La Uni en la Calle

Aprendizaje de la lengua materna y naturaleza de las cosas

El autor es licenciado en psicología por la UAM y doctor por la Universidad de Nottingham (Reino Unido). Su investigación se ha centrado en el estudio de los mecanismos de aprendizaje de la lengua materna. Actualmente es profesor de la UCM.

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La universidad es tan rica que permite dar clases en la calle. El hecho de que pueda existir más allá de los edificios en los que conviven profesores y estudiantes constituye una metáfora similar a la diferencia existente entre el cuerpo de las personas y el lenguaje: ¿existe gracias a nuestro cuerpo o a la cultura? Es fácil pensar cómo llega a desaparecer una universidad construida durante siglos, pero me gustaría que nos planteemos hoy cómo se adquiere la lengua materna por los niños.

Empecemos por lo reciente. Desde los años 70 del siglo XX existe una nueva perspectiva teórica, la ciencia cognitiva. Lakoff trata de resumir tres de los principios de esta disciplina. Primero, cuanto más encarnadas (más basadas en tejidos celulares) sean las explicaciones acerca del origen del conocimiento, más convincentes resultarán. Segundo; el lenguaje es sobre todo metafórico, ya que la comprensión de las oraciones depende del contexto en que ocurren. Una persona no puede formular preguntas infinitas acerca de lo que está percibiendo, porque el momento temporal y espacial en que está viviendo obligan a extraer el significado rápidamente. Precisamente es esa limitación lo que hace que podamos descifrar la información y lleguemos a expresarnos habitualmente con metáforas. Y tercero: nuestras capacidades más importantes se sostienen sobre operaciones complejas de las que no somos conscientes. Por ejemplo, sería imposible controlar conscientemente los movimientos de nuestra lengua, labios o cuerdas vocales cada vez que queremos expresar algo. La ciencia cognitiva se ha autoimpuesto estos principios para tratar de descifrar misterios que llevan intrigándonos desde hace siglos, como la adquisición del lenguaje.

En concreto, Tito Lucrecio Caro escribió un libro hace más de 20 siglos, De la naturaleza de las cosas, que en la traducción realizada de Marchena (disponible en la Biblioteca Virtual Cervantes) incluye estos dos versos: (162 y 163):

Cuál es del alma la secreta esencia;

si nace, o si al contrario, se insinúa

Está planteando dos opciones: que el alma nazca y muera con el cuerpo, o que sólo se vaya insinuando entre nosotros. Esa insinuación puede resultar más clara si pensamos en la cultura, al ser algo que antecede al nacimiento y perdura tras la muerte.

La primera alternativa planteada por Lucrecio coincide con la visión innatista del conocimiento, que se defiende actualmente por teóricos como Steven Pinker. La segunda coincide más bien con la visión constructivista del conocimiento, que se defiende por autores como Michael Tomasello.

Además, Lucrecio dice que (versos 211 a 223):

Ninguna cosa nace de la nada;

No puede hacerlo la divina esencia:

(…)

Por lo que cuando hubiéremos probado

Que de la nada nada puede hacerse,

Entonces quedaremos convencidos

Del origen que tiene cada cosa;

Y sin la ayuda de los inmortales

De qué modo los seres son formados.

Por tanto, cuando nos preguntamos cómo surge el lenguaje en los niños, deberíamos evitar explicaciones basadas en lo divino. Proponer una relación directa entre el código genético y las propiedades del lenguaje es como plantear su “divina esencia”, al no haberse descifrado aún esa relación. En cambio, sabemos que el cerebro humano tiene miles de neuronas que no sirven para nada al nacer, a diferencia del sistema nervioso de las moscas, que sí permite conductas muy complejas (¡volar!) nada más nacer. Este aparente desperdicio neuronal es en realidad la base de una plasticidad inmensa, que se irá perdiendo de forma gradual a medida que nuevas conductas y habilidades vayan surgiendo. El cerebro va estableciendo conexiones neuronales, muchas de ellas casi permanentes, sobre las que se construyen otras. De este modo, se van completando una serie de funciones esenciales, todas basadas en la cultura. En definitiva, sin saberlo, somos más bien máquinas de capturar información al vuelo mientras rellenamos el cuerpo propio y ajeno de cultura. Ojalá llenemos la calle de universidad.

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Javier Aguado-Orea es licenciado en psicología por la UAM y doctor por la Universidad de Nottingham (Reino Unido). Su investigación se ha centrado en el estudio de los mecanismos de aprendizaje de la lengua materna con la utilización de tres metodologías: análisis de corpus de habla infantil, simulación computacional y estudios experimentales de la comprensión temprana del lenguaje. Actualmente es profesor de la UCM.

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