La Uni en la Calle
Sociología, reciprocidad y naturaleza humana
El autor es profesor titular de Sociología en la UNED y Master of Arts por el Birbeck College de la Universidad de Londres. Realizó su tesis doctoral sobre la Escuela de Frankfurt
[Versión íntegra]
Un enfoque sociológico en general y de la economía en particular debe distanciarse de toda pretensión de sentido común que asuma como naturales las características socioeconómicas de nuestra época -la época posmoderna (F Jameson), de la modernidad reflexiva (U. Beck) del llamado late capitalism o capitalismo tardío y/o de la globalización-, e intentará, por el contrario, plantearse rigurosamente el análisis histórico-crítico de las estructuras económicas contemporáneas y sus legitimaciones políticas e ideológicas.
Para ello nada mejor que comenzar rompiendo con el estereotipo de los mercados como instituciones económicas que siempre han estado ahí, regulando los intercambios de bienes y servicios entre los seres humanos. Nos hallamos ante el misterio fundamental de la economía, comprendida ésta como actividad inseparablemente material y simbólica que regula el intercambio recíproco de dones y contra-dones: de objetos de consumo pero también mágicos y preciosos; de prestaciones y contraprestaciones mutuas y de mujeres que circulan en doble sentido creando vínculos matrimoniales entre subgrupos de un clan o de una tribu.
Algo que poco o nada tiene que ver con el mercado capitalista o el homo oeconomicus dominante desde finales del siglo XVIII que protagonizará la ciencia lúgubre (the dismal science de Carlyle) o Economía Política de A Smith, T Malthus y D Ricardo.
El gran antropólogo M. Godelier ha matizado y reconstruido críticamente (en fecundo diálogo con las obras clásicas de M Mauss y B Malinowski) el papel del intercambio generalizado de personas y bienes, de mercancías, objetos, dones y contra-dones como clave de las economías de pequeña escala, así como el tópico marxista de que las relaciones económicas constituyen la base material y social en última instancia de todas las culturas y comunidades.
A Marcel Mauss le interesaban los intercambios de prestaciones y dones/contradones socialmente necesarios para producir y reproducir las relaciones sociales, el tejido social. Las denomina prestaciones “totales” porque el don es un acto que implica múltiples dimensiones: económicas, políticas, religiosas, estéticas, ya que en esos actos se condensan diferentes aspectos de la sociedad. Pero, también, porque el don implica un “contra-don”, que moviliza las riquezas y la energía de numerosos grupos e individuos, poniendo en movimiento a toda la sociedad, como un momento esencial de su reproducción. Igualmente, Mauss distinguía entre dos tipos de prestaciones totales, las llamadas “no-agonísticas” y las “agonísticas”, aunque él se ocupara fundamentalmente de las primeras, a las que denominó con una palabra de la lengua chinook (tomada de los aborígenes de Alaska): potlatch. Para Mauss, el potlatch es una “guerra de riquezas” para conquistar títulos, jerarquías, estatus y poder, en cuyo ámbito la rivalidad es mayor que la generosidad. Es una práctica de ostentación y poder que implica acumular grandes cantidades de objetos preciosos y bienes sustanciales para redistribuirlos y regalarlos cuando se celebren festines y competiciones ceremoniales con otras tribus, durante las cuales se consumen y se destruyen entre alardes de poderío y grandes dispendios.
Las costumbres y tradiciones que acompañan el intercambio de dones en el Kula descrito por Malinowski están cuidadosamente prescritas en el sistema cultural de los pueblos que intervienen en él, especialmente en lo que refiere a las idealmente prolongadas relaciones que sostienen los compañeros en el intercambio. El acto de regalar, como escribe Marcel Mauss en su Ensayo sobre los dones, es un dispositivo que engrandece al donante, un acto en el que el don es acompañado de muestras de exagerada modestia y donde el valor de lo dado es rebajado visiblemente. Como el compañerismo, el don implica fuertes relaciones de correspondencia y hospitalidad, protección y asistencia mutuas.
Lo cierto es que nos encontramos aquí con formas de valor, de propiedad y de intercambio tan ajenas a nuestra cultura y a nuestra lógica económica que recuerdan por su inconsistencia a aquella enciclopedia china borgiana que tanto despertara la risa de M. Foucault.
En efecto, en las economías de las sociedades pre-estatales o mejor sin Estado, parecen mezclarse inextricablemente dimensiones utilitarias, suntuarias, morales, mitológicas, políticas y religiosas que dibujan un mundo muy anterior a la separación y autonomía del campo económico. Sin embargo, no deja de ser cierto que, como reconoce el propio M Mauss, en nuestras modernas sociedades todavía quedan simbólicos vestigios de los intercambios de dones y contra-dones en los regalos masivos de las navidades o en celebraciones onomásticas, bautizos, comuniones y bodas.
