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Es jodido, el pesimismo está de retirada
"Una ciudadanía movilizada y organizada va poniendo sobre la mesa un programa de 'gobierno desde la calle', que recorre una senda de la recuperación opuesta a la de la 'China de Europa'”, defiende el autor.
“Ahora mismo estamos tirando… poco tiramos ya… galletas, leche… cuatro apaños. Es jodido” (Vecino de Vallecas desempleado).
“Este año será mejor que el pasado, pero será peor que el que viene, y el pesimismo ya está en retirada…” (Mariano Rajoy, presidente del Gobierno).
No hace mucho que el presidente del Gobierno nos informaba en persona de que “este año será mejor que el pasado, pero peor que el que viene, el pesimismo está de retirada”. A mí me sonaba a una mezcla entre el célebre “te quiero más que ayer pero menos que mañana” (promesa resultona, pero que todos sabemos que no aguanta la prueba del tiempo) y aquel terrible último parte de guerra: “Cautivo y desarmado…”
Si además contrastamos estas declaraciones con algunos de los datos que empiezan a ver la luz como resultado de la aplicación de las “terapias” de austeridad aplicadas como salida a la crisis, las similitudes con el parte de guerra se perfilan mas nítidas.
No es solo el 27% de paro, ni los 517 desahucios diarios o los 4 millones de personas que no podrán pagar la factura de la luz… no me refiero tampoco a la cantidad de servicios públicos que están siendo privatizados o a los derechos civiles que también perdemos por la “senda de la recuperación”. Todos estos datos son solo el “reverso tenebroso” de una realidad que a partir de ahora se empeñaran en que miremos desde el optimismo. Poner ahí el foco es por tanto un anacronismo de lo mas impertinente.
Los datos que me parecen más elocuentes son, precisamente, los que dan la razón a quienes afirman que el pesimismo es una antigualla: “España será la China de Europa”. “La ventaja salarial de España respecto a Alemania, Francia e Italia, así como la debilidad del esfuerzo en I+D y la menor cualificación de la población activa, apuntan a que el futuro papel de España en Europa podría convertirse en un centro de producción de media gama para las empresas europeas y el mercado europeo. En este sentido, España desempeñaría para Europa un papel similar al de China en el mundo desde los noventa”, sostenía recientemente un informe del Instituto Natixis.
Si además ponemos en la balanza la evolución de los beneficios empresariales y la de los salarios veremos, como en un marcador, el resultado del partido: salarios que no han parado de caer en los últimos 16 trimestres, frente a unos beneficios empresariales que no han parado de elevarse en los últimos 6 trimestres.
“Durante el cuarto trimestre de 2012, por primera vez desde que se empezaron a guardar los datos allá por 1980, la suma de los beneficios empresariales superó a la de los salarios de los españoles”. Tras unos cuantos ajustes, el pastel de la economía se reparte ahora de este modo en el año 2013: los sueldos de los asalariados equivalían a 44,7% de la riqueza generada en un año en el país (PIB) y los beneficios empresariales se llevan ya el 46,3% del PIB. Por primera vez desde que se tiene constancia, las “rentas del capital” superan “las rentas del trabajo”. Cada vez “los menos” se llevan una parte mayor. Los salarios españoles están 3,7 puntos por debajo de la media europea; los beneficios están 6,8 puntos por encima… La China de Europa.
El resultado no deja lugar a dudas con respecto a quienes han ganado la partida de la crisis y lo que quieren decir cuando hablan de “recuperación”. ¿Recuperaremos derechos? ¿Recuperaremos salarios?¿Recuperaremos servicios y recursos públicos, nivel de vida? Me temo que no se refieren a eso.
Así, contrastando datos, y perspectivas, podemos valorar mejor las cosas. La senda de la recuperación esta jalonada por el descenso sostenido de los salarios, la debilidad del esfuerzo en I+D, desregulación laboral y ascenso de los beneficios empresariales.
Solo unos índices de desempleo como los que sufrimos infunden en la población el temor suficiente para que asuma rebajar sus condiciones de vida hasta los niveles que les hacen de nuevo “competitivos en el mercado”. Solo así, se convence a la gente de que cualquier empleo, bajo cualquier condición, es una opción aceptable. Solo bajo un estado de miedo generalizado, puede resultar una noticia que ponga en fuga al pertinaz pesimismo, el hecho de que renunciemos a impulsar la I+D como motor de una posible recuperación y transformación a medio plazo de nuestro modelo productivo, asumiendo a como objetivo convertirnos en “a China de Europa” con todo lo que conlleva ser “China”.
Ante el ataque de optimismo presidencial, a pesar de que el desempleo no deja de crecer junto con los beneficios empresariales, uno no puede evitar pensar que “el paro” no era su problema si no su solución al problema de una tasa de beneficios empresariales que consideraban insuficiente.
