La Uni en la Calle
Cinco notas polémicas en tiempos de indignación
Fernando Castro Flórez es Profesor titular de Estética de la Universidad Autónoma de Madrid y miembro del Comité Asesor del Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía.
1. La sociedad existente no es sino una conspiración de los ricos para conseguir sus propios intereses so pretexto de organizar la sociedad: “Inventan todo tipo de trucos y estratagemas, primero para mantener sus beneficios mal obtenidos y después para explotar a los pobres comprando su trabajo tan barato como sea posible. Una vez los ricos han decidido que estos trucos y estratagemas sean reconocidos oficialmente por la sociedad –que incluye tanto a pobres como a ricos- adquieren fuerza de ley. Así, una minoría sin escrúpulos se rige por la insaciable codicia de monopolizar lo que habría sido suficiente para suplir las necesidades de toda la población”. Aunque pudiera parecer una descripción del estado (contemporáneo) de las cosas, en realidad, es una cita de la Utopía de Tomás Moro, esto es, un retorno de lo reprimido.
2. Con la precariedad convertida en “estado de naturaleza” asistimos a un demencial culto al “emprendedor”, esto es, a la retorización apologética del individuo concebido como empresario, que no podemos entender de otro modo que como la culminación del capital como máquina de subjetivación. La inseguridad no es sólo una consecuencia no deseada de los altibajos de los mercados, sino que, como apuntara Richard Sennett en La cultura del nuevo capitalismo, forma parte del programa del nuevo modelo institucional. Esto quiere decir que, en esta burocracia de nuevo cuño, la inseguridad no es un acontecimiento sobrevenido, antes al contrario, algo cuya existencia ha sido buscada.
3. Vivimos una histerización mediática de los mercados y no podemos dar ni un bocado a mediodía sin conocer, al límite del infarto, la subida de la prima de riesgo. Nos hemos vuelto, valga el chiste malo, unos primos idiotizados que no han reparado, como impuso aquella interpelación teatral de Bill Clinton, de que la Cosa (traumática y esquiva) es la Economía. No hay ninguna razón para poner la esperanza en algo tan delirante o surrealista como “la recuperación de la confianza de los mercados”, cuando hemos asistido al despliegue de estrategias absolutamente injustificables, como la intervención del Estado para “salvar” precisamente a los Bancos que fueron los principales causantes de la fétida burbuja financiera. Y lo más lamentable es que todavía algunos pretendan imponer la mentira brutal de que los mercados son neutrales. Tal vez la crisis sea una terapia de choque que lleve a un resurgir del populismo o a una explosividad iracunda de la que ya hemos tenido importantes manifestaciones.
4. El estado movilizador tiene que evitar, a toda costa, que se produzca una masiva deflación de las emociones, la campaña no debe cesar, sin por ello dar espacio al asamblearismo “indignado”. Los atentados del 11 de Septiembre inauguraron un nuevo siglo de “tiempo real del terror” que propiciaría una abundancia de anécdotas que son metástasis del relato. Fue una casualidad epifánica que Bush estuviera leyendo un cuento al revés: su rostro estupefacto es la otra Zona Cero, la mejor fotografía del relato cortocircuitado. Christian Salmon advierte que estamos en un mundo sin historias en el que, como declaró Peter Guber (productor de películas como El expreso de medianoche o Batman), “incluso he visto una pantalla de plasma encima de un urinario”. Para los que han sufrido la enfermedad estética de la duchampitis, esa visión post-ready-made tendrá un toque (meta)irónico. El cuento para insomnes es tan decepcionante como el zapping, esa experiencia ansiosa que el mismo Bin Laden hacía, buscando su imagen en la televisión global. Lo real ha sido excluido en el imperio del simulacro, pero, a pesar de las implosiones retoricadas por Baudrillard, la Guerra del Golfo sí tuvo lugar, el cadáver del terrorista más buscado no fue fotografiado y la (improbable) revolución del sujeto ideal del reino totalitario no será televisada.
5. La memorable corrección marxista a la idea hegeliana de que la historia se repite primero como tragedia y después como farsa merecería ser completada con la apostilla de que en un acto patético se atraviesa la catástrofe hasta un estado de estupefacción tecnocrática.
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Fernando Castro Flórez es Profesor titular de Estética de la Universidad Autónoma de Madrid. Miembro del Comité Asesor del Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía. Director de la revista Cuadernos del IVAM y crítico de arte de ABC Cultural. Ha escrito, entre otros, los libros: Una “verdad” pública, Fight Club, Escaramuzas, Picasso. El rey de los burdeles, Miró. El asesino de la pintura, Fasten Seat Belt. Cuaderno de campo de un crítico de arte o Contra el Bienalismo.