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Se busca político con perfil platónico

La autora es profesora titular de Universidad en la Facultad de Filosofía de la UCM, donde enseña Historia de la Filosofía Antigua.

Me gustaría hacer una reflexión sobre lo que diría Platón (Atenas, siglo –IV) a los políticos de hoy en día que, al parecer, se ‘enamoran’ de la multitud, especialmente en épocas electorales, y de los bancos y entidades financieras una vez pasadas, con el objeto de explorar especialmente por qué razones ésta no constituye la disposición adecuada del verdadero político y qué requisitos debe satisfacer.

El mundo necesita políticos de la clase de los hombres de oro (almas especiales) con urgencia. El político platónico ha de satisfacer los siguientes requisitos:

1. Que no desee gobernar (lo asume como una deuda de gratitud a la ciudad que lo educó);

2. Que no tenga propiedad privada (comparte una propiedad común con los demás políticos y militares);

3. Que sea inteligente, memorioso y enérgico por naturaleza;

4. Que sepa gobernarse a sí mismo para estar en condiciones de gobernar a otros;

5. Que esté educado en la dialéctica (o ciencia de los géneros y sus partes) al menos en lo que respecta a la Medida, la Belleza y la Verdad, (los tres ejes del bien que permiten reinstaurar la justicia en la ciudad);

6. Que sepa que lo que hay que temer no es ni la muerte ni el rechazo de los poderosos y las instituciones corruptas sino el no vivir bien (con dignidad, diríamos hoy) i.e., que sea valiente;

7. Que anteponga el bien común al bien particular (sea el suyo o el de una sección de la ciudad);

8. Que sea racional en todos sus actos, i.e. que tenga visión de conjunto y cálculo de las consecuencias de sus actos para sí y para el resto de la ciudad;

9. Que aplique una medida adecuada a sus placeres: que sea moderado;

10. Que dé cuenta de su gestión y reciba gustosamente el castigo en caso de no haberse ajustado a los requisitos arriba citados.

Los requisitos mencionados aparecen en diferentes obras de Platón, especialmente en la República. Pero es en el Gorgias donde Platón presenta a su personaje Sócrates intentando persuadir al joven y ambicioso Calicles de que el bien no coincide con el placer y poder ilimitados, a fin de que tome consciencia de por qué no está preparado para gobernar (481 d 1-482 b 1; 482 b 7- c 3). No puedo citarlo aquí por falta de espacio, pero puedo sintetizar su mensaje e invitar a los políticos a que se lo lean.

La razón por la cual Calicles no puede ser un (buen) gobernante reside en que es demasiado débil ante la multitud. Necesita su aprobación y ser honrado por ella. En términos políticos, desea tanto el poder que los votos le pueden conceder, que por ello no puede desempeñar su función libremente. Pero el verdadero político no desea gobernar. Tiene que ser forzado a hacerlo. Y acepta esta misión difícil porque reconoce que todo lo que es, se lo debe a la ciudad, y en especial, porque ha recibido su costosa educación del esfuerzo de sus conciudadanos. Calicles es hábil, listo, capaz de manipular, engañar y ejercer el poder sobre otros, pero no es capaz de gobernarlos realmente. Porque no se puede gobernar a sí mismo.

Según Platón, el filósofo contempla el espectáculo de la verdad, y alimentado con estas visiones, tiene un punto fijo sobre el cual construir su conocimiento dialéctico. Lo cual le permite realizar un proyecto de ciudad justa y feliz, a partir de una cierta racionalidad que sirve al bien común. Esta racionalidad le permite gobernar para el conjunto, no para una clase y mucho menos para su propio beneficio. Como dice Sócrates aquí, a él le importa ser coherente consigo mismo en la búsqueda de ciertos fines antes que con su propio ‘coro’, lo que le proporciona una fuerza moral capaz de mantenerle estable emocionalmente incluso ante la muerte.

Un congresista debería ser una persona fuerte, con criterio propio, sin necesidad de ‘coros que halaguen ni aplaudan sus palabras’, porque no necesita la aprobación del circo sino la aprobación de sí mismo frente a los representados. Así, debería permitírsele y exigírsele ejercer su racionalidad libremente, inclusive contra su partido si fuese necesario. Hay que cortar los lazos internos de dependencia afectiva y económica del Congreso consigo mismo, y fundar las decisiones en los lazos auténticos que les dieron el poder.

Cuando se mira el conjunto de la sociedad uno cae en la cuenta de su pequeñez y esto le permite poner un límite saludable a su vanidad y ambición personal. La educación platónica del soberano atiende a su formación intelectual pero principalmente a la formación del carácter, por ello debe pasar pruebas duras, físicas y psicológicas. Se trata de un entrenamiento en la verdad, la honestidad y la vocación de servicio. Por lo demás, el deseo de placeres ilimitados debe ser medido porque cuanto más buscamos el llenado con el placer sensible, más se agrandan las necesidades de él, y acabamos esclavizados y atontados en una burbuja ficticia.

Según Platón, el bien es una conjunción de medida, belleza y verdad. Tengo para mí que de las tres, la medida es la principal. Si cada uno se mide y se limita a sí mismo, da lugar al otro y hay justicia en la ciudad. Por eso no hace falta ser erudito, ni acumular títulos en el reino de la cantidad (me refiero al dos por uno que triunfa en las universidades obligadas por la política de mercados) para ser un buen político. Hace falta prescribirse la medida adecuada para saber gobernarse a uno mismo y estar en condiciones de gobernar a otros, si éstos aún no pueden darse a sí mismos la medida.

Gobernar es un servicio al que el filósofo se ve forzado. Porque reconducir los deseos de los hombres hacia el bien es una tarea ardua que despierta fuerte resistencia (lo sabe cualquier padre que ejerza de padre con persuasión y firmeza). Pero si el político no se pone al servicio de la ciudad, resulta un tirano.

Corremos el riesgo de que la filosofía se olvide de sí misma, y de que los hombres acaben por desesperarse y someterse. El político de perfil platónico no existe hoy ni existió en la Atenas del siglo –IV. Pero es imprescindible contar con una guía ideal que nos inspire para hacer nuestro mundo un poco más humano.

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Beatriz Bossi es profesora titular de Universidad en la Facultad de Filosofía de la UCM, donde enseña Historia de la Filosofía Antigua, cargo al que accedió por Habilitación Nacional. Autora del libro Saber Gozar, Estudios sobre el Placer en Platón, (Madrid, Trotta, 2008), y de más de 40 artículos de su especialidad en Estados Unidos, Alemania, Irlanda, Francia, Italia, España, Argentina y Chile, es miembro de la Sociedad Platónica Internacional y prepara un libro sobre El banquete y el Fedro de Platón.

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Comentarios
  1. Gracias Beatriz, por compartir estos antiguos y sabios principios que quizas nunca podamos satisfascer por completo, pero conforman un objetivo hacia el cual apuntar la nave…

  2. ¿Y qué papel desempeñaría en este tipo de sociedad gobernada por políticos plátonicos la mujer?, ¿otra vez al margen?

    A mi parecer…faltaría el requisito número 11..que todos los anteriores requisitos puedan, a su vez, ser exigidos tanto a mujeres como a hombres.

    • Justamente, Platón contempla esto y la clase de «los guardianes» está compuesta tanto por hombres como mujeres, que participan conjuntamente en la defensa y administración de la ciudad. Suele mirarse a Platón como conservador, pero más bien es un reformista con propuestas que incluso en los siglos XX y XXI eran de vanguardia.

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