La Uni en la Calle

Escritores hispanoamericanos y la guerra civil española

El autor es profesor titular de literatura hispanoamericana en la UCM, e investigador principal del proyecto I+D "El impacto de la guerra civil española en la vida intelectual de Hispanoamérica"

En 1815, en su “Carta de Jamaica”, Simón Bolívar afirmaba que “más grande es el odio que nos ha inspirado la Península, que el mar que nos separa de ella; menos difícil es unir los dos continentes, que reconciliar los espíritus de ambos países”. España no había sabido portarse como madre; se había convertido más bien como una “desnaturalizada madrastra”.

El divorcio entre los intelectuales hispanoamericanos –salvo los más conservadores, los más católicos– y la vieja Madre Patria se atenuó con la llegada a España de Rubén Darío en 1898, pero fue sobre todo a partir de abril de 1931 cuando se empezó a forjar una nueva relación entre las jóvenes repúblicas hispanoamericanas y la flamante República Española. Simbólicamente, la caída de la Monarquía representaba una disolución de las añoranzas imperiales. Al mismo tiempo, la nueva Constitución otorgaba la ciudadanía a los hispanoamericanos “cuando así lo soliciten y residan en territorio español, sin que pierdan ni modifiquen su ciudadanía de origen”; España se estaba dando un baño de modernidad y muchas de las reformas que ensayaba (agrarias, educativas, del papel de la Iglesia y del Ejército en la sociedad) eran reformas anheladas también por los intelectuales de Hispanoamérica. Por último, las relaciones transatlánticas nunca habían sido tan fuertes: Lorca, que viajó a Cuba en 1929, a Argentina en 1933 y a Uruguay en 1934, poco tenía que ver con las figuras austeras, académicas, que solían viajar a América: irradiaba vitalidad, parecía representar como nadie a la nueva España que se estaba construyendo, y tanto Romancero gitano
como sus obras teatrales deslumbraban al público hispanoamericano; Pablo Neruda, por su parte, cuando llegó a España en 1934, fue acogido como un verdadero joven maestro por los poetas de la Generación del 27.

En estas circunstancias, se entiende por qué la guerra española impactó de una manera tan pasional en las sociedades y los campos intelectuales de Hispanoamérica. Se puede dividir la respuesta de los intelectuales en cinco grupos.

Los primeros, los de la “lejana retaguardia”, se movilizaron masivamente a favor de la República Española (un sector minoritario, también, a favor de Franco), sin salir de sus respectivos países, escribiendo poemas, crónicas y relatos, respondiendo a encuestas, firmando manifiestos, participando en manifestaciones y en campañas de recaudación de fondos. Para entender este fervor, hay que recordar que la guerra civil fue inaudita en dos sentidos: fue, como se suele decir, la primera guerra mediática de la historia, y se transmitió por todo el mundo mediante fotografías, alocuciones radiofónicas y noticieros mostrados a un público estremecido en los cines; fue, a la vez, la primera guerra en que se practicaba el bombardeo sistemático de las ciudades abiertas (Madrid, Guernica, Barcelona…), lo cual significaba que los protagonistas de la guerra ya no eran solo los soldados que luchaban en el frente, sino también los ancianos, las mujeres y los niños de la retaguardia. Las imágenes de estas víctimas inocentes, divulgadas por los nuevos medios, produjeron un impacto difícil hoy de calibrar.

Un segundo grupo, el de los “testigos involuntarios”, corresponde a los intelectuales que se encontraban en España al comienzo del conflicto: entre ellos, Pablo Neruda y el novelista ecuatoriano Demetrio Aguilera-Malta.

Un tercer grupo, los “corresponsales de guerra”, incluye al ensayista cubano Juan Marinello y los poetas argentinos Raúl González Tuñón y Cayetano Córdova Iturburu.

Dentro del cuarto grupo, los “combatientes”, se encuentran el muralista mexicano David Alfaro Siqueiros y el narrador y periodista cubano Pablo de la Torriente Brau, amigo de Miguel Hernández y comisario político de Valentín González “El Campesino”, que murió luchando en Majadahonda en diciembre de 1936: “Ante Pablo los días se abstienen ya y no andan. / No temáis que se extinga su sangre sin objeto, / porque este es de los muertos que crecen y se agrandan / aunque el tiempo devaste su gigante esqueleto”.

El último grupo corresponde a los “congresistas”, los que asistieron en julio de 1937 al II Congreso Internacional de Escritores para la Defensa de la Cultura. Casualmente, me tocó impartir mi clase de la “Complu en la Calle” en la Plaza del Ángel, al pie del Hotel Victoria, donde se alojaron y cenaron durante ese congreso intelectuales como Neruda, Vicente Huidobro, César Vallejo, Alejo Carpentier, Nicolás Guillén, Carlos Pellicer y Octavio Paz.

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Niall Binns, de nacionalidad británica, es profesor titular de literatura hispanoamericana en la UCM. Entre otras muchas publicaciones ensayísticas y poéticas, destacan sus libros sobre Nicanor Parra y otros poetas chilenos, así como los libros La llamada de España. Escritores extranjeros en la guerra civil (2004), Ecuador y la guerra civil española. La voz de los intelectuales; y Argentina y la guerra civil española. La voz de los intelectuales, ambas de 2012. Es investigador principal del proyecto I+D «El impacto de la guerra civil española en la vida intelectual de Hispanoamérica».

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