Economía | Economía social
Koldo Saratxaga: “Hay jóvenes a quienes nadie les ha hablado de valores”
Este vizcaíno, promotor de ner group, considera a la empresa tradicional una “dictadura”
Entrevista publicada en el número de diciembre de 2013 de La Marea, diposnible en nuestra tienda online
BILBAO // En 1991, la cooperativa Irizar de fabricación de autobuses, estaba en quiebra técnica. Koldo Saratxaga (Sopuerta, Bizkaia, 1947) tomó las riendas y, con su filosofía organizativa, reflotó la organización que hoy da trabajo a 3.000 personas y vende autocares a más de 75 países. En el año 2000, la revista The Economist la consideró “la empresa fabricante de autobuses más eficiente del mundo” y el liderazgo de Saratxaga recibió premios y reconocimientos durante años. Este vizcaíno ha trabajado con cooperativas durante casi 30 años y considera a la empresa tradicional una “dictadura”. A diferencia del empresario clásico, antepone las personas que trabajan a los resultados: “Éstos llegan como consecuencia de lo primero”. La transparencia, las asambleas y la comunicación son pilares básicos en sus organizaciones.
¿El cierre de Fagor ha puesto en cuestión el modelo cooperativista?
No. Fagor es sólo una más, aunque sea la más grande y el origen de Mondragón. Pero también hay cooperativas grandes exitosas que funcionan, con 50 años de antigüedad, como Ampo, Ekin o Ulma. ¿son necesarios los líderes dentro de una estructura horizontal como la de las cooperativas? Sí. Gestores hay muchos; líderes, pocos. En momentos difíciles como los que hemos pasado, hace falta más que nunca el ánimo, la energía y la ilusión de las personas. En la gestión tradicional se busca que los de abajo tengan un rendimiento. No se dedica tiempo a la ética, que tiene que ver con la información, la comunicación y la transparencia. El modelo de gestión tradicional, piramidal, está pensado para que unos manden y otros obedezcan.
Usted define esa empresa piramidal como una “dictadura”.
Es una consecuencia de la revolución industrial, cuando las personas estaban al servicio del capital, una dictadura.
¿Qué opina del concepto de recursos humanos?
Eso es otra burrada. Cuando a un trabajador le llamas operario o maquinista, le estás diciendo: “Limítate a lo que eres”. Cuando creamos jerarquías, hacia abajo, creemos que las personas son menos importantes y les llamamos trabajadores, obreros u operarios. Es tremendo que hablemos de recursos humanos, porque también llamamos recursos a los financieros o a los materiales. Y no tienen la misma importancia que las personas, con corazón y sentimientos, que son capaces de hacer esfuerzos.
¿Cómo se coordina a esas personas?
El éxito gusta a todos. Aquello a lo que dedicas, no tu tiempo, sino tu pasión y tus ganas, es aquello en lo que tienes que tener éxito. Si una persona forma parte del proyecto, forma parte también de su éxito. Entonces, esta persona se convierte en actor y deja de ser un títere. Una cosa es hacer teatro de actores y otra, teatro de títeres, donde manejas y mueves los hilos. Con actores puedes hacer cosas diferentes: puedes innovar permanentemente. Los gestores prefieren títeres; los líderes, actores. Es la diferencia entre gestionar y liderar. Los líderes transmiten energía; los gestores, órdenes. Un líder no necesita controlar, eso hace perder energía. La energía la transmite y ella empuja.
¿Son imprescindibles valores como la solidaridad para trabajar en una cooperativa?
Sí. Pero hay una diferencia importante entre trabajar en una cooperativa o ser una persona cooperativista. Lo importante es lo segundo.
¿Todos son cooperativistas?
Es como una campana de Gauss: todos somos más o menos generosos, amables, solidarios… Lo importante son las actitudes. Las aptitudes suman, pero las actitudes multiplican. En teoría, las personas del mundo cooperativo han de tener más actitudes… ya les enseñaremos a tener aptitudes. Por el contrario, la empresa pide aptitudes y la educación suelta aptitudes. Hoy, hablan de conocimientos, no de valores.