El paro es, más bien, una condición que permite adoptar la recta vía de la recuperación económica, y hace posible que la mayoría social vaya aceptando la receta: bajada de salarios, perdida de derechos. Una vieja historia, el miedo al paro nos obliga a aceptar peores condiciones de trabajo y de vida, nos hace mas baratos.
Fuera del ámbito laboral, el mantra de la necesidad de limitar de manera drástica la deuda pública elevado a la categoría de norma constitucional, nos hace aceptar privatizaciones y recortes de servicios públicos… la “recuperación” nos hará besar con agradecimiento además la mano que nos da de comer. La política fiscal, los presupuestos generales… todo señala en la misma dirección.
Así que, cuando el presidente del Gobierno anunciaba la retirada del pesimismo, a mí me pareció oírle decir: “En el día de hoy, cautivo y desarmado huye el ejercito rojo, las tropas nacionales han alcanzado sus últimos objetivos. La crisis, ha terminado”.
Y sin embargo se mueve.
Ni cautivos ni desarmados… luces al final del túnel
Para saber si podemos hablar de “luces al final del túnel”, tenemos que saber qué entendemos por “túnel”y cuales son las luces que queremos ver. Las de las cifras macroeconómicas y los balances empresariales o las de los índices de calidad de vida de las mayorías sociales.
Qué hechos son los que nos permiten concluir, llegado el caso, que en efecto, tal y como vaticina Don Mariano, el año que entra será mejor que el anterior pero peor que el próximo. En esto, como en todo, depende del lugar desde el que se mire y donde pongamos el foco y es muy probable que, las luces del presidente, a otros nos parezcan sombras y viceversa.
Es cierto que a lo largo del año hemos visto señales de recuperación, signos esperanzadores protagonizados por el cuerpo social, episodios de dignidad colectiva que nos indican de alguna manera, cuál es “la senda de la recuperación” de los derechos sociales y democráticos que en estos años, el poder político ha querido sacrificar en la pila del mercado.
Experiencias como la de la Plataforma de Afectados por las Hipotecas, la defensa de las Sanidad pública o de las gestión pública del agua, huelgas como la de los trabajadores de la limpieza viaria en Madrid, o la movilización de la comunidad educativa ponen sobre la mesa que la acción colectiva y decidida de la ciudadanía puede poner freno a los desmanes de quienes detentan el poder. Que sus designios no son inevitables y que la lógica del mercado no es todo poderosa. La consigna “Sí, se puede” resume perfectamente la cuestión.
Desde luego, si contrastamos esta imagen con la que nos ofrece la mayoría absoluta (y absolutista) del arco parlamentario y del ámbito institucional, la explicación sobre en qué y en quién debemos situar nuestras esperanzas de recuperación se torna cristalina.
Estas experiencias comparten algunos elementos con los que podemos ir delimitando los contornos de la recuperación de nuestra condición ciudadana: determinación, amplia unidad entre trabajadores de los servicios afectados y los y las usuarias, concreción de objetivos mas acá de las grandes cuestiones ideológicas…
Una ciudadanía movilizada y organizada. Armada de buenas dosis de sentido práctico, va poniendo sobre la mesa un programa de “gobierno desde la calle” que recorre la “senda de la recuperación” en sentido opuesto a aquella que nos conduce a la “China de Europa”.
No es la ideología, ni los grandes proyectos, sino la vida misma, la defensa de unas condiciones materiales concretas para vivirla con dignidad, la que nos pone en movimiento. Desde esa pragmática se puede articular el poder ciudadano que haga de contrapeso a las presiones del poder económico que parece imponer sin freno sus intereses. Esa es la única garantía para la democracia entendida en sentido amplio.
Independientemente de los resultados de las próximas contiendas electorales, la senda de nuestra recuperación pasa por no bajar nunca más la guardia, por permanecer alerta y en pie frente a quienes gestionen desde las instituciones lo que es de todos, sean del signo que sean.
Nosotros y nosotras, reconociéndonos colectivamente y asumiendo la responsabilidad que nos corresponde en la defensa de los que nos es común, somos las luces al final del túnel.
O como decía la vieja canción: “Ni en dioses reyes ni tribunos está el supremo salvador…”
[El autor, Nacho Murgui, es presidente de la Federación Regional de Asociaciones de Vecinos de la Comunidad de Madrid]
Chapeau, Nacho!. ¡cuanta verdad!
Dicen que las revoluciones siempre han empezado por cuatro.
Con «cuatro» como tú la tenemos ganada.
Y es verdad, inyectas esperanza.
Olé! que buen articulo, muy claro, informativo y real. Lleno de esperanza y fuerza para seguir luchando por un cambio. Gracias!!
Olé! que buen articulo, muy claro e informativo, pero mas importante, lleno de esperanza y fuerza para seguir luchando por un cambio. Gracias