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El fútbol es de la gente, no de los dictadores

El cuestionamiento al partido que enfrentará a las selecciones de España y Guinea Ecuatorial debería centrarse en preguntas mucho más importantes, según el entrenador de fútbol Ángel Cappa. Entre éstas, destaca la siguiente: ¿Qué esconde este partido?

«El fútbol -nuestro fútbol- pertenece a la clase obrera y posee la amplitud, la nobleza y la generosidad de permitir que todo el mundo disfrute de él como espectáculo», escribió Cesar Menotti. Y tiene razón, porque el fútbol nació y nace todos los días en los suburbios de cualquier ciudad del mundo. Sin embargo, no puede impedir ser utilizado por el negocio y por los políticos.

El negocio, que en principio no lo tuvo demasiado en cuenta, terminó apoderándose por completo de este juego masivo y tan popular hasta imponerle sus normas, sus criterios y su lógica. Los políticos no pueden resistir la tentación de la foto con los ganadores (siempre con los ganadores, por supuesto). Y no hablo sólo de los dictadores, sino también de los que llamamos democráticos.

Ahí están las imágenes de los equipos madrileños que han ganado algún título internacional donde se muestran en los balcones del Ayuntamiento junto al alcalde (o alcaldesa) de turno con cara de inmensa satisfacción por el baño de popularidad recibido. Y si extendemos la mirada veremos cómo también son utilizados otros deportes por los mismos manipuladores. Las victorias de los tenistas, los ciclistas, los atletas, y quien fuere que suba al podio están siempre acompañadas por la Familia Real, el presidente del Gobierno, los ministros, y quien pueda colarse para contagiarse de gloria.

Ahora la Selección española de fútbol disputará un partido amistoso en Guinea Ecuatorial, sometida por un despreciable dictador al parecer recién descubierto por buena parte de la prensa de mayor difusión. Obiang, por cierto, no debuta en este partido como dictador, sino que lo es desde hace tiempo sin que ese detalle impida las buenas relaciones con España, y menos aún, con sus empresarios. Y hay también, en este confuso episodio, quienes ponen su mirada en los jugadores que no hacen otra cosa que cumplir con sus obligaciones. Además, como dijo uno de ellos, Santiago Cazorla, «nosotros no jugamos para nadie en particular, jugamos para la gente».

En Guinea no viven sólo Obiang y su grupo de asesinos y torturadores, sino también el pueblo. Un pueblo que tiene derecho a vivir un momento de alegría y de ilusión por ver a los campeones del mundo en su tierra, oportunidad que no se les presenta a menudo.

Por otra parte, y si nos ponemos rigurosos, tampoco habría que jugar en Estados Unidos porque su Gobierno no para de generar guerras, de amparar la tortura en cárceles clandestinas que esconde por Europa, de mantener presos en Guantánamo a quienes ni siquiera están acusados de algún delito. O de espiar a todo el mundo en un acto que no sólo viola el derecho a la intimidad, también atenta contra la dignidad de todos los espiados y de quienes lo admiten como un desliz del amo.

Tampoco habría que jugar en Marruecos, donde también gobierna una dictadura brutal. En fin, en tantos otros países con dictadores o democracias falseadas que tienen el mismo propósito: generar injusticias insoportables, profundizar desigualdades inadmisibles, y proteger a una minoría que aprovecha la situación para aumentar indecentemente sus riquezas.

Creo que el cuestionamiento a este partido tiene que ir más allá de las críticas al fútbol y a los jugadores para centrarse en algunas preguntas mucho más importantes y decisivas: ¿Quién y por qué organizó este partido? ¿Qué hay detrás del aparentemente inocente «encuentro amistoso»? O dicho de una manera mas directa, ¿qué esconde este partido con Guinea Ecuatorial? ¿Serán razones económicas ajenas al fútbol, políticas? ¿De qué se trata?

Y un detalle que me gustaría destacar para finalizar. Se habla de que el fútbol o, mejor dicho, la manipulación de que es objeto, sirve para distraer a las masas oprimidas, para engañarlas con un poco de circo y para desviarlas de su objetivo, que es entender la realidad para modificarla. Responderé con una anécdota.

En la provincia de Santa Fe, Argentina, hay dos equipos de una rivalidad sin solución y desde siempre: Colón y Unión. Bien, con ocasión de la invasión de Irak por parte de EEUU, como recordarán, hubo una avalancha mediática mundial para ocultar las verdaderas razones de esa acción violenta, ilegal, e ilegítima. Se mintió hasta el cansancio acerca de las armas de destrucción masiva que supuestamente tenía Irak y que eran una amenaza para el mundo.

En esos días, Colón jugó un partido por el campeonato argentino de fútbol. Y su hinchada llevó una pancarta que decía: «Bush, en la cancha de Unión hay petróleo». Es decir,  no es tan cierta la eficacia del engaño, ni tan duradera la utilización del fútbol que intentan los poderosos para sus fines. A pesar de todo, el fútbol sigue siendo una fiesta de los pobres que los pobres tienen derecho a disfrutar.

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Comentarios
  1. no soy muy de futbol, pero comparto plenamente el sentido del articulo.
    siempre la vara de medir ha estado muy alta entre «intelectuales» y el futbol. menos exigentes son con otros deportes mas elitistas.
    y ni hablar del desembarco de empresarios a paises como marruecos o china, yendo a la cabeza representantes de la casa «real».

  2. Eso de «A pesar de todo, el fútbol sigue siendo una fiesta de los pobres que los pobres tienen derecho a disfrutar» es una indecencia de conclusión. Menuda demagogia a lo largo de todo el artículo. No es que no deban ir a jugar allí, pero defender el actual «opio del pueblo» me parece, desde este periódico, una majadería típica de El País o El Mundo

  3. Ya le veo de nuevo generando polémica, Don Angel Cappa.
    Espero que nos siga acompañando con más opiniones como esta.

  4. En desacuerdo con lo que dice,me parece una banalización del uso político que se hace del deporte espectáculo aquí y en todos los sitios.Si no recuerda el mundial de Argentina mal asunto.

  5. Los derechos humanos también son de las personas, no de los dictadores. Podrías haber escrito que te importa una mierda que se torture en Guinea y te habrías ahorrado este vergonzoso artículo . A lo primero que tienen derecho los guineanos es a que se respeten sus derechos, y no a ver jugar a la selección española.

    • Querido Xavi: me parece irresponsable que culpes al señor que escribe este artículo por haber sido incapaz de entender lo que en él transmite. Si lo lees una segunda e, incluso, una tercera vez, comprobarás cómo tu comentario está fuera de lugar ya que, ni el autor aplaude la violación de derechos humanos, ni considera que sea más importante ver un partido de fútbol que respetar los derechos de un conjunto de ciudadanos. Pero para eso, repito, sería conveniente que entendieras de qué trata este artículo.

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