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“Un teatro público tiene que tener su prioridad en el servicio al pueblo“
Germán Torres recibió el pasado junio el premio de la Unión de Actores al mejor actor de reparto en 2012 por su interpretación en Ivan-Off
MADRID// Expresivo y risueño, a Germán Torres se le ilumina la mirada cuando se le habla de teatro. En junio de este año recibió el premio de la Unión de Actores al mejor actor de reparto en 2012 por su interpretación en Ivan-Off. “Cuando me dijeron que estaba nominado me quedé una hora mirando el teléfono pensando que se habían equivocado. Ivan-Off se representó en un espacio muy pequeño, por lo que lo vio muy poca gente. Eso sí, pasó toda la profesión por ahí porque quería ver cómo se trabajaba en esas condiciones“.
Se refiere a La Casa de la Portera, situada en la calle Abades, 24, en el madrileño barrio de La Latina. Una sala alternativa, con capacidad para algo más de 20 de personas, donde el próximo 5 de diciembre se estrena El huerto de guindos, una adaptación de El Jardín de los Cerezos, de Antón Chejov.
El nombre de esta adaptación, que fue el título original de la obra, según explica Torres, “fue una licencia que se hizo en la traducción para hacerlo más estético, más bonito. Pero es que, además, no estamos hablando de un jardín, que es algo más chiquitito, sino de muchas hectáreas, es un huerto grandioso. Y en la zona donde ocurre todo esto en Rusia no existe la cereza porque del frío se machaca, pero sí existe el guindo. Y en este sentido, hemos querido mantener la esencia“.
En los últimos dos o tres años se están haciendo muchas adaptaciones de obras clásicas…
Sí, es que los clásicos son universales. Hablan de lo que puede pasar en cualquier lugar y de una manera muy potente. Por eso Lorca puede ser universal, Chejov, Shakespeare… No hablan de cuestiones concretas o locales sino de problemas que pueden ocurrir en cualquier parte del mundo y en cualquier época. Por ejemplo, Chejov es un espejo muy potente en el que mirarse y con el que aprender.
Pero, ¿por qué adaptaciones y no se preserva el montaje original?
Porque nos meteríamos un poco como en un museo. Por ejemplo, si cuando hicimos Ivan-Off hubiéramos estado hablando de rublos en vez de euros… Es una forma de acercar esa realidad a la actualidad, simplemente una manera de contarlo para que la gente conecte más con la historia. Estoy seguro de que los clásicos también lo harían, de que Shakespeare adaptaría un poco a su época sus obras.
Mientras se escribía la obra, Antón Chejov (el autor) y Konstantin Stanislavski (dirigió la obra e interpretó a uno de los personajes) estaban en contacto permanente por carta. Y es curioso, porque mientras Chejov hablaba del Jardín como de una comedia, para Stanislavski era un dramón.
Es cierto. Chejov siempre quiso que la comedia estuviera muy presente y era justo lo que los directores obviaban más de su obra. Nosotros, en la adaptación que estamos haciendo, nos hemos inclinado más por la comedia porque la tiene que tener. La vida no es solo drama, no solamente tiene un color, sino que va todo muy ligado, es una tragicomedia. En el libreto original del Jardín pone que es una comedia en cuatro actos. Si te lo está poniendo el autor ya te está dando una pauta muy importante.
Además, el tono cómico tiene mucho que ver con el carácter ruso, que a veces es muy impulsivo, como el nuestro. Había siempre mucho alcohol de por medio y tenían una forma particular de contar las cosas. Y otra cosa… Yo siempre digo que a los personajes no les gusta llorar, ni que los vean llorar. La gente, cuando se mueve en un ámbito social, siempre tiene una forma de relacionarse alejada del drama. Se encuentran dos personas, se sonríen, se saludan como si todo fuera bien… Lo hacemos todos. Aunque sientas por dentro un torrente de dolor siempre das una imagen que no se corresponde con lo que te ocurre por dentro.
Una de las características del teatro de Chejov es que, a pasar de la aparente inacción, no dejan de pasar cosas ni en la propia historia ni a los personajes.
Lo que hace Chejov es presentar la punta del iceberg de los personajes, pero todo lo que está pasando por debajo, las relaciones que tienen entre sí, es lo que tienes que cargar tú como actor y el director, que tiene que saber ver todo lo que le puede pasar a esa gama de personajes.
Otra de las virtudes de Chejov es que no solo se centra en los protagonistas, sino que todos tienen relevancia dentro de la obra. La relación que un secundario pueda tener con el protagonista, por ejemplo, también es importantísima. Todos sus personajes están cargados de vida, de emoción, de tragedia y también de alegría.
La obra trata sobre la decadencia de una clase social, la aristocracia, y el auge de la burguesía. Hay gente que dice que tiene mucha relación con la actualidad, pero lo que está ocurriendo es que se ha reforzado a la clase alta y se ha hundido más a la baja.
Los personajes de la obra son aristócratas, pero si lo pasamos un poco a esta clase media, a los que se han encontrado de repente con mucho dinero…
¿Los nuevos ricos?
