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Una privatización de manual

¿Eres un gran empresario o un alto cargo político y quieres lucrarte privatizando tu sector? Te ofrecemos un esquema con los pasos que hay que seguir

Por José Luis Velasco* // Eres un gran empresario, o un alto cargo político, (o alternas lo uno con lo otro) en un sector estratégico español. Que este sea sanidad, educación, agua, transportes o dependencia es irrelevante a este nivel de la discusión. Lo que importa es que pretendes aprovechar la vorágine privatizadora para hacer lo mismo con una parte de tu sector. Dirás que quieres liberalizarla, o quizá externalizar su gestión. Da igual cómo lo llames, tu objetivo es que los bienes, recursos y beneficios del sector pasen del control público a manos privadas (vamos, a tus manos o a las de tus amigos).

A estas alturas la estrategia de propaganda apropiada tendría que ser familiar para ti porque algunos colegas tuyos la siguen, utilizando los grandes medios de comunicación como altavoces. Tienes la falta de escrúpulos necesaria. Sin embargo, no es necesariamente por tu intelecto ni por tu esfuerzo que has llegado donde estás, así que probablemente todavía necesites que alguien te haga un esquema sencillo. Estos son los pasos que debes seguir

En primer lugar, has de preparar el camino. Con ese fin, hay que insistir una y mil veces en que la liberalización se efectúa en beneficio del consumidor. Céntrate en el aspecto del problema que más te convenga y obvia el resto. Lo que más vende, en general, es prometer que la privatización permitirá la reducción de las tarifas y de los costes. Siempre has de añadir la coletilla de que, por supuesto, el motivo por el que esto ocurrirá es que el mejor regulador es el mercado. Este ha de ser el marco de la discusión y es imprescindible impedir que se salga de él. No conviene que los ciudadanos se planteen lo que realmente significa perder el control público de un sector estratégico.

Una vez has acotado la discusión, los siguientes pasos hay que darlos rápido. Hay que evitar que el asunto acabe siendo objeto de un intenso debate público. Porque incluso dentro del marco que has conseguido fijar puedes tener problemas. Por ejemplo, si afirmas que un determinado aspecto de tu reforma no va a representar ningún coste adicional para los consumidores, puede que los datos no te den la razón. En general así ocurrirá; al fin y al cabo quieres hacerte con el control del sector para forrarte. Una forma de soslayar este inconveniente es no presentar ni un solo documento que justifique técnicamente tus afirmaciones, pero esa estrategia es de una arrogancia innecesaria. Al fin y al cabo, siempre habrá un lobby en el sector dispuesto a favorecer tus tesis (y a la larga el engorde de sus bolsillos y los tuyos) preparándote un informe a medida. Eso sí, conviene evitar que la connivencia con los lobbistas sea demasiado evidente, cosa que puede ocurrir si la ley presentada y el documento que te han escrito comienzan igual.

A falta de una base ideológica o técnica sólida, lo más seguro es limitarse a generalidades y afirmaciones vacías de contenido. En ese sentido, puedes asegurar que tu reforma está inspirada en el modelo de un determinado país (recuerda no mencionar el resto, en especial los que sigan una política opuesta) o incluso que consigue situar la legislación española entre las más avanzadas de Europa. Además, con este tipo de imponderables siempre se elaboran buenos titulares de prensa.

Desecha las críticas sin discutirlas, afirmando por ejemplo que responden más a una estrategia política que a un intento serio de debatir constructivamente. Aprovecha para alimentar la interesada confusión entre política y partidismo haciendo alusión a lo que hizo el anterior gobierno; ya sabes, a la herencia recibida. Y, al mismo tiempo, acusa a tus enemigos de desenfocar la interpretación del tema. La experiencia demuestra que no hay límite a cuánto puedes embarrar el debate; que no te pese despreciar públicamente a los críticos y acusarles de hacer el ridículo.

Ocurrirá que a veces las críticas vengan de arriba y no de abajo, por ejemplo de un Tribunal Superior de Justicia o de la Unión Europea. En ese caso las estrategias anteriores no son las más adecuadas y conviene evitar la confrontación. Si por ejemplo Bruselas detecta graves contradicciones en el plan y en tus números, no te des por enterado y afirma sin pudor que tal cosa no presupone en ningún caso que Bruselas cuestione los cálculos aportados por España. Y en última instancia, si te ves acorralado, amenaza. Di por ejemplo que si Bruselas no respalda la tesis española habrá un riesgo de subida de las tarifas.

A estas alturas ya habrás conseguido cerrar la reforma, o al menos los detalles más sangrantes, incluyendo estos de tapadillo en un trámite parlamentario acelerado, cortando así de raíz el debate público. Al mismo tiempo, no dejarás de resaltar la transparencia con que se está llevando a cabo la liberalización.

Finalmente, necesitas vender tu reforma como un éxito, al menos durante el periodo de tiempo en que el debate permanezca en la memoria pública. Para ello, con ayuda de tu coro mediático, tendrás que airear cada novedad positiva. Que, evidentemente, habrá sido posible gracias a la introducción de competencia en el sector, da igual que sea coyuntural, no tenga que ver con tu reforma, o directamente no exista. Y si ni retorciendo mucho la realidad tienes buenas noticias, no hay mal que por bien no venga: achácalo a que la reforma ha sido incompleta y aprovecha para pedir que se profundice en la liberalización del mercado en busca, siempre, de la mayor competencia y el beneficio de los usuarios.

Esta estrategia puede parecerte burda pero no olvides que, en ausencia de buenos argumentos a tu favor, es prácticamente lo único que tienes. Y aunque sea alucinante, funciona. Habrás notado que todos los links anteriores corresponden a declaraciones hechas por grandes empresarios eléctricos y altos cargos del Ministerio de Industria durante la liberalización del sector que tuvo lugar en España a finales de los años 90. Y has de saber que el resultado de esta liberalización ha sido sencillamente espectacular: los españoles pagan la electricidad más cara de los países del entorno, deben 30.000 millones de euros a un oligopolio de compañías eléctricas (que a su vez acumulan beneficios desmesurados) y su política energética es prácticamente inexistente.

Imagino cómo te gotea el colmillo, pero tengo que ser sincero contigo y advertirte de que no te has subido al carro privatizador en el momento óptimo. Tienes que asumir que las consecuencias de liberalizaciones como la eléctrica empiezan a ser evidentes para todos; porque el marco está cambiando y ya no se defiende lo público sólo en términos de costes económicos sino de bienestar social y derechos; porque algunos en los diferentes sectores los trabajadores se unen, aparecen empresas distintas, los estudiantes se movilizan, los jueces hacen su trabajo, algunos periodistas lo cuentan y los ciudadanos responden.

No estoy diciendo que no puedas conseguirlo, pero esta vez no te lo van a poner tan fácil.

*José Luis Velasco es miembro del Observatorio Crítico de la Energía

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Comentarios
  1. Con artículos como este, uno no se siente solo.Gracias por la claridad con la que escribes.
    ¡Sí se puede!

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