Internacional | Opinión
Paz y justicia en Irlanda del Norte
Durante años Irlanda del Norte fue presentado como un ejemplo de éxito para otros países con conflictos internos. Sin embargo, ha vuelto a aumentar la crispación entre las comunidades protestantes-unionistas y la católica-republicana, con unos cuantos altercados graves.
Irlanda sufre estos días la peor tormenta en 15 años, según la oficina meteorológica de la Isla Esmeralda. Al mismo tiempo, los seis condados que forman Irlanda del Norte pasan por el peor momento político desde los llamados Acuerdos de Viernes Santo de 1998 que pusieron fin a décadas de guerra sangrienta entre católicos y protestantes.
En la madrugada del martes, el veterano diplomático estadounidense Richard Haass dio carpetazo a su intento de mediar entre los partidos del Ulster para encontrar soluciones a los muchos asuntos que quedaron pendientes del proceso de paz y que en los últimos meses han causado un rebrote de violencia.
Con los Acuerdos de Viernes Santo ambos bandos pactaron el fin de la violencia, protagonizada por el IRA, los grupos paramilitares protestantes y las fuerzas de seguridad británicas que había convertido la región en una auténtica zona de guerra.
Se procedió al desarme de los grupos violentos y se instauró un gobierno autónomo con la participación del Sinn Fein, el brazo político del IRA.
Hoy Irlanda del Norte es gobernada por una coalición entre el DUP protestante que defiende la pertenencia del Ulster al Reino Unido y el Sinn Fein que busca la unificación con la República de Irlanda. El vicepresidente Martin McGuinness es un antiguo dirigente del IRA.
Durante años, Irlanda del Norte fue presentado como un ejemplo de éxito para otros países con conflictos internos. Sin embargo, ha vuelto a aumentar la crispación entre las comunidades protestantes-unionistas y la católica-republicana, con unos cuantos altercados graves.
Se acudió al experimentado y neutral Haass para que ayudara a solucionar temas controvertidos de identidad, como el uso de banderas o los desfiles unionistas por barrios republicanos, y sobre todo a establecer vías para aclarar los crímenes del pasado.
Durante el conflicto hubo 3.500 muertos, de los que todavía hoy 3.000 están sin resolver. Miles de familiares de desaparecidos y víctimas de la violencia aún no saben las circunstancias o autoría de su desgracia. Casar justicia con memoria es el desafío de los partidos.
Se ha propuesto crear una “comisión de la verdad”, que podría recabar testimonios pero que no tendría validez ante los tribunales. Los republicanos siguen recelosos de que la Justicia no quiere investigar la complicidad del ejército y de la policía británica con los paramilitares unionistas.
Los irlandeses se han quedado sin el anhelado ‘Acuerdo de Año Viejo’, pero antes de volver a EEUU Haass afirmó que estaba satisfecho con el progreso conseguido durante los meses de negociaciones.
Cabe esperar que los partidos del Ulster se sientan comprometidos a continuar hasta resolver los problemas antes de que la situación se deteriore más.
Mientras, este último episodio en Irlanda del Norte es una advertencia de que un conflicto interno no se supera solo con un pacto político entre los rivales si se desatiende las secuelas y heridas abiertas durante años.
Artículo publicado en El Heraldo de Barranquilla (Colombia)
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He estado varias veces en Irlanda del Norte, sobre todo en Derry. Las tensiones no son como lo eran en los setenta, pero en muchos barrios católicos (o republicanos) siguen sufriendo las continuas provocaciones de los unionistas en los desfiles. La única forma de acabar con el conflicto sería un referéndum donde los ciudadanos puedan votar libremente si quieren ser una provincia más de la República de Irlanda o seguir perteneciendo a Reino Unido.