Bueno, sí, una especie de nuevos ricos. Si nos fijamos en que la crisis, de golpe, les ha dado un hachazo, han perdido todo lo que tenían y han vuelto un poco a la miseria, sí que podría haber relación. Claro que, hoy en día, no es que desaparezcan la alta burguesía o la aristocracia sino que lo que está desapareciendo es la clase media de toda la vida. Habrá ricos o pobres, pero no un intermedio.
Además, en esta obra sí que se habla de un cambio de época. Los intelectuales están ya empezando a ver un problema de falta de ganas de rebelarse en algunos que prácticamente son esclavos. Uno de los personajes, un criado que en nuestra adaptación se llama Fer, es un tío al que le dan la libertad y, como no sabe qué hacer con su vida, prefiere seguir al servicio del dueño de la casa. Tiene una mentalidad de servidumbre. Y hay otro personaje, el estudiante, que se mete con los criados para que reaccionen. Y por otro lado, la aristocracia que ignoraba todo lo que les pasara. El esclavo no tiene ningún derecho, ha nacido así, y como yo he nacido aristócrata tengo privilegios.
¿Qué personaje interpreta usted?
Soy Jaime, que en la versión original se llama Gaev. Cuando lo leí, pensé que era muy curioso. Al principio parece que no le está pasando nada, que tiene una importancia mínima pero después sí que toma relevancia porque son de estos personajes que no hacen nada pero están continuamente haciendo cosas.
Además, a Gaev lo interpretaron Stanislavski, John Gielgud… es decir que lo han hecho grandes. En la primera lectura no le encuentras la gracia pero cuando te metes… Raúl (Tejón, director de la obra) fue maravilloso porque me abrió la puerta y me dijo “esto es así“. Y ahí fue cuando me di cuenta de lo difícil que era interpretarlo. Precisamente por su inacción. Por ejemplo, ahora estamos aquí, hablando como si todo fuera bien. Pero imagínate que acabo de mirar en mi cuenta bancaria y estoy en números rojos. Es decir, que aparentamos estar de una manera cuando por dentro estamos completamente rotos.
O sea que en contener, aparentar y, a la vez, mostrarle al público que algo ocurre, está la dificultad de interpretar a Gaev.
Y sobre todo la miseria que esconden estos personajes, ¿no? Una miseria y un mantenerse en algo que ya no es posible porque hay acreedores, porque no han trabajado en su puta vida, no saben lo que es un callo. Ellos han vivido… Ellos sí que han vivido por encima de sus posibilidades (dice mientras sonríe con picardía).
El huerto de guindos se va a estrenar en La Casa de la Portera, ¿qué tipo de espacio es?
Era, literalmente, la casa de la portera, y había sido camas calientes, una casa anarquista, una lechería… Es una casa con mucha historia. La mujer, la que había sido portera, todavía vive en el piso de arriba. Tiene casi 85 años.
Cuando empezamos a ensayar ahí estaba todo pintado de blanco y nos quedamos un poco extrañados pero vino Alberto Puraenvidia y le dio la vuelta a todo, le dio una atmósfera a la casa y a partir de ahí el ambiente ha cobrado una esencia, una presencia muy importante.
¿Hay diferencias entre interpretar en un teatro convencional o hacerlo en este tipo de espacios?
Este es un espacio que no te permite mentir porque el público te pilla enseguida, con lo cual te obliga a estar al 120% en cada función. Además, la gente es activa y vive el viaje contigo, no se queda dentro de la oscuridad de la sala. En ese sentido también traes al espectador de la mano. Cuando hacíamos Ivan-Off veíamos que la gente al final se quedaba paralizada, no podía hablar porque es un choque.
Y creo que más o menos va a pasar lo mismo con el Jardín porque tiene un final muy bestia. Es tan bestia como la vida misma. Cuando vives un gran acontecimiento en la vida te quedas muy emocionado. Y ahí, en un espacio como el de La casa de la portera, hay que ser muy honesto. No puede haber artificios. El mundo de los egos se queda en un segundo plano porque tenemos que estar tan al servicio de la obra que no podemos distraernos con tonterías. Creo que este tipo de espacios permiten trabajar de una forma muy honesta.
¿Esta es una de las vías de escape que se ha encontrado para contrarrestar las trabas que desde las administraciones públicas le han puesto a la cultura?
Como bien dice José Martret, que es el director de Ivan-Off, estábamos hartos del “no“, por lo que había que crearse un “sí“. Cuando me comentó hacer un Chejov en una casa para poco más de 20 personas no me convencía demasiado, pero lo contó con tal pasión que pensé que algo podía salir de ahí.
Y no es que estemos inventando nada, esto ya se hace en Argentina. Allí tienen una actividad cultural que ojalá tuviéramos aquí. Hacen teatro en cualquier sitio. Creo que han declarado el teatro como patrimonio cultural, como algo que forma parte de ellos. Las librerías están hasta las doce de la noche… Y creo que tenemos que basarnos un poco en ellos. Además, si a la gente le cuentas algo honesto va a querer ir a verlo.
