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La Brigada de Investigación Social (BIS), entre la Gestapo y el FBI

El autor hace un repaso por la cruel historia de la policía social franquista de la mano de dos de sus máximos exponentes: Melitón Manzanas y Antonio Juan Creix.

[Artículo de opinión sobre la policía social del franquismo que aparece en el último número de La Marea ya a la venta en quioscos y en nuestra web]

Todas las guerras tienen un “factor humano”, pero las guerras civiles lo multiplican. La carga de odio y de revancha funcionan como psicopatología individual, que no tiene por qué transformarse en social, si bien el impropiamente llamado “civismo” de estas guerras empuja a la analogía.

Este factor humano interactúa en dos sujetos personales que evolucionan a sociales en la inducción propuesta, y son a la vez emblemáticos de las dos metodologías de la policía política del franquismo: Melitón Manzanas González y Antonio Juan Creix. Los dos comisarios más paradigmáticos y simbólicos de la represión dictatorial, y los únicos que la Transición no recicló. Manzanas murió a manos de ETA, en 1968, y Creix fue depurado en 1974. La lucha antiterrorista se nutrió de los otros.

Melitón Manzanas (San Sebastián, 1909 – Irún, 1968) y Antonio Juan Creix (Jerez de la Frontera, 1914 – Barcelona, 1985) tenían en común ser franquistas convencidos, trabajar para la Quinta Columna y haber estado presos. Después, el trabajo los uniría, la policía política en su peor acepción, y finalmente la muerte del primero y la revancha del Régimen nombrando al segundo Jefe Superior de Policía en Bilbao.

El encarcelamiento de Manzanas por los republicanos, en el Fuerte de Guadalupe, y el de Creix, en la checa de la calle Vallmajor de Barcelona y después en el campo de concentración de Oix, añadieron al odio genérico al enemigo el odio personal de la víctima contra el victimario. De las torturas a Creix hay constancia, y no es aventurado afirmar, por todos los testigos de los que después fueron víctimas suyas, que bajo su dirección se hizo, en la forma o en el fondo, aquello que le habían hecho a él y/o a compañeros suyos.

El método alemán

El comisario Manzanas actuó en una área de influencia nazi clarísima. A 33 kilómetros de Vitoria-Gasteiz se instaló, en 1937, el Campo de Concentración de Miranda de Ebro, que diseñaron, pusieron en funcionamiento y dirigieron miembros de las SS, al frente de las cuales estaba Paul Winzer, designado directamente por el reichfürer Himler, jefe de la Gestapo, para la cual Manzanas trabajó en la Francia ocupada. Los métodos de tortura de la Gestapo han sido descritos en cantidad suficiente; son las formas de tormento más crueles y más antiguas, como las suficientemente literaturizadas de la Inquisición, y un largo y morboso etcétera.

Quiero remarcar, además, el trasfondo ideológico, la causa primera que hacía ir hacia tan retorcidas aplicaciones. Si bien la tortura policiaca tiene una finalidad inicial que es la de arrancar declaraciones, de donde surge el eufemismo o sarcasmo de los “habilidosos interrogatorios”, hay una finalidad de más alcance: la extensión del miedo para anestesiar la revuelta. La idea que todo el mundo puede ser maltratado, torturado y asesinado porque el poderoso aparato policíaco-jurídico podía culpabilizar indiscriminadamente.

El método americano

La persona que sentará en el banquillo de los acusados a los ejecutores de Manzanas (Proceso de Burgos, 1970), Antonio Juan Creix, será después el encargado más significativo del primer intento de reciclaje policial, que pone las bases ante la preparación de la venida a España de Eisenhower, en 1959. A consecuencia de esto, se beca a un grupo de jefes policiales españoles seleccionados para hacer un curso de tres meses con el FBI y con la CIA, de marzo a junio de 1958.

Creix hace este curso y sale convencido de que la fórmula policiaca americana es más moderna, más eficaz y tiene menos costes de impopularidad tanto para los mismos funcionarios como por la imagen exterior de la España franquista.

Sucintamente, Creix implanta el método americano, y pone en práctica especialmente cuatro puntos fundamentales: Infiltración en las organizaciones a perseguir; investigación; trabajar con método e intimidar, no torturar dejando rastro, lo que supone de hecho restringir la tortura en cantidad y en calidad, y la presión psicológica sin límites.

Detenciones como las de Joan Comorera, las de los miembros de ETA procesados en Burgos y las de los 113 de la Asamblea de Cataluña –que teledirigió Creix-, responden claramente al método USA, según como acreditan los cuadernos y ficheros que el comisario elabora, además de los oficiales, como herramienta imprescindible del método, y que tiene como singular éxito conseguir informadores infiltrados en la Asamblea de Cataluña, un par como mínimo en el PSUC, uno en el PNV y otro en ETA.

Los últimos compases de la vida profesional de Creix, como Jefe Superior de Policía de Andalucía, con sede en Sevilla, acentúan la inflexión evolutiva y son paradigma del planteamiento general. No sólo practica los métodos americanos que hacen excepcional la tortura, sino que pone en practica un operativo de transformación de la Brigada Social hacia los servicios a la Brigada de Investigación Criminal. Finalmente, la BIS se recicló en la Brigada de Información y la nueva democracia tenía entre sus principales déficits mantener en nómina funcionarios de la represión contra la democracia. Pero todo valía, entonces, contra ETA. También los americanos reciclaron agentes nazis para combatir el comunismo. Y el estalinismo convirtió el campo nazi de Buchenwald en espacio de castigos de las tristemente célebres “purgas”.

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