A partir de una remota situación de propiedad tribal y comunal, las sociedades fueron desarrollando modos diferentes de distribución desigual de los bienes; algunas sociedades sobre la base de la propiedad despótica de toda la riqueza territorial, como es el caso de los mongoles, los incas y los grandes imperios orientales basados en economías hidráulicas, o sea de control de la riqueza agrícola mediante el regadío masivo y a través de una burocracia centralizada. No parece, sin embargo, que las grandes desigualdades y asimetrías de poder que caracterizan desde el neolítico a las sociedades humanas hayan surgido por cambios trascendentales en nuestro espíritu y facultades mentales, como sugieren Rousseau y otros pensadores. Nada hay probablemente en el hombre contemporáneo desde un punto de vista psicobiológico que le haya convertido a lo largo de los últimos diez mil años en un ser tendencialmente autoritario, jerárquico y explotador de sus congéneres. Lo contrario parece ser bastante más cierto. Si por un momento nos olvidamos de la hipertrofia macro de lo social en forma de grandes ciudades y Estados y nos concentramos en las dimensiones micro de la vida cotidiana y los pequeños grupos, no es difícil volver a encontrar formas igualitarias omnipresentes en cuyo ámbito la reciprocidad, el respeto hacia los derechos del otro y el intercambio entre pares sigue siendo la norma más que la excepción.
En su célebre Ensayo sobre los dones, concluye M Mauss:
Tenemos otras morales además de la del mercader…La invitación y los gestos amables han de devolverse. Vemos pues, sobre los hechos, los restos de ese fondo tradicional, de esos antiguos potlatchs nobles, como también vemos aflorar los motivos fundamentales de la actividad humana; la emulación entre los individuos del mismo sexo, ese “fundamental imperatismo” de los hombres, fondo que por una parte es social y por otra animal y psicológico. En esta vida aparte que es nuestra vida social, no podemos “quedar al margen” como todavía se dice entre nosotros. Hay que devolver más de lo que se recibió. La “vuelta” es siempre mayor y más cara… La legislación francesa de seguridad social, ese socialismo estatal ya palpable, se inspira en el siguiente principio: el trabajador da su vida y su trabajo por un lado a la colectividad y por el otro a sus patrones; así, aunque tenga que colaborar en la obra de seguridad, quienes se han beneficiado de su trabajo, no quedan liberados por el pago del salario; el Estado, representante de la comunidad, le debe junto con sus patronos y su propia ayuda, una cierta seguridad en la vida, contra el paro, la enfermedad, la vejez y la muerte.
Así pues, para Mauss, el gran teórico de los dones e intercambios simbólicos, la moral y la nueva legislación que finalmente adoptaron los Estados de Bienestar al final de la Segunda Guerra Mundial responden no a una nueva preocupación o a un progreso sino a un retorno al derecho consuetudinario más arcaico que sintoniza mejor con nuestra naturaleza de animales simbólicos que viven en común. También para T. Todorov, que continúa una tradición secular de grandes pensadores desde A. Smith hasta C. Darwin, el mayor goce del hombre, de la animalidad propiamente humana (J. L. Pardo), es aquel que procede de la mirada del Otro, de su aprecio y reconocimiento.
De un extremo al otro de la evolución humana -concluye Mauss su apasionado alegato- se ha dado una sola sabiduría. Adoptemos, pues, como principio de nuestra vida, lo que ha sido siempre y será el principio: salir de sí mismo, dar, libre y obligatoriamente. No hay peligro de equivocarse. Un bello proverbio maorí dice: Ko Maru Kai atu/ Ko Moru Kai mai/ Ka ngohe ngohe, “da tanto como recibes y te sentirás muy feliz”.
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Luis Castro Nogueira realizó su tesis doctoral sobre la Escuela de Frankfurt (1981) y es Master of Arts por el Birbeck College de la Universidad de Londres. En la actualidad es profesor titular de Sociología en la UNED. Ha publicado los libros siguientes: Ensayo general para un ballet anarquista (en colaboración con MH de Ossorno), Madrid, Libertarias, 1986; Tiempos modernos, Granada, La General, 1991; La risa del espacio. El imaginario espacio-temporal contemporáneo: una reflexión sociológica, Madrid, Tecnos, 1997; Metodología de las Ciencias Sociales (en colaboración con MA Castro Nogueira y J Morales), Madrid, Tecnos, 2005; ¿Quién teme a la naturaleza humana? Homo Suadens y el bienestar en la cultura (en colaboración con Laureano y Miguel Ángel Castro Nogueira), Tecnos, Madrid, 2008 y Ciencias Sociales y naturaleza humana. Una invitación a Otra Sociología y sus aplicaciones prácticas (en colaboración con MA Castro Nogueira y J Morales).