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El Gobierno se escuda en un supuesto aval de la UE para justificar las concertinas

El Ejecutivo asegura, en respuesta a una pregunta de Amaiur, que no hay legislación que prohíba estas alambradas // La respuesta obvia las reticencias mostradas por Bruselas a esta medida

MADRID // El Gobierno se ha escudado de nuevo en un supuesto aval de la Unión Europea para justificar la reinstalación de la alambrada con cuchillas conocida como concertina en la valla de Melilla, pese a que según han demostrado ONG como la melillense PRODEIN, este tipo de vallado causa severas heridas, e incluso la muerte, a las personas que «huyendo de la miseria y de la guerra» intentan penetrar en la ciudad autónoma, señala el diputado de la coalición vasca Amaiur Jon Iñarritu.

Este diputado, cuya coalición está integrada en el Grupo Mixto del Congresó, firmó el pasado mes de noviembre una pregunta al Gobierno, a través de la Mesa del Congreso, en la que inquiría acerca de los criterios que han llevado al Ejecutivo a obviar el grave riesgo ligado a este tipo de instalación. La respuesta parcial del Gobierno, registrada en el Congreso de los Diputados el pasado 30 de diciembre, ha consistido en sostener, entre otros argumentos, que la Unión Europea no ha planteado «objeción alguna» a la colocación de la alambrada. Otras de las cuestiones planteadas por Amaiur, como la que interrogaba acerca de quién tomó esta decisión, han quedado sin respuesta.

Una verdad a medias

En opinión de Iñarritu el supuesto aval de la UE no ha sido tal pues, señala el diputado vasco, «la UE sólo ha dicho que no hay  una legislación expresa que prohíba este tipo de alambrada, lo que está muy lejos de ese supuesto apoyo al que el Gobierno se está remitiendo. Lo que no dicen es que otras instituciones europeas, como el Consejo de Europa, por boca de su comisario de Derechos Humanos, ha afirmado que las concertinas son «altamente problemáticas».

El pasado 4 de diciembre, la comisaria europea de Interior, Cecilia Malström, expresó su preocupación a propósito del alambre de púas y llegó a declarar: “Por lo que sé, esto ya estaba en Melilla hace varios años pero se retiró y ahora se está reinstalando de nuevo. Por lo que leí en la evaluación entonces, la conclusión era que no impedían que la gente entrara, sólo les hacían llegar con más heridas».

La comisaria matizó después algo sus palabras, al afirmar en una entrevista concedida a la Cadena Ser, que las concertinas no son «contrarias a ninguna ley europea». Sin embargo, al contrario de lo que parece querer sostener el Gobierno en su respuesta a la pregunta del diputado vasco, tampoco las avaló, sino que siguió mostrando sus reticencias al insistir en que «tenía sus dudas de que fueran eficaces» para frenar la emigración, además de causar heridas severas.

Heridas terribles

Iñarritu pudo comprobar en una reciente visita a la ciudad los daños que este tipo de alambrada causa. Por ejemplo, explica, en su viaje tuvo ocasión de ver cómo un joven «tenía media pierna levantada por las cuchillas», además de constarle, asegura, «que ha muerto gente por las heridas», deplora el diputado. El representante de Amaiur critica a su vez la actitud del Ejecutivo de Rajoy, que no ha reconsiderado la reinstalación del vallado [retirado en 2007 precisamente por su peligrosidad] pese a que toda la oposición le ha instado a ello».

Lo que cuestiona la coalición vasca no es sólo la recolocación de la concertina, sino la existencia misma de unas vallas que, señala Iñarritu, separan a Melilla «de su región natural, el Rif». Sin embargo, «mientras el Gobierno defienda la necesidad de que existan estas vallas, pedimos la retirada de la concertina barbada».

El argumento del Ejecutivo del PP de que este tipo de valla es un elemento disuasorio no convence tampoco a Amaiur, cuyo representante subraya además que a las personas que llegan a «la última etapa del viaje desde sus países y se refugian en el monte Gurugú no les dejan otra salida que saltar la valla». La razón es que los inmigrantes «se ven expuestos a las razzias de los cuerpos de seguridad marroquíes, que les propinan tremendas palizas, eso cuando no los conducen a la frontera con Argelia para expulsarlos. De esta forma, los inmigrantes no tienen otra salida que tratar de entrar en la ciudad autónoma para escapar a este trato inhumano».

«Tampoco es cierto que la valla sea la forma más corriente de entrada de sin papeles en Melilla. De los 950 inmigrantes inscritos en el Centro de Estancia Temporal de Inmigrantes (CETI) en la ciudad, alrededor de 750 han entrado tranquilamente a pie por la frontera con pasaportes falsos adquiridos en el mercado negro marroquí» [los marroquíes de la región fronteriza con Melilla tienen derecho a entrar en la ciudad sin visado].

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