentía política a la hora de denunciar los recortes?

De nuevo, no haría un juicio sobre la institución, pero sí sabemos que ahora es un tiempo que exige una actitud un poco distinta. Probablemente, ahora es un tiempo que requiere posiciones más activas, más proactivas incluso discursivamente. Por eso decía lo de que a los hechos les cuesta ser sin relato. Las instituciones tienen que hacer también un relato, un discurso y además presentarlo en público y hacerlo valer, con buenos argumentos, no opiniones u ocurrencias. Por eso yo sé que la CRUE es bien consciente de que ahora hace falta esta posición. Igual hay tiempos en los que hay que hacer un discurso más encaminado a buscar acuerdos, pero si no hay espacio para eso yo creo que sí, que hay que tomar una posición muy clara. Desde luego, de la crisis no saldremos sin ciencia, sin investigación, sin innovación, sin cultura y sin educación. Si alguno se cree que hay otra puerta para salir de la crisis, ya me podrá decir cuáles. Porque desde luego si no ponemos la educación en el corazón de la economía yo no creo en esa economía sin corazón.

Lamento es no haber tenido un tiempo mayor para haber podido profundizar unos asuntos que tienen que ver con la formación y elección del profesorado. También para la búsqueda de un gran acuerdo educativo

Visto desde la distancia, ¿se arrepiente de algo de lo que hizo durante su etapa de ministro?

Bueno, los que tenemos una formación judeocristiana nos pasamos todo el día arrepintiéndonos de cosas. Parece que hemos nacido para arrepentirnos y ya culpables, pero, si no lo planteamos en términos de arrepentimiento, lo que sí lamento es no haber tenido un tiempo mayor para haber podido profundizar unos asuntos que tienen que ver con la formación y elección del profesorado. También para la búsqueda de un gran acuerdo educativo. Pero también tiene que ver con el tiempo en que a uno el corresponde estar. Yo estuve dos años y nueve meses de ministro y es bastante tiempo para la media que suele haber, pero esto también demuestra que no puede haber tanto ministro de educación. También creo que es bueno que si se van a buscar acuerdos y tomar medidas claras, es mejor hacerlo en la primera parte de la legislatura. La segunda parte todo se contamina mucho de electoralismo, de encuestas, de expectativas sobre quién va a ganar. Entonces, es un mal tiempo para los acuerdos. Por eso yo propondría a quienes están en el Gobierno que el acuerdo educativo se impulse desde un primer momento. Seguro que hay muchas cosas que no he hecho bien pero desde luego me siento muy satisfecho de haberme puesto del lado de la Comunidad Educativa. Para mí, la orilla en la que un ministro de educación debe estar es al lado de la Comunidad Educativa, y eso incluye las familias también, la sociedad. Ese es el lado en el que se debe estar. Nuestra pregunta es si hemos avanzado en la aproximación educativa, en el consenso social, o más bien nos hemos alejado aún más de eso.

Si usted estuviese hoy, en al actual contexto, en el papel de Wert, ¿habría tocado la Educación?

Mientras yo estuve de ministro ni las becas se recortaron, al contrario, crecieron, ni los programas educativos se recortaron económicamente. Y eso también significa que hay que hacer valer tus razones en los consejos de ministros, ante los otros ministros y la sociedad. Creo que hay que establecer prioridades incluso para los recortes. Me parece bien que se sea austero, que se evalúen los resultados, que se haga rendición de cuentas, que se justifique muy bien todo, pero yo creo que, del mismo modo que en una casa, en tiempos de crisis hay que tener prioridades. Es decir, iremos menos al cine, pero no vamos a recortar las medicinas del abuelo ni la escuela de los niños. En un país, en un momento difícil, también hay que establecer estas prioridades. Y para mí la Educación, como la Sanidad, es una de ellas. Entonces, yo creo que los recortes no son tan inocentes, no veo que con los recortes en Educación se logra ningún tipo de mejora. Se ven resentidos sobre todo los programas de integración de la diferencia, de la discapacidad, de las personas que vienen de otros países, los desdobles de grupo, las tutorías. Realmente, lo que se ve resentida es la enseñanza más plural y más inclusiva, que es la enseñanza pública. Siempre repetimos aquello de: “Si usted cree que es caro invertir en Educación, pruebe a invertir en ignorancia”.

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Comentarios
  1. Angel Gabilondo pudo muy bien haber respondido a las críticas a su gestión con aquello de «otro vendrá que bueno me hará».
    Ya lo creo, Angel.

  2. Esta entrevista parece más propia de un periodico del sistema, como El País. Ni una sola pregunta incómoda o que cuestione mínimamente su gestión o su participación en el gobierno. Ni una sola palabra sobre el Plan Bolonia ni la _Estrategia Universidad 2015 que están destruyendo la universidad, ni sobre la financiación a la enseñanza concertada y la asignatura de religión, que se mantuvieron durante su mandato. Ninguna pregunta sobre las políticas antisociales del gobierno ZP de las que él es cómplice: reforma laboral, recorte de las pensiones, deportaciones masivas, aumento del gasto militar, etc. etc.

  3. «Al final la verdadera palabra es la forma de vivir de uno. La verdadera mentira es no vivir lo que uno dice»
    ¿Cómo cuando usted, Señor Gabilondo, utilizó un discurso Anti-Lou para ganar las elecciones a rector de la UAM y después, cuando ya había sido elegido, se apresuró a implantarla sin oponer ninguna resistencia?
    USted, Señor Gabilondo habla muy bien. Dice cosas muy bonitas y muy bien dichas, y seguramente las cosas que dice no sólo son bonitas, sino también válidas… Pero Usted, Señor Gabilondo, al menos para mí es «verdadera mentira» y carece por completo de credibilidad, eso sí, no es el único (ni posiblemente el peor)

  4. Amigo Gabilondo, estos neofachas que nos gobiernan solo están al lado de los obispos. Si por ellos fuera, depurarían a todo el profesorado que no cante el «cara al sol», como hizo el franquismo con los maestros republicanos. Montoro ya lo está haciendo en su departamento, él mismo lo dijo «la Agencia Tributaria estaba llena de rojos» y Gallardón va por el mismo camino con la justicia.

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