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Contra la pornoviolencia

En 'Heli', el director Amar Escalante muestra de manera cruda y sin elipsis la realidad del narco y la cultura que lo sustenta y banaliza

Este artículo pertenece al número 11 de la edición en papel de La Marea 
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La tacharon de nihilista, de cine de explotación disfrazado de arte, dijo la afamada Manolah Dargis de The New York Times, de pura provocación o simplemente de filme sólo ocupado en hacer pasar un mal rato al espectador. Vamos, cine sádico sin más. Eso fue en Cannes, donde a pesar de los dardos críticos –también tuvo sus defensores- la tercera película del mexicano Amat Escalante obtuvo el premio a la mejor dirección. La mención vino de la mano de un jurado presidido por Spielberg, un director no precisamente sospechoso de sadismo ni crudeza.

Nada más lejos de las intenciones éticas del cineasta que esas críticas que tachan su filme Heli de vacuo ejercicio de pornoviolencia. La cosa vino principalmente por las secuencias en que Escalante muestra sin elipsis la tortura que un grupo de chavales vinculados al narco ejecuta sobre uno de los personajes, incluyendo la polémica secuencia en que le prenden fuego a los genitales del torturado. Fue tachada de violencia gratuita, sin quizás entender que su naturaleza cruda denuncia la banalización de la misma por parte de sus ejecutores, de la cultura mexicana y el carácter de espectáculo que ha tomado en el último lustro la violencia vinculada al narcotráfico.

Más que un ejercicio destinado a herir las sensibilidades de los críticos europeos o estadounidenes, o del espectador, se trata del espejo de una realidad cotidiana en México, además de una cinta coherente y fiel a su propuesta ética. Heli no esconde el infierno social que está viviendo un país donde sus ciudadanos se matan, donde la ignorancia y la corrupción alimentan una espiral cuyo ritmo no parece posible parar.

La desesperanza

Heli es un chico que vive en un pueblo de Guanajuato (México), donde las únicas opciones de empleo son una fábrica de autopartes o el narco. Heli convive con su pareja, el hijo de ambos, su padre y su hermana Estela, que cuando puede escapa de la secundaria para verse con su novio Beto, un joven cadete del ejército, bruto y ensimismado, del que está enamorada y con el que planea escaparse. Beto robará parte de un alijo decomisado que los militares se han guardado y acabará metiendo en una espiral de violencia a la familia de Heli y Estela.

La naturaleza repetitiva y desesperanzada del film es la de las vidas de sus personajes. Los planos amplios en los paseos de la pareja de jovencitos los inserta en un paisaje desértico sin opciones. A pesar de cierta ternura y esperanza, el realismo crudo de la cinta no le permite salvar a sus personajes.

Desde luego, Escalante se aleja de otros acercamientos: desde el narcocine, financiado en gran medida por los propios cárteles, y aplaudido como una bizarrada, a acercamientos menos crudos como la parodia El infierno, de Luis Estrada, o la trepidante Miss Bala, de Gerardo Naranjo. Heli es incómoda, pero no busca escandalizar por el gusto de hacerlo, más bien mostrar el horror, la amoralidad, la desesperanza de una sociedad que se desangra.

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