La Uni en la Calle

El afrontamiento de los temores aprendidos

El autor es Dr. en Psicología 'cum laude' por la UCM, Psicólogo Especialista en Psicología Clínica y Diplomado en Sistemas de Gestión de la Calidad Organizacional y Auditor ISO-9000.

Hay quien sostiene que la especie humana ha conseguido sortear todos los obstáculos que se le han presentado en su devenir evolutivo filogenético, porque aprendió tempranamente a comportarse de forma timorata y cobardica, y que si lo hubiera hecho de forma brava y heroica, probablemente no estaríamos aquí ninguno para contarlo. Sea como fuere, el caso es que la emoción de miedo ha sido una herencia evolutiva vital para nuestra supervivencia.

Desde esta perspectiva, el miedo fue arraigando filogenéticamente como conducta adaptativa, en el afrontamiento de dos situaciones que llegaron a ser construidas como amenazantes por los humanos: la presencia de depredadores y la coerción ostentada por el miembro dominante del grupo. En este afrontamiento se fueron consolidando, respectivamente, las respuestas de escape o evitación y la de sumisión. Por tanto, el miedo se activa ante la percepción o la anticipación de algo que puede producirle amenaza o daño a nuestro bienestar físico o psicosocial.

Existen desencadenantes del miedo impresos en la memoria de la especie que predisponen a la emisión automática de esta respuesta, como la oscuridad, las alturas, las serpientes o los extraños, pero incluso en estos casos, el aprendizaje es el dispositivo crítico para su modulación, adquisición, mantenimiento o extinción. Las personas adquirimos nuestros miedos por aprendizaje directo (condicionamiento clásico: Pavlov, Bechterev). Otra forma de hacerlo es observando en otras personas su conducta de temor y el estímulo desencadenante contingente a ella (aprendizaje vicario: Bandura). También se aprenden los miedos por transmisión cultural, a través de la escucha o lectura de mitos, cuentos y creencias (memeplex: Dawkins, Blackmore), con los que ya desde la infancia temprana se construyen significados de temor. El miedo, por tanto, se puede manifestar como un automatismo incondicionado -no aprendido- o como una respuesta condicionada -aprendida- en la peripecia personal y sociocultural de las personas.

Esta doble vía de la expresión emocional del miedo ha sido confirmada en su arquitectura neurológica por la neurociencia (sistema del miedo: Le Doux). La vía neural estímulo-tálamo-amígdala, más simple y primitiva, activa la respuesta de temor de forma automática e involuntaria, como en el susto. La vía estímulo-tálamo-neocortex-hipocampo-amígdala, más lenta y consciente, permite la valoración del estímulo, de los recursos de afrontamiento y de la decisión. Esto es lo que nos ocurre cuando sentimos miedo.

En la vida actual de los humanos y de su circunstancia etológica, muchos miedos carecen ya de fundamento adaptativo, dado que han desaparecido las condiciones que los hacían necesarios. No obstante, mediante el componente cognitivo de su aprendizaje, se siguen realizando valoraciones erróneas o distorsionadas de los desencadenantes o de la propia competencia de afrontamiento y neutralización de la amenaza, por la incorporación de sesgos evaluativos como la magnificación, la atribución errónea, la ignorancia o la inseguridad, como en el caso de las fobias. Los humanos llegamos incluso a construir, con el pensamiento, temores irracionales o exagerados que además nos asusta tener, lo que conocemos como miedo al miedo. Estas estimaciones erróneas de los desencadenantes del miedo y de la inseguridad o desconfianza en nuestros recursos de afrontamiento pueden ser inoportunas, porque interfieran en la realización de nuestras ocupaciones, e incluso, llegan a producir sufrimiento emocional inútil, cursando incluso con alteraciones somáticas importantes si su manifestación se cronifica.

Todo ello nos lleva a considerar la pertinencia y utilidad de nuestros miedos y de su control emocional, que pasaría por: pensar de forma más realista y objetiva las situaciones atemorizantes, pensar cómo afrontar esas situaciones de forma más controlada o aprender a hacerlo, y calmar la alteración de nuestro organismo mediante la respiración y la relajación.

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Emilio Cidad Maestro es Dr. en Psicología cum laude por la UCM, Psicólogo Especialista en Psicología Clínica y Diplomado en Sistemas de Gestión de la Calidad Organizacional y Auditor ISO-9000. Profesor Titular de Universidad, adscrito al Dpto. de Psicología Evolutiva y de la Educación de la UCM, ha desarrollado su dilatada actividad docente, investigadora y profesional, al servicio de la mejora del bienestar psicosocial de las personas y de las organizaciones en las que trabajan.

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