En esas actitudes, son determinantes los primeros años de vida, los padres y la educación. pero los padres cada vez trabajan más horas y la educación se está deteriorando.
Hay que reinventar la educación. Los niños son todos diferentes, diamantes en bruto. Y los metemos con un solo profesor, que cada año da un curso, en clases de 25, con exámenes idénticos. Desarrollamos la parte izquierda del cerebro, la lineal, la de las matemáticas. Pero nos olvidamos de la derecha, la de la creatividad, que requiere tiempo, dedicación, experiencias… Si el niño va teniendo valores y vivencias, va desarrollando actitudes y aptitudes. Pero hoy no es así. Hay jóvenes que salen de la universidad con 22 años y nadie les ha hablado de sueños y valores. Tienen que aprobar, ir por un camino marcado, predeterminado. Un país que quiere un futuro, tiene que priorizar la educación. Pero, en España, no se ha hecho más que invertir en infraestructuras.
¿Va ligado a una cultura del miedo?
Sí. O te sumas, atiendes, obedeces… o te quedas. Los que hemos salido de la rueda somos muy pocos. De pequeño no puedes ser inconformista, inquieto e iconoclasta. El sistema con 25 niños por clase no permite que levantes constantemente la mano: el profesor tiene 50 minutos y ha de acabar. ¿Qué hace el poder, el capital? Reducirnos a la mínima expresión. No prioriza a las personas, sino el consumo, la riqueza, el poder de unos pocos. Mientras las personas no sean lo más relevante de un país, seremos mediocres.
Con recortes en Educación… ¿cómo va a evolucionar el cooperativismo?
Muchas veces, esos hechos lo que hacen es precipitarlo todo. Cada 80 o 90 años hay un cambio de era. El sistema capitalista se acaba, pero no se acaba hoy y empieza otro mañana. El cambio llegará porque las personas serán más autónomas, lo que tiene que ver con el tipo de relaciones.
Las trabas burocráticas para constituir una cooperativa son grandes. ¿Interesa al poder que haya cooperativas?
Si aquí se tarda seis meses en registrar un huerto y en Holanda 48 horas, un chaval de 26 años desespera y tira la toalla. Y todo eso tiene que cambiar. O lo hacen los políticos, o lo hará el movimiento social.
¿Es el llamado poder popular?
El poder corrompe. No me gusta usar esa palabra. Será movimiento popular, pero no “poder” porque estaríamos cambiando poder por poder, no cambiando la sociedad. El poder es trementamente maligno. Tenemos que inventar algo para que eso no sea una droga. Que sea rotativo, más asambleario, más en manos del pueblo… un modo de vida distinto. El poder lo maneja todo porque también ha tenido la comunicación. Antes, estaba en la Iglesia, el Ejército y los medios de comunicación. Dos han desaparecido. Ahora, están la energía y los medios, pero la comunicación cada vez está más en manos de los ciudadanos y las redes sociales. Lo siguiente serán las energías, aunque a las multinacionales, que tienen el poder, no les interesa: seríamos autónomos.
¿Qué riesgos podemos encontrar en estos momentos de cambio?
El riesgo en estos momentos es no hacer nada. Cuesta entender por qué la sociedad no se está moviendo. Pero no pasa nada. Se moverá. ¿las cooperativas van a ser consecuencia o actor en este proceso? El problema no está en las cooperativas, como figura legal. Hay que preguntarse: ¿Qué papel van a tener las personas cooperativistas? Trabajen en el ministerio, en Telefónica o en La Marea. No son los entes jurídicos los que van a cambiar la sociedad, sino las personas. Tenemos que ser consecuentes con lo que sentimos, allá donde estemos. Es un cambio de filosofía y pensamiento. Ahora estamos haciendo profesionales, no personas para la sociedad. Hacemos lo que Telefónica o Iberdrola piden: qué habilidades tiene que tener para el mundo del trabajo. Todo eso tiene que cambiar y por eso la educación es tan importante.