Sí, pero en Argentina este tipo de iniciativas son producto de las crisis cíclicas que atraviesan. Se han acostumbrado a buscarse la vida porque nunca hay dinero. En cambio, en España, por su propia historia socio-económica, hay más tendencia a acomodarse.
Claro, pero hay que romper con las formas tradicionales de llegar al público, de hacer producción, de distribuir la cultura. Es cierto que hay una parte del tejido que está obsoleto, corrompido… Como quieras decirlo. Y eso habría que sacudirlo porque hay algunos que están anquilosados. Lo que ocurre actualmente es un toque de atención y hemos reaccionado e inventado nuevos modelos. Aparte de que yo creo que los teatros públicos deberían echar más capotes.
Justo ahora se ha habido una polémica en ese sentido. Se dijo que se iban a privatizar los teatros municipales de Madrid, desde la Comunidad lo negaron… ¿Por qué es malo que se privatice?
Un teatro público tiene que tener su prioridad en el servicio público, al pueblo. Y, por tanto, tienen que programar obras o espectáculos de cualquier compañía. Si lo privatizamos… Primero intentaron borrar la memoria del ilustre Don Fernando Fernán Gómez, que al final creo que no se va a quitar porque ha habido una revuelta en las redes sociales que ha sido maravillosa. Es que, joder, estamos hablando de alguien que estaba en la Academia de la Lengua Española, ganó no sé cuántos premios… No sé qué más pudo hacer por esta sociedad.
Además, junto con otros grandes como Marcelo Mastroiani, Fernán Gómez es uno de sus referentes, ¿no?
Es que es un maestro, me veo mucho en él. Fernando es uno de los grandes referentes del siglo XX y parte del XXI. Lo ha hecho todo, desde dramaturgo, director, actor… Y todo a un nivel y con una calidad… Con un respeto y un amor por esta profesión increíbles. Quitar la memoria de alguien que ha hecho historia en el Teatro es absurdo.
¿Por qué cree que intentaron quitar su nombre del teatro?
Es como un escarnio, una manera de transmitir que no fue importante. ¡Claro que es importante! Mucha gente, incluso de derechas, se habrá ofendido al ver lo que quisieron hacer. Igual que habría que hacerle un teatro a (José) Bódalo, otro a (José María) Rodero, ya tenemos un Buero Vallejo… Son nuestros referentes culturales. España tiene un problema y es que nunca nos queremos. Queremos todo lo que viene de fuera pero no lo que viene de casa. El mejor teatro del Siglo de Oro se representa fuera de aquí. A veces este es un país de tontos en el sentido de que tenemos lo mejor y no sabemos valorarlo.
Hombre, la gente, al menos en el caso de Fernán Gómez, ha sido precisamente la que ha sabido valorarlo y se ha rebelado contra la intención de la Comunidad de Madrid de quitar su nombre del teatro.
Bueno, claro, es que en la Comunidad de Madrid… Con el referente que tenemos de alguien no elegido, ya partiendo de esa base, y que no está preparada… Cualquier estudiante de Ciencias Políticas seguro que lo haría cien veces mejor que la persona que ocupa el cargo de alcaldesa de Madrid ahora mismo.
Supongo que en cualquier puesto oficial te piden unos requisitos y esta señora no pasa del relaxing cup. Que hoy en día no sepas inglés nos da una visión de dónde estamos. Sobre todo de los representantes políticos. Hablamos de presidentes que no saben hablar inglés, no tiene ninguna lógica, es inaceptable. Especialmente cuando en España hay una generación muy bien preparada que le da veinte vueltas, que sabe idiomas, que ha estudiado muchísimo… Y estos señores están ahí metidos en el poder y se preocupan más por salir corriendo cuando hay un puente que por prepararse y ocuparse por hacer bien su trabajo. Esta imagen del Congreso de los diputados vacío porque todos se habían ido a ver un partido de fútbol… Yo es que estas cosas no las puedo concebir.
Mientras nos despedimos, cuenta que, aunque aún no hay nada confirmado, es casi seguro que forme parte del Festival de Teatro Clásico de Almagro con la propuesta de un texto basado en el Siglo de Oro. “La obra habla de un personaje muy ilustre… No vamos a hablar de Don Quijote, sino de Alonso Quijano“. Un espectáculo que dirigirá Rosario Ruiz Roger y que, según Torres, servirá para hacer un teatro de compromiso. “Siempre he pensado que conocemos mucho de Don Quijote pero nada de Alonso Quijano, que es un personaje que a mí me sugiere el concepto del mal de España. El Quijote es el ideal, representa por qué merece la pena luchar. Pero no se sabe por qué ese hombre se vuelve loco, que no fue por leer. Alonso Quijano se volvió loco por el mal“.
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Grande Germanillo, grande! Da gusto compartir profesión con gente tan lúcida y comprometida como tú, gente que ama lo nuestro y que es consecuente con ese amor cueste lo que cueste. hacer teatro es hoy un acto de resistencia y tú estás siempre ahí, Germán, en primera línea. Vuelan abrazos ¡Salud y